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DENVER NUGGETS

Mike Malone, enfadado con los Nuggets

El entrenador y la gerencia no estarían pasando por su mejor momento después de un mercado de fichajes en el que los Nuggets apenas se han movido. La renovación de Murray intenta paliar los ánimos.

Mike Malone, enfadado con los Nuggets
C. MORGAN ENGELAFP

Los Nuggets no están pasando por su mejor momento. La franquicia de Colorado, que ganó el primer campeonato NBA de su historia en 2023, sufrió el chasco de caer eliminada en semifinales de Conferencia el curso pasado, perdiendo además el séptimo y definitivo partido en la Mile High, donde la espectacular altitud no impidió la victoria de los jóvenes e imberbes Timberwolves. Un revés, mínimo un papelón para un equipo que se las vio y se las deseó en primera ronda contra los Lakers (un 4-1 engañoso con 8 puntos totales de diferencia en toda la serie), en una eliminatoria igualadísima en la que cada uno de los encuentros pudo caer de cualquier lado. Kentavious Caldwell-Pope reconoció después que sintió que deberían haber perdido esa serie. Una que causó mella en el físico del que entonces era el vigente campeón, filtrándose que Nikola Jokic había acabado muy cansado la temporada y acabó fatigado ante los Wolves.

Tras eso, los Nuggets se han visto inmersos en un verano en el que no han hecho nada. Tras la consecución del anillo en 2023 perdieron dos piezas muy importantes como Jeff Green y Bruce Brown, mientras que en el presente mercado han dejado escapar al mencionado Caldwell-Pope, que ha puesto rumbo a los Magic. La plantilla es cada vez más corta, un síntoma que ya tuvo consecuencias en los últimos playoffs, y la inoperancia de la gerencia, que se ha mantenido inmóvil, arroja muchas dudas sobre el futuro de un equipo que empezó la temporada pasada como uno de los principales favoritos y afronta la que viene en un mar lleno de incertidumbre. Nikola Jokic sigue siendo el estandarte, viene de conquistar su tercer MVP y es el mejor jugador del mundo en la actualidad (junto a Luka Doncic, Giannis Antetokounmpo y poco más), pero tiene cada vez menos elementos a su alrededor para desarrollar su infinito talento.

Por ahí anda también Jamal Murray, otro del que nadie sabe si fiarse. Anotó 35 puntos en el séptimo partido ante los Wolves, pero su irregularidad y su capacidad defensiva se han puesto de manifiesto. Y viene, además, de cuajar unos Juegos Olímpicos con Canadá muy pobres: 5,7 puntos, un 33% en tiros de campo y un 10% en triples. Lejos de su mejor forma física, con el tren interior muy tocado y con todavía síntomas de esa rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda de 2021, una lesión que ha impedido a muchos jugadores volver a ser los mismos, da la sensación de que el base va dando tumbos, con ausencias muy grandes y ramalazos de talento (como los dos tiros ganadores contra los Lakers en primera ronda) que no son suficientes para mantener la que habría sido una de las mejores duplas de la historia. Nadie sabe si la calidad del playmaker volverá a ser la que era. De momento, ha sido renovado en las últimas horas por 208 millones en cinco temporadas en un movimiento que viene más dirigido a paliar los ánimos que otra cosa y que además hipoteca a la franquicia de cara a posibles movimientos en el mercado de febrero.

El resto de la plantilla la llenan caras conocidas que han estado en el equipo: las más importantes y que fueron esenciales en la consecución del anillo son Aaron Gordon (un seguro de vida) y Michael Porter (que metió todos los triples ante los Lakers y los falló todos contra los Wolves). Una plantilla cada vez más corta, sin apenas rotación (Payton Watson, Christian Braun...), que obliga a Jokic a jugar muchos minutos y al equipo a rezar cuando el serbio se siente en el banquillo. Y con la única adquisición de Russell Westbrook, esa estrella estrellada que va y viene, que busca e intenta, pero que va de un equipo a otro sin beneficiar a nadie aunque la culpa no sea siempre suya. Un panorama complicado si tenemos en cuenta que la Conferencia Oeste está más abierta que nunca y que los Nuggets (ya les pasó el año pasado) están obligados a pelear hasta el final para conseguir una buena clasificación de cara a playoffs y la ventaja de campo en primera ronda. Desgaste, desgaste y más desgaste. No hay más.

Mike Malone, enfadado

Otro de los que sigue es el entrenador, un Mike Malone que encara su 10ª temporada en el banquillo... y que no está muy contento con la situación. Diversos medios norteamericanos han informado de que la directiva y el técnico no se miran a los ojos y que los pocos cambios a los que se han visto sometidos los Nuggets han provocado que Malone esté enfadado. No es para menos: nadie sabe hasta qué punto ha sido consultado ni qué piezas ha reclamado. Lo único que se ha filtrado es que el fichaje de Westbrook ha sido una petición especial del propio Jokic y que la directiva, inmersa como todo el mundo en la era de los jugadores empoderados, se ha visto obligada a ceder ante la petición del serbio. Aunque la sensación que hay desde fuera es que no han puesto demasiada resistencia, ni al fichaje de Russ ni a la pérdida de Caldwell-Pope. Y que tampoco han puesto demasiado interés en que lleguen otros jugadores a la entidad.

Así están las cosas en los Nuggets. Con cada vez menos elementos para intentar el asalto al anillo mientras los Wolves mantienen un bloque competitivo, los Mavericks se hacen con Klay Thompson y los Thunder forman una plantilla que puede optar a absolutamente todo lo que se proponga. Con Nikola Jokic acabando las temporadas cansado, Jamal Murray generando más dudas que certezas y Russell Wesbrook en el equipo y todo lo que eso puede suponer. Con los rivales directos más fuertes, el Oeste más impredecible y ellos más flojos. Con el recuerdo del anillo de 2023, esa sinfonía de oro en las Rocosas que permitió el primer anillo de una franquicia nacida en la ABA, pero con un futuro cercano que ni siquiera puede vivir de los sueños. Y con Mike Malone, ese entrenador peculiar con un modus operandi que va desde la rueda de prensa a la pista, enfrentado a la directiva. Tienen de todo. Y en todos los lados. Mala cosa.

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