Francia es una fiesta: Pinot y Alaphilippe toman el Tourmalet
El jefe del Groupama ganó la etapa y el maillot amarillo es más líder. Landa llegó sexto. Enric Mas y Nairo Quintana se desinflaron.
Ha pasado medio siglo desde que el primer hombre, Neil Armstrong, puso su huella en la Luna. No confundir con Lance, que con sus tendencias peliculeras y hollywoodienses, siempre gustaba comparar el Tour con aquella gesta de la humanidad, especialmente cuando se subía el Mont Ventoux, el puerto más lunar. Armstrong, Neil, dio un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad en 1969, justo en las mismas fechas que Eddy Merckx remataba su primera victoria en la Grande Boucle. París no es la Luna, pero el Tour sí es uno de los deportes más conectados con la aventura, al menos en sus orígenes. 59 años antes de que el hombre pisara la Luna, el Tour ya coronó el Tourmalet con Octave Lapize al frente. “¡Asesinos!”, gritó aquel día Lapize a los organizadores de L’Auto. Un gran paso para el ciclismo. Y para el deporte.
Ha transcurrido más de un siglo desde entonces, 109 años, y el Tourmalet sigue escribiendo su leyenda en el Tour. Este sábado acogió un festival francés, el país que inventó la carrera y que lleva sin conquistarla desde 1985. Bernard Hinault busca sucesor. Hoy está más cerca. Thibaut Pinot logró la victoria y Julian Alaphilippe, el sorprendente maillot amarillo, no sólo conservó la túnica, sino que ha aumentado la ventaja sobre sus rivales: 2:02 sobre Geraint Thomas, el vigente campeón, que se quedó frito en el último kilómetro. Alaphilippe ya corre como el patrón del Tour, incluso controló el final de la etapa y decidió quién podía alzar los brazos en el coloso de Pirineos. Adelante, Pinot. El resto, detrás. Vive la France.
La majestuosidad del Tourmalet invitaba a los más ilustres. El primer escapado del día había sido uno de los dos ganadores del Tour que han tomado este año la salida, el único ciclista en activo que tiene en su palmarés las tres grandes. Me refiero, obviamente, a Vincenzo Nibali. Pronto se le juntó Peter Sagan, otro insigne del pelotón. Era un espectáculo ver a dos de los grandes del actual ciclismo atacar desde la salida, para formar una fuga de 17 corredores que nunca alcanzó una ventaja que despertara esperanzas. La cima de los Pirineos era demasiado apetitosa para cederla a un aventurero.
Atrás había muchos intereses por tomar el Tourmalet, por remover la general, por probar al líder Alaphilippe, por ganar el Tour... Primero tiró el Groupama de Pinot, muy activo todo el recorrido, que quería añadir esa cumbre mítica a un historial donde ya brillaban el Alpe d’Huez y los Lagos de Covadonga. Y lo hizo. Luego cogió el relevo el Movistar con Amador y Soler, ya en el Soulour, donde provocó una criba importante que hizo bastante pupa, con el grupo muy reducido y con Bardet y Adam Yates descolgados. Adiós, París.
El Movistar tiró con tanta fuerza que reventó igualmente a su hipotético líder, Nairo Quintana, a 11 kilómetros de la cima. Un batacazo en el Día Nacional de Colombia. Marc Soler frenó para apoyar al jefe y por delante tomó la cabeza al Ineos. Fue un momento de bajón, de incertidumbre para el equipo telefónico. Y para el ciclismo español. Mucho más cuando Enric Mas también se descolgó. Una lección para el debutante. El Tourmalet golpeaba con su mazo sin piedad. Al menos Mikel Landa siguió con las aspiraciones intactas de ganar la etapa, pero tampoco pudo rematar: se clasificó sexto. Ni victoria, ni general.
El Groupama de Pinot dio un paso al frente, luego el Jumbo de Kruisjwijk. Algo no funcionaba en el Ineos, que prestaba a otros una manija que está tan acostumbrado a gobernar. El grupo se había reducido a una decena de corredores antes del último kilómetro. Y entonces se encendió otra alarma: el dorsal 1, el hombre que parecía más fuerte en los Vosgos, también se hundía en las rampas pirenaicas: Geraint Thomas. Arriba se mantenía, sin embargo, Alaphilippe, bien agarrado al grupo de los gallos. Amarillo chillón. Alaphilippe, en contra de todos los pronósticos, es el amo del Tour 2019, el patrón, después de haberse cubierto ya la contrarreloj y el primer puertaco. Un gran paso para el ciclismo. Y para Francia.