Roberto Laiseka enloquece a la afición... y al traductor
El ciclista vasco ganó en Luz Ardiden ante su gente que inundaba los puertos con ikurriñas y con las camisetas naranjas del Euskaltel.
Roberto Laiseka pasó por aquella curva en solitario, el día de su mayor gloria, y recordó que en ese mismo lugar, once años antes, cuando seguía el Tour a pie de carretera, había estado allí con sus colegas para aplaudir a sus ídolos. Desde ese punto, a 500 metros de la meta de Luz Ardiden, el vizcaíno jaleó en 1990 la victoria de Miguel Indurain, uno de los cinco españoles que han coronado triunfales esta cima, por delante de Greg LeMond, de su adorado Marino Lejarreta y de Miguel Ángel Martínez, que había estado escapado. Y explicó en la rueda de prensa por qué se acordaba tan bien: "Porque se me cayó un yogurt en la cámara y no pude hacer ninguna foto".
Laiseka hablaba desatado aquel 22 de julio de 2001, después de triunfar en los Pirineos delante de la afición vasca, que inundaba los puertos con ikurriñas y con las camisetas naranjas del Euskaltel, en el Aspin, el Tourmalet y en esa subida final. Entre ellos estaban otra vez sus amigos, Joseba y Óscar. También Karmele, su novia, periodista de la ETB, que acudió con otra amistad, "el Melón".
Roberto hablaba de los colegas, de la familia, del equipo, de sus orígenes... Dedicaba la victoria a sus padres; a los hermanos Otxoa, trágicamente accidentados, que corrieron también en el Club Ciclista Punta Galea, como él; a Miguel Madariaga, creador del equipo Euskadi, donde él corrió desde su fundación, de 1994 a 2006, toda su carrera ciclista. "Pensábamos que iba a durar dos telediarios, y mira...", decía jubiloso. Era su día más feliz, saboreaba cada instante.
"Como no estoy acostumbrado a ganar, cuando gano me hincho a dar besos", añadió cuando se le preguntó por su efusividad en la ceremonia del podio, donde saludó a Poulidor, a Hinault, a Armstrong... No se dejó a nadie. Ganó pocas carreras, es verdad, pero de calidad. Cinco victorias, todas a partir de los 30 años: tres etapas en la Vuelta, en Abantos, Ordino-Arcalís y Cerler, y una en la Bicicleta Vasca, en Arrate. Además de su gran día en Luz Ardiden.
Los periodistas reían sus ocurrencias, mientras el traductor del Tour de Francia enloquecía progresivamente, cada vez entendía menos del discurso... El yogurt, los besos, el telediario... Cuando escuchó el apodo del Melón. resopló definitivamente... Y se rindió.