Laurent Brochard: la felicidad en vísperas del escándalo
El francés ganó en Loudenvielle y el Mundial en 1997. El año siguiente se destapó el caso Festina y fue uno de los sancionados tras confesar haberse dopado.
El mejor año de Laurent Brochard comenzó torcido, pero se enderezó. El francés estuvo un mes parado por una hernia discal, que no sólo no evitó que cubriera un magistral 1997, sino que le sirvió de excusa para conservar la victoria de su vida: el maillot arcoíris.
Brochard integraba el potente Festina, donde era uno de los más fieles gregarios de Richard Virenque, aunque también sabía exprimir sus posibilidades de éxito. En la primera etapa de montaña del Tour, entre Pau y Loudenvielle, el equipo relojero montó una estrategia ofensiva y lanzó piezas por delante. Pascal Hervé protagonizó el primer ataque a 130 km y se marchó con el español Javier Pascual Rodríguez, quien, por cierto, coronó el Tourmalet. Luego, en la zona entre el Aspin y Val Louron, fue Brochard quien se destacó, acompañado de Oskar Camenzind. El francés fue rebasado en la subida a este último puerto por un trío estelar, Virenque, Pantani y Ullrich, pero tuvo la fuerza de no perder mucho tiempo y enlazó en la bajada. A tres kilómetros de la meta, con la complicidad y la protección de su líder, arrancó en una curva para marcharse en solitario hacia la victoria.
"Iba muy justo, con calambres en las piernas, pero hice el esfuerzo de no descolgarme y luego obtuve la recompensa del trabajo bien hecho", dijo el ciclista de Le Mans sobre un triunfo muy especial, un 14 de julio, Día Nacional de Francia. El vencedor, además, vestía el maillot de lunares de la Montaña, que luego heredó Virenque. Brochard consiguió esta primera y única victoria de su carrera en el Tour de Francia tres meses antes de conquistar el título mundial en San Sebastián. Eran tiempos de felicidad, que no iban a durar mucho.
El año siguiente explotó el caso Festina en pleno Tour. Brochard fue uno de los ciclistas expulsados, detenido y posteriormente sancionado tras confesar su dopaje. Willy Voet, el masajista que fue neutralizado por la policía aduanera con un arsenal de sustancias prohibidas, contó en su libro 'Masacre en cadena' que Brochard logró librarse de un positivo con lidocaína en el Mundial gracias a un certificado firmado por el médico Fernando Jiménez que garantizaba que se había medicado para su hernia. Salvó el arcoíris. Pero nunca limpió la mancha.