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STRADE BIANCHE

Kwiatkowski revienta a Sagan para ganar la Strade Bianche

Kwiatkowski, muy en forma, se impuso a Sagan después de dejarle tirado en la rampa del último kilómetro. Valverde firmó el primer podio español.

Peter Sagan y Valverde escoltan a Michal Kwiatkowski.
Bryn Lennon - VeloGetty Images

Los mejores exponentes de la generación de ciclistas de 1990 (junto a Nairo Quintana), el eslovaco Peter Sagan y el polaco Michal Kwiatkowski, los dos campeones de sus países, se jugaron la victoria en la Strade Bianche en un mano a mano resuelto por Kwiatkowski con autoridad y brillantez: en la subida a la preciosa Piazza del Campo de Siena (donde se celebra el palio, la histórica carrera de caballos), dejó tirado a Sagan como si se tratara de un juvenil. El voraz Peto agachó la cabeza y asumió la derrota en cuanto fue rebasado. Terminó de nuevo segundo, como en 2013 tras su compañero Moser. Por su parte, Kwiatkowski contabiliza cinco triunfos en este inicio de temporada: el Trofeo Tramuntana, la general del Algarve, con dos etapas, y el de este sábado. Hay que practicar la escritura de su apellido, porque será protagonista en la primavera y el Tour.

Sagan se marchó del grupo a 22 kilómetros de meta, en una sección de sterrato. Aprovechó la incertidumbre de la caza de Trentin, Vicioso, Stannard, Evans, Geschke y Amador para saltar como un tiro. Inmediatamente a su rueda, Kwiatkowski no le dio ni un metro. Ahí debió llegar Alejandro Valverde, muy atento en cabeza hasta ese momento, pero que delegó en otros el peso de la persecución: "Ese instante de duda es muchas veces suficiente para que se vayan". Luego le sucedió algo a lo que nos ha acostumbrado: corrió a contrapié. Al ver que no alcanzaban a los dos fugados y que su ventaja se ampliaba, el murciano lo probó en solitario a once kilómetros, hasta que se dejó atrapar por Cancellara, Cunego y Kreuziger. En la última rampa, Valverde les soltó con facilidad para firmar como tercero el primer podio español en esta clásica.

La Strade Bianche, Carreteras Blancas en su traducción del italiano, se llama así por los tramos de la prueba que se disputan sobre tierra: en esta edición, 45,4 de los 197 kilómetros totales. Al contrario que las zonas adoquinadas de Flandes o Roubaix, casi perfectamente conservadas por la organización y voluntarios locales, el sterrato de la Toscana suele presentar importantes socavones por la lluvia, que tradicionalmente no aparece en el día de competición, y el paso habitual de tractores y otros vehículos. A pesar de haber alcanzado fama en sus ocho años de vida, todavía no ha conseguido entrar en la categoría World Tour.