Eugène Christophe, de amarillo hasta la tumba
El ciclista que estrenó el maillot fue enterrado con él. Se eligió el amarillo al igual que las páginas de L'Auto, el antecesor de L'Équipe.
El 19 de julio de 1919, hoy hace cien años, Eugène Christophe se presentó a las dos de la mañana en la salida de Grenoble, en la 11ª etapa del Tour, enfundado en el primer maillot amarillo de la historia.
El Tour de Francia volvía a celebrarse después de cuatro años en blanco por la Gran Guerra. Las carreteras estaban destrozadas por los convoyes y las bombas, las fábricas de bicicletas se habían reconvertido para generar armamento… Había poco material ciclista, por lo que se creó un consorcio bajo el nombre de La Sportive. Los maillots eran grisáceos, tanto como el ambiente que se respiraba. Al patrón, Henri Desgrange, se le ocurrió ya en plena competición un maillot distintivo para relanzar la carrera y el ánimo. El color elegido fue el amarillo, igual que las páginas del periódico L'Auto, el antecesor de L'Équipe.
La idea no tuvo la aceptación inicial que se esperaba. Christophe fue recibido entre burlas por sus compañeros de pelotón, que le llamaban Madame Cri-Cri, en alusión a su apodo de Cri-Cri, el sonido del grillo. Los aficionados le comparaban con un canario. Con el paso del tiempo, las chanzas quedaron en anécdota, hasta el punto de que Eugène pidió que a su muerte, en 1970, fuera enterrado con el maillot amarillo, esa prenda que le hizo eterno.
Horquillas rotas
Christophe no logró mantenerlo hasta París, porque el penúltimo día rompió la horquilla en un terrible recorrido de pavés entre Metz y Dunkerque, sobre 468 kilómetros, y cedió el liderato ante Firmin Lambot. Pudo reparar la bicicleta en una forja, en una imagen que recordó a la idéntica desgracia que sufrió en Sainte Marie de Campan en 1914, pero tardó 70 minutos en hacerlo y luego acumuló un retraso de dos horas y media.
Aquella mala suerte le privó del triunfo en el Parque de los Príncipes, pero se ganó el cariño de la gente. L'Auto abrió una suscripción en su favor, donde las aportaciones sumaron 13.310 francos, casi el doble que los premios del campeón (6.775). Se necesitaron 20 páginas para publicar el nombre de los donantes. Christophe nunca pudo ganar el Tour, pero se convirtió en un ciclista muy querido en Francia, en el Poulidor de la primera mitad del siglo XX.