Ciclismo | La ruta del Tour

Lourdes y los dragones, mitos de los Pirineos

Bernardo Salazar

"Ya no hay Pirineos", es la frase que se atribuye a Luis XIV, rey de Francia, cuando se enteró de la proclamación de su nieto Felipe como rey de España. Historiadores más fidedignos proclaman que fue pronunciada en Versalles por el embajador español, el Marqués de Castelldosrius, cuando le comunicó dicha noticia al monarca francés.

Uno y otro, el soberano francés y el embajador español estaban equivocados. Los Pirineos existen y se alzan desde hace miles y miles de años entre el Cantábrico y el Mediterráneo sirviendo de barrera natural entre la Península Ibérica y el continente europeo. Su erizada orografía forma decenas y decenas de valles, que cuando no existía la maquinaria moderna quedaban aislados entre sí durante los meses invernales.

Los antiguos invasores romanos, visigodos, francos, árabes fueron esquivos con estos parajes casi inaccesibles, pero la leyenda surgió con la Canción de Roldán, para recordar una expedición de los francos que acabó en fracaso al retirarse por el paso de Roncesvalles. Nidos de águilas, leyendas de dragones, pequeñas y pétreas iglesias, fortalezas defensivas y la milagrosa Lourdes, antecedieron a las modernas instalaciones termales y las atractivas estaciones actuales para disfrute de esquiadores. Y, siempre, en paisajes plenos de reposada belleza, que, desgraciadamente, apenas pueden disfrutar los ciclistas, necesariamente ensimismados en el titánico esfuerzo que representa acceder a las cumbres o lanzarse a tumba abierta después de coronarlas.

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