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BALONCESTO

Siempre a vueltas con Gobert

El pívot tampoco pudo ser dominante en el estilo FIBA y desapareció de la rotación principal en los cruces. Así apareció la mejor versión de Francia.

Siempre a vueltas con Gobert
ARIS MESSINISAFP

Rudy Gobert tiene otra plata olímpica, la segunda en una trayectoria que también incluye, con Francia, dos bronces mundiales y una plata y un bronce continentales. En la NBA es cuatro veces Defensor del Año (el máximo histórico a la altura de Ben Wallace y Dikembe Mutombo), la última la temporada pasada, y tres veces all star. En once años con Utah Jazz y Minnesota Timberwolves ha ganado, solo en contratos con esas dos franquicias, más de 217 millones de dólares. Y, con 32 años, tiene asegurados otros 90,4 las dos próximas temporadas.

Desde luego, son los números de una carrera extraordinaria, más de lo que se podía esperar para un número 27 de draft (2013). Y sin embargo, los Juegos de París han vuelto a ser un sí, pero no, una experiencia dulce (medalla de plata, al fin y al cabo) pero también amarga para un jugador de 2,16, con unas facultades descomunales (2,35 de envergadura) y una capacidad para polarizar opiniones igual de grande.

Gobert, para empezar, cae mal en muchos círculos de la NBA, incluida una buena parte de unos jugadores que han hecho poco por disimularlo. Fue, un mal asunto para él, el chico del póster de la llegada del COVID a la NBA y el deporte profesional estadounidense: el primer caso confirmado, el que anunció el cierre de la competición y una semanas terribles en las que Gobert tuvo encontronazos con otros jugadores (incluido Donovan Mitchell, por entonces la otra estrella de los Jazz) mientras se convertía en el centro de muchas críticas por cuestiones de poco gusto y mal timing: poco antes de dar positivo, por ejemplo, tocó los micrófonos de los periodistas para burlarse de las normas de distancia social que acababa de introducir la NBA.

En los Juegos, con su selección y en su país, Gobert acabó con unas medias impropias de un jugador de su rango: 3,3 puntos, 4 rebotes, 1,3 tapones y 7 de valoración. Y solo promedió 14 minutos por noche porque en los cruces, en el camino de Lille a París, salió de la rotación: jugó 18, 27 y 18 minutos en los tres partidos de la primera fase, y se quedó en 19 en total en los tres de eliminación, las victorias contra Canadá y Alemania y la derrota apretada contra el Team USA. Cuando Francia se planteó cambiar su estilo y su rotación para ofrecer otra imagen, él fue el gran sacrificado. Dejó de formar pareja interior (unas torres gemelas muy fallidas) con Victor Wembanyama y dejó a la nueva sensación de los Spurs como referencia interior (para este torneo... y parece que para muchos, muchos años) rodeado por un equipos más ágil y agresivo, en el que ganaron importancia en el frontcourt Yabusele y Lessort.

Con Gobert ha pasado más veces. Se podría entender por cuestiones de estilo, pero no debería ser así con un jugador que tendría que ser una estrella, un referente. En la NBA se debate hasta la nausea si cobra demasiado o no, si es una estrella o no, si puede ser un jugador importante cuando llega lo mollar de los playoffs o no. Se ha visto relegado al banquillo en eliminatorias contra equipos que obligaban al suyo a jugar pequeño. En gran parte, se acepta, por culpa de la propia evolución del juego y de la masificación del small ball: el juego de cara y lejos del aro, con una lluvia incesante de triples, que penaliza a los interiores de vieja escuela y premia a las defensas más elásticas, con más capacidad para cambiar constantemente las asignaciones. Pero, entonces, ¿merece la pena invertir en él uno de los salarios más altos de la liga? Y el debate vuelve a empezar.

Lo que es muy mala noticia para Gobert es no haber podido ser determinante con Francia, en el nivel de selecciones y, sobre todo, en el estilo FIBA que, por forma de jugar y reglamento (no hay tres segundos defensivos), debería ser óptimo para un jugador de su envergadura y su capacidad de intimidación. Al estilo de lo que sucede con Edy Tavares, que no se hizo sitio en la NBA pero ha sido uno de los jugadores más dominantes en la Euroliga de los últimos años.

Gobert fue criticado por su actuación en los primeros partidos. Cuando apenas jugó contra Canadá, en cuartos (el partido del cambio y la resurrección gala), aseguró que tenía un problema en un dedo y que había tenido que pasar por el quirófano, cosa que negó su entrenador, Vincent Collet, que abrió la puerta públicamente a los motivos tácticos para la desaparición de un Gobert que la pasada temporada brilló con los Timberwolves, un toque de redención después de una primera temporada difícil en Minnesota, la ciudad a la que había llegado después de que los Wolves pagaran por él un precio de megaestrella: cinco jugadores, incluido Walker Kessler, el número 22 del draft de ese verano (2022), cuatro primeras rondas y el derecho a intercambiar una quinta. Todo iba mucho mejor, al menos hasta que los Wolves no pudieron rematar lo que podría haber sido la mejor temporada de su historia con el billete para las Finales. Después de eliminar a Suns y Nuggets, cayeron en la final del Oeste (la segunda de su historia) contra los Mavs de Luka Doncic.

Después del torneo, Gobert dejó claro que puede ser uno de los que ponga punto y final a su carrera con la selección francesa, igual que otros veteranos ilustres como Nico Batum y Nando de Colo: “Pese a la decepción de la final, sabemos que tenemos que estar orgullosos, que había que apreciar ese momento porque puede ser el último para Nicolas, para Nando, para mí… No sé qué voy a hacer, tengo que verlo. Solo sé que intento apreciar cada momento”.

Gobert, al que ya acompaña un aura de jugador de figura triste, tiene otra plata olímpica, eso es lo más importante. Pero lo cierto es que ha vuelto a ser objeto de debate, otra vez no ha sido tan líder ni tan dominante como se esperaba de él y otra vez los ajustes de su equipo (de una manera o de otra) han pasado por apartarlo de la rotación principal y jugar de otra manera. El debate nunca acaba con él y, a estas alturas, es probable que, sencillamente, siempre vaya a ser así.

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