Pau Gasol, el relámpago y los Lakers
Un traspaso que nadie vio venir y en el que viajaron a Memphis los derechos de su hermano Marc convirtió a Pau Gasol en jugador de los Lakers.
Lo primero, claro, fue el traspaso. Que ESPN tituló así: “Con una necesidad acuciante de ayuda para su juego interior, los Lakers se hacen con Pau Gasol”. Para entonces, 1 de febrero de 2008, Gasol había dejado de ser el espigado amasijo de extremidades que había llegado a la NBA, en 2001, como la promesa fulgurante de un jugador superior. Estaba en su séptima temporada en la gran Liga con un cuerpo ya preparado para las batallas (grind) de las zonas NBA, obviamente las más exigentes del mundo. Era vigente campeón y MVP del Mundial con la Selección española, un año y medio antes, y tenía las cicatrices de sus doce derrotas sin ninguna victoria (tres eliminaciones por 4-0) con Memphis Grizzlies, el equipo con el que había sido Rookie del Año en 2002 y all star en 2006.
Lo primero fue el traspaso, una puerta que abrió un nuevo mundo, terreno desconocido, para el baloncesto español. Dónde había llegado ya y un vistazo a dónde iba a llegar en los siguientes años. Los Angeles Lakers, la madre de todas las franquicias, había ido a por Pau Gasol para romper lo que estaba siendo un techo demasiado bajo para el mismísimo Kobe Bryant, una estrella bajo mucha presión y al que las cosas no le habían ido bien desde su sonado divorcio deportivo, en 2004, de un Shaquille O’Neal que, el colmo de todos los males, había ganado (con Miami Heat, en 2006) un anillo antes que él. Los Lakers y Kobe Bryant, una unión que era pura zozobra por entonces, eligieron a Pau Gasol para estabilizarse, reestructurarse y levantar definitivamente el vuelo. En los siguientes 28 meses, esos Lakers (Kobe Bryant, Pau Gasol) jugaron tres Finales y ganaron dos títulos. Pero primero fue el traspaso.
Pau Gasol no fue, por lo tanto, parte de una operación mayor ni una pieza que daba tumbos por el mercado: fue el objetivo, la llave. De hecho, una franquicia tan estruendosa como los Lakers se movió en silencio y a velocidad felina, un trade ninja, para que nadie se adelantara, les copiara la idea o pudiera reaccionar. Así que la noticia aterrizó como un saco de ladrillos en el suelo de los salones de la NBA. Y si bien un ejecutivo anónimo pedía prudencia en Sports Illustrated hasta ver cómo encajaba Pau con la idiosincrasia tan especial de Kobe y un entrenador como Phil Jackson, el Maestro Zen, la mayoría de los análisis eran como una boca abierta de par en par. Hasta CBS reconocía las posibilidades de la operación aunque avisaba de que Kobe había pedido poco antes un refuerzo de lujo para el backcourt: Jason Kidd, que se retiró en 2013 como el segundo jugador con más asistencias de la historia (por delante, lejísimos, John Stockton). Había sido el penúltimo escándalo en los Lakers, la filtración de un vídeo en el que Kobe pedía, no precisamente con buenas palabras para su joven compañero, traspasar al prometedor pívot Andrew Bynum y hacerse con Kidd.
El periodista Marc Stein definió el traspaso por Pau Gasol como el grand theft: el gran robo. SportsHubLA hacía rimas -”Lakers go Pau and It’s a real wow!”- y anticipaba cosas buenas de verdad: “¡Y Pow! Así sonó el golpe de los Lakers, un directo al mentón de sus principales rivales en el Oeste, San Antonio Spurs y Phoenix Suns. Y un golpe en el plexo solar de toda la NBA. Da igual cómo de cuidadosos están siendo en la franquicia para disimular la euforia, es imposible que no estén soñando con un desfile de campeones por Figueroa St. Los Lakers van a tener un frontcourt con los 213 centímetros y los 216 de Pau Gasol complementados, porque ahora pasa a ser un complemento de lujo, por los 208 de Lamar Odom”.
“Es cuestión de ponernos en marcha...”
En el equipo angelino, que llevaba dos años cayendo en primera ronda, las expectativas también se dispararon. Odom predijo que el único límite era “el cielo” y Kobe dejó claro que aquello era exactamente lo que quería para su vestuario y lo que había esperado de la única franquicia en la que jugó (1996-2016) en la NBA: “Es un gran paso, muestra un gran compromiso por parte de nuestra organización. Vamos a tener mucha envergadura, mucha versatilidad. Ahora es cuestión solo de encajar todo, de ponernos en marcha y hacer camino”.
Phil Jackson, que llevaba nueve anillos como entrenador y estaba a punto de añadir dos más a su joyero, era comedido en público: “Necesitábamos puntos en la zona tras la lesión de Bynum. Y también nos gusta mucho lo bien que pasa la bola Pau”. Pero entre bastidores, sabía que manejaba dinamita. En el documental Legacy, la profunda disección de la familia Buss (propietaria de la franquicia desde 1979) que se puede ver en Disney+, Jackson se parte de risa en unas imágenes de archivo en las que le preguntan qué le había dicho al general manager Mitch Kupchap cuando este le aseguró que podía “cambiarle a Kwame Brown por Pau Gasol”: “No, qué va” (no, you can’t) se burlaba, absolutamente satisfecho con el giro que habían tomado los acontecimientos.
La operación, no suele ser así cuando se mueve artillería pesada en la NBA, había salido de la nada, sin filtraciones ni rumores llamativos. Jeanie Buss, la heredera del imperio que está hoy al frente de la franquicia, explica en Legacy que sabían lo que se traían entre manos: “Si se hubiera filtrado algo, otro equipo habría ofrecido más por Pau o habría convencido a los Grizzlies de que no podía dejar que nosotros mejoráramos tanto”. Y Mark Cuban, propietario de Dallas Mavericks, confirma las sospechas de Jeanie: “Hay traspasos de otros equipos con los que estás más contento que con otros. Con alguno piensas que te ha ido bien, pero con otros, como este, piensas ‘mierda, esto es malo’”.
Así que los Lakers estaban radiantes y los rivales mosqueados. ¿Y Pau? En shock: “No podía procesarlo, era algo que no me esperaba, pero me abrió un mundo nuevo para poder seguir ganando”. Kupchak, el general manager que cerró el trato, se felicitaba por el resultado… y por el modus operandi: “Fui a ver a Phil Jackson y le dije ‘lo hemos hecho bien, ¿eh?’ No se enteró nadie de nada hasta la noche anterior”.
La llegada de Pau Gasol, ya mucho más que un chico de Sant Boi, fue la cura definitiva para las heridas que habían estado a punto de desangrar a una franquicia agitada por las coces de Kobe Bryant, que había pedido el traspaso después de la temporada 2006-07. Un sainete escandaloso orquestado en el programa de Stephen A. Smith y rectificado después de, en teoría, una charla con Phil Jackson. Los Lakers, un manojo de nervios, llevaban dos años perdiendo en primera ronda de playoffs después de ni siquiera estar en las eliminatorias en 2005, el primer año sin Shaquille O’Neal. Cuyo anillo en Florida, no está de más recalcarlo, hervía en el corazón de Kobe.
Shaq se había ido después de la derrota en las Finales de 2004, cuando ya era obvio que los dos superhéroes que habían ganado tres títulos seguidos juntos (2000-02) no podían seguir bajo el mismo techo. En ese verano también se marchó Phil Jackson, cuyo regreso un año después era un perfecto imprevisto tras la publicación de un libro (“The last season: a team in search of its soul”) en el que afirmaba que Kobe era, literalmente, imposible de entrenar (“uncoachable”).
Pero el embrujo del Doctor Jerry Buss, el padre de Jeanie y el arquitecto del Showtime, funcionó. Siempre funcionaba. Phil Jackson volvió, Kobe prometió calmarse y hasta Derek Fisher recuperó las ganas de ser un laker tras una espantada que tuvo que ver, también, con aquella drenante temporada 2003-04, tras la que Gary Payton fue enviado a Boston y Karl Malone no volvió a jugar. Durante los siguientes tres años, Kobe vio como los Lakers se quedaban sin playoffs por primera vez desde 2004, segunda desde 1976 y quinta en su historia. Y, sobre todo, comprobó que los títulos de Máximo Anotador (35,4 puntos en la 2005-06) y las actuaciones sobrehumanas no valían para nada porque su estrella, sacudida por los conflictos y sin victorias de relevancia, empezaba a languidecer. Pese al partido de los 81 puntos contra los Raptors; Pese a aquel de los 62 en tres cuartos (62 él, 61 su rival al completo) a los Mavs. Hacía falta algo más. Otro enfoque.
De robo a un traspaso perfecto
A toda la marejada de esos Lakers, que necesitaban corregir una obvia curva descendente, se sumó la lesión de rodilla (13 de enero de 2008) de Andrew Bynum, una desgracia que obligó a los Lakers a moverse por la vía rápida porque el riesgo era perder el hilo de una temporada 2007-08 que había comenzado con un excelente 25-11. Bynum había sido seleccionado, pese a que los médicos no aconsejaban lidiar con sus problemáticas rodillas, con el número 10 en 2005. Con 17 años y 244 días, se convirtió en el drafteado más joven de la historia. De hecho, seguía siendo el jugador más joven de toda la NBA durante su segunda temporada. Y estaba rompiendo en pívot importante: promedió, en los 35 partidos que jugó hasta su lesión, más de 13 puntos y 10 rebotes.
Con esa coyuntura echando más leña a todos los fuegos que cercaban al equipo, los Lakers fueron creativos, ambiciosos… y rápidos. El 1 de febrero de 2008, una fecha clave en la historia del baloncesto español, Pau Gasol fue traspasado desde Memphis Grizzlies a Los Angeles Lakers junto a una segunda ronda del draft de 2010 (acabó siendo Devin Ebanks) a cambio de Kwame Brown, Javaris Crittenton, Aaron McKie, los derechos sobre Marc Gasol y dos rondas de draft: la primera de 2008 (los Grizzlies eligieron a Donte Green) y la primera de 2010 (Greivis Vasquez). El traspaso se consideró un absoluto robo y Kupchak, se apuntó uno de los grandes tantos de su trayectoria en los despachos: “Pau es un jugador de nivel all star que puede anotar y rebotear y que todavía es joven. Creemos que este movimiento nos hace más fuertes en el corto y en el largo plazo”. A muchos les costó dar crédito a la operación que los Lakers habían colado a los de Tennessee. Gregg Popovich, el legendario entrenador de San Antonio Spurs, uno de los damnificados por la crecida de los Lakers, ni siquiera aceptó años después que la extraordinaria evolución de Marc Gasol había dado cierto equilibrio al trato: “Por favor… por favor” contestó, entornando los ojos.
Popovich, claro pensaba en ser campeón de la NBA y no le importaba lo más mímimo la reconstrucción en la que se tenía que meter, a la fuerza, Memphis Grizzlies. Sin embargo, con los años sí se ha considerado que esa operación, el trade que implicó a los dos hermanos Gasol, acabó siendo óptimo para las dos franquicias. No había sido así en el análisis cortoplacista (y con razón en ese contexto, ciertamente) pero el juicio del tiempo fue generoso: no siempre tiene que haber un perdedor en todos los traspasos.
El contexto y el momento ideal
Memphis Grizzlies había vivido, a lomos de Pau Gasol, un trienio de bonanza (2004-06) saldado con las citadas tres visitas a playoffs sin ninguna victoria (4-0 ante Spurs, Suns y Mavericks). Después llegó una temporada de 22-60 (Pau se perdió los primeros 23 partidos por la lesión en el pie que sufrió en el Mundial de Japón) a la que siguió un triste 13-33 cuando se anunció el traspaso. El público de Memphis había vuelto la espalda a un ala-pívot español al que perseguía, la frustración de darse siempre contra el mismo obstáculo, el sambenito de jugador lleno de talento pero blando. El último partido (28 de enero) de Pau Gasol con unos Grizzlies que aborrecían el regreso a las catacumbas fue un muestrario de que el traspaso se había convertido en lo mejor para todas las partes: 84-103 en casa ante los Mavericks, solo 13 puntos y 5 rebotes para el español, que debutó con los Lakers (5 de febrero) en Newark, hogar todavía de New Jersey Nets, con 24 puntos y 12 rebotes para un triunfo (90-105) que se enmarcó en una racha de diez victorias que puso una sonrisa de oreja a oreja en la cara de Kobe Bryant. Los buenos tiempos habían vuelto.
Los Lakers cerraron el curso con un 27-9 desde el traspaso y un 57-25 total. Líderes del Oeste y de vuelta en las Finales de la NBA, que perdieron en seis partidos contra los Celtics. Pero desde ahí enlazaron otras dos Finales, saldadas con dos anillos: 4-1 ante los Magic en 2009 y 4-3 ante los Celtics en 2010, con su primer séptimo partido ganado en una final al eterno rival del Atlántico. Gasol fue all star en 2009, 2010 y 2011 y rozó el nivel MVP en esa serie ante los Celtics (18,6 puntos, 11,6 rebotes, 3,7 asistencias y 2,6 tapones por partido). Y, como un año antes contra Dwigth Howard, se sacudió el estigma de blando en una pelea antológica contra los Kevin Garnett, Rasheed Wallace y Kendrick Perkins. Andrew Bynum, que no estaba en 2008, sí jugó aquella final pero lo hizo muy mermado por, otra vez, esos problemas de rodilla finalmente fatales.
Así que es obvio que los Lakers obtuvieron lo que querían con el traspaso por mucho que, en los márgenes, no cuajara aquella elección que fue Devin Ebanks (tres años en Los Angeles sin pasar nunca de los 16,5 minutos y los 4 puntos de media por partido). De hecho, Pau Gasol pudo haber sido una pieza esencial en la siguiente evolución de la franquicia de no haberse vetado su salida a Houston Rockets en la operación que iba a convertir a Chris Paul en base de los angelinos. Abortado por David Stern, como patrón improvisado de unos descabezados New Orleans Hornets, ese movimiento frustrado fue uno de los motores del caos disparatado que fue la franquicia en los siguientes años: seis seguidos sin playoffs, lo nunca visto, hasta la llegada de LeBron James y Anthony Davis y el regreso a la cima, en octubre de 2020 y en la burbuja de Florida. El decimoséptimo anillo.
Marc, un pilar en los mejores Grizzlies
Pero el verdadero análisis revisionista afecta, claro, a Memphis Grizzlies. Seguramente porque en su momento era casi imposible (más en aquel lado del Atlántico) calcular el impacto que iba a tener sobre la historia de la franquicia Marc Gasol (número 48 del draft de 2007), que había sido campeón del mundo en 2006 y que, eso sí, cerraba ciclo ACB en Girona con una temporada monstruosa (16,1 puntos, 8,3 rebotes y 27,8 de valoración por partido). En la NBA, Marc fue tres veces all star, Mejor Defensor (2013), integrante del Mejor Quinteto (2015) y, claro, campeón, ya en 2019 y tras ser enviado de Memphis a Toronto. Y es considerado, por consenso, uno de los mejores pívots puros de la Liga en la década (2010-20) que abarcó sus mejores años. Pruebas del idilio con Tennessee: 58 millones por cuatro años en 2011 y el entonces histórico contrato de más de 110 millones por cinco campañas que firmó en el verano de 2015. Los Grizzlies de Marc estuvieron siete temporadas seguidas en playoffs (jugaron la final del Oeste en 2013) y cuatro por encima del 60% de victorias en Regular Season. Un impacto que era imposible evaluar, más si se tenían en cuenta al resto de piezas del traspaso de los Gasol:
-Kwame Brown, uno de los peores números 1 de draft de siempre (2001), llevó a Memphis un buen contrato para ganar espacio salarial futuro (9,1 millones que expiraban aquel junio de 2008). Sólo jugó 204 minutos con los Grizzlies antes de irse en la siguiente temporada, y como agente libre, a Detroit Pistons.
-Javaris Crittenton había sido número 19 del draft de 2007 y jugó 35 partidos con los Grizzlies antes de salir con destino Washington (donde acabó poco después una maltraída carrera NBA) en un traspaso múltiple el 10 de diciembre de 2008. Ahora cumple pena de 23 años de cárcel tras declararse culpable de asesinato.
-Aaron McKie era un veterano con 13 años de experiencia en la NBA que no había jugado aquella temporada en los Lakers y no lo hizo tampoco con unos Grizzlies que le cortaron el 9 de mayo de 2008.
-En cuanto a los rookies que salieron de las dos rondas de draft que recibieron los Grizzlies, Donte Greene fue traspasado en la misma noche del draft a Houston Rockets en una operación múltiple en la que los de Tennessee se hicieron con Darrell Arthur. Greivis Vasquez jugó 70 partidos con la franquicia y el 24 de diciembre de 2011 fue traspasado a New Orleans Hornets a cambio de Quincy Pondexter.
El éxito de los Grizzlies, enraizado en esta operación, acabó siendo indudable. Tras dos temporadas seguidas en 22-60, firmaron otra de 24-58. Era la primera con Marc (2008-09). En la siguiente llegaron a 40 triunfos y desde el inicio de la 2010-11 tuvieron un balance en Regular Season de 248-146, entre los cinco mejores de la NBA en ese lustro. Un éxito asentado en la estabilidad deportiva (con Mike Conley y Marc como referentes) y la creación de un estilo (el grit and grind) que comenzó con Lionel Hollins y siguió con Dave Joerger: defensa, juego duro y muy físico, mucha vieja escuela y máxima competitividad cada noche. El final del proyecto comenzó con la salida de Tony Allen y Zach Randolph y acabó con el adiós de Marc y Mike Conley. El pívot español fue traspasado en febrero de 2019 a Toronto Raptors, una franquicia que veía opciones de hacer algo grande (lo logró) con Kawhi Leonard como fugaz referente. Los Grizzlies sa llevaron a CJ Miles, Jonas Valanciunas, Delon Wright y una segunda ronda de draft. Y Marc evitó el rumoreado traspaso a los menos competitivos Hornets y encajó como un guante en unos Raptors que fueron campeones apenas cuatro meses después.
Después de proclamarse campeón de la NBA, Marc ganó el Mundial 2019 con España tras acogerse a la player option de su último año de contrato. Siguió en Toronto a cambio de 25,5 millones de dólares y el siguiente otoño, por fin como agente libre, decidió cerrar el círculo de los Gasol: firmó por dos temporadas en los Lakers, el equipo que lo drafteó y lo envió a Memphis en la operación por Pau. Quería buscar allí, junto a LeBron y Davis, su segundo anillo, los mismo que ganó su hermano... también con la franquicia angelina y después de un traspaso que pasó de objeto de burlas a operación perfecta. Pero las cosas no salieron bien y Marc acabó jugando solo una temporada en L.A. y dejando la NBA tras un traspaso-puente, septiembre de 2021, precisamente a su viejo hogar, Memphis Grizzlies, donde fue cortado cinco días después.
Pero esa es otra historia. Esta es la de Pau, su hermano mayor, y los Lakers. Una de las más importantes y transformativas de la historia del deporte español. Una que, como todas, tuvo un inicio, un punto de partida. Y fue, claro, el traspaso: 1 de febrero de 2008. Cuando los Lakers, con una necesidad acuciante de ayuda para su juego interior, se hicieron con Pau Gasol y dejaron con la boca abierta a toda la NBA.