Un escalador en puerto de mar
Aurelio González Puente, rey de la Montaña en Giro y Tour, ganó la sexta etapa del Tour de 1968 en Lorient, ciudad que acoge la salida de la tercera jornada del Tour 2021.
Aurelio González Puente tenía nariz de boxeador, pero era ciclista. Y de los buenos. “Me atacó un carnero, cuando era pequeñito, y hasta los 18 años todavía sufría molestias y hemorragias”, explica el vizcaíno sobre un rasgo que le hizo ganarse el apodo de ‘El Chato de Trucíos’. Este vasco del equipo Kas también tenía las manos callosas, pero no era de agarrar el manillar, ni de jugar a la pelota en su pueblo, otro deporte que amaba y practicaba, sino de la motosierra cuando cortaba árboles.
Aurelio trabajó desde muy chico. A los 11 años reforzaba a los peones en el monte. Cuatro kilómetros de bicicleta y otros cuatro a pie para llegar. Otros tantos para volver. Un horario de seis de la mañana a las ocho de la tarde. Y todo por cinco duros, 25 pesetas, 15 céntimos de euro. También ayudaba a su padre en la papelera de Aranguren, a tirar pinos, a contar plantíos… Eso curte. A los 18, cuando aún sufría hemorragias por aquel maldito cordero, González se hizo ciclista. Y triunfó.
Uno de sus grandes días, quizá el más grande, lo vivió el 3 de julio de 1968 en el Tour de Francia, con una sorprendente victoria en la sexta etapa. Aurelio González atacó en los últimos diez kilómetros para plantarse en solitario en el velódromo de Lorient, con nueve segundos de ventaja sobre un pelotón encabezado por Walter Godefroot. “Hace falta mucha clase y mucha fuerza para lograr un triunfo así”, exclamó en la meta Hugo Koblet, campeón del Giro en 1950 y del Tour en 1951. Acreditado analista.
La sorpresa venía porque Aurelio había echado un pulso al grupo en un terreno llano, cuando su fama, bien ganada, era de escalador. ‘El Chato de Trucíos’ había ganado el Premio de la Montaña del Giro de Italia en 1967, igual que haría posteriormente en ese mismo Tour de 1968. El vasco también tenía triunfos de mérito en etapas del Dauphiné, de Suiza, del propio Giro… Además de un podio, tercero, en la Vuelta a España. Pero nunca en un perfil tan plano. Aurelio González, escalador en bicicleta, amante del monte en su tierra natal, se hizo grande en un puerto que no era de montaña, sino de mar: Lorient.