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DALLAS MAVERICKS

Luka Doncic, año V: ¿y ahora qué?

Tras pisar las finales del Oeste, los Mavs de Luka Doncic luchan por dar un paso más en el proyecto, pero con un equipo algo limitado.

Ya consolidado como una estrella histórica, Luka Doncic quiere seguir optando al MVP mientras se acerca al premio más deseado: el anillo.
Jerome MironUSA TODAY Sports

El 4 de enero del 2000, Mark Cuban compró la mayoría de las acciones de los Mavericks. Desde entonces, la nueva era que se inició en la ciudad de Dallas siempre ha tenido una estructura de pilares muy sólidos y una forma de hacer las cosas clara e inamovible: un proyecto en torno a un solo jugador al que rodear de una buena intendencia, intentos de entrenadores a largo plazo y un cuidado reverencial a la estrella de turno. Durante 21 años, esa figura fue la de Dirk Nowitzki, que recogió los frutos del trabajo con el anillo de 2011, el único en la historia de la franquicia. Dos Finales y un título fueron suficientes para valorar positivamente las más de dos décadas de esfuerzo para conseguir el mayor premio que se puede conseguir en la NBA. Y una carrera legendaria para un jugador único, titánico, enormérrimo, ligado ya para siempre a los libros de historia del baloncesto, del deporte norteamericano, de la mejor Liga del mundo.

El testigo de Nowitzki lo recogió Luka Doncic. De hecho, la última temporada de la carrera del alemán fue la primera del esloveno en la NBA. Fue en 2018, tras conquistar la Euroliga con el Real Madrid y llegar a la mejor Liga del mundo como una promesa que llegaba a un equipo en el que había brillado otro europeo. ¿El mejor de la historia? En el auge de Giannis Antetokounmpo, ya es difícil asegurarlo, así como con Nikola Jokic. En esa lista le debería también pasar Doncic con el paso de los años, De una forma u otra, la llegada de la joven estrella a Dallas no varió un ápice la estructura de la franquicia: Mark Cuban apostó por otro proyecto a largo plazo, con otro jugador europeo y empezó a construir alrededor de él, a contentarle con extensiones millonarias en cuanto pudo e incluso a despedir a una figura esencial para la historia reciente de la franquicia como Rick Carlisle con tal de contentarle.

Doncic encara su quinto año en la NBA. Lo hace con una plantilla teóricamente mejor que la del año pasado, con un Jason Kidd que llegó como recambio de Carlisle, igual que el propio Carlisle sustituyó a Avery Johnson y sus limitaciones tácticas en momentos clave (la defensa a Dwayne Wade en las Finales de 2006, la derrota ante los Warriors del We Believe un año después...) en 2009. Lo hace contento, concentrado, tras un verano en el que ha sido uno de los protagonistas del Eurobasket y con su eterna sonrisa en el rostro y unas ganas enormes de seguir su camino hacia el estrellato. Su calidad es incuestionable, desde su temporada sophomore es un fijo en el All Star y en los Mejores Quintetos y opositará al MVP, si todo va bien, año tras año en el corto y medio plazo. Un jugador generacional. Una estrella incuestionable. Un hombre que va de la mano de la épica y cabalga raudo y veloz hacia su lugar definitivo en el Olimpo. Pero...

Las cosas de Doncic

El punto de la carrera en el que se encuentra Doncic ya no vale con hacer triple-doble cada noche, hacer actuaciones estupendas y enamorar al público. El esloveno ya entra en una parte de su carrera en la que se le va a pedir algo más. Los problemas con su físico han sido una constante en los inicios de las últimas temporadas, en los Juegos Olímpicos y el Eurobasket se fatigó mucho, llegó muy cansado a las rondas finales y las carreras largas se basan en cuidados casi científicos del cuerpo, algo que Doncic tiene que cambiar radicalmente (por mucho que Kidd asegure ahora que se encuentra “mazado) si quiere estar más de 15 años en la Liga y estar a un gran nivel durante muchos años, algo inherente a las grandes estrellas de siempre. Y su actitud en pista también causa algún que otro daño a su reputación: las protestas constantes a los árbitros, muy permisivos con el esloveno (como con cualquier otra estrella), han llegado a sacar de quicio a una buena parte de la opinión pública, ese lugar en el que se ganan y se pierden las batallas que deciden las guerras. Y eso, a la larga, puede hacer mella en el trato que rivales y colegiados tengan hacia el esloveno.

Doncic todavía puede mejorar. En defensa, bien cubierto por el entramado creado por Jason Kidd, puede dar un salto más a la hora de cubrir un uno contra uno, siempre con la mente puesta en no desgastarse antes de tiempo y llegar fresco al final del partido. En ataque, mejorar el triple será su gran misión: las dos últimas temporadas ha mejorado hasta el 35%, pero si bien en los playoffs de hace un año (4-3 ante los Clippers en esa famosa serie en la que se ganaron todos los partidos, menos el último, fuera de casa) superó el 40%, en los últimos cayó a un 34,5% y en el Eurobasket, con algún enfrentamiento de excepción, su actuación desde el exterior dejó mucho que desear: 7 de 30 en triples en los 4 primeros partidos con 13 pérdidas. Acabó con apenas 14 puntos y expulsado en 35 minutos ante Polonia, y en medio de la competición continental sumó un bochornoso 0 de 8 desde el exterior ante la Bosnia de Dzanan Musa.

Considerándolo ya con 23 años un jugador históricamente bueno, Doncic debe mejorar estas cosas para establecerse definitivamente como un jugador franquicia que puede conducir a su equipo al anillo. Su forma física a inicios de curso y sus protestas a los árbitros están, en última instancia, muy relacionadas con la cantidad de pérdidas y su abuso del intento del triple están muy relacionados con su actitud. Cuanto más falla, más protesta. Si está más cansado (forma física) o llega peor al final del partido, falla más. Y, otra vez, más se desespera y más protesta. Un círculo vicioso que evitó con victorias inesperadas en los últimos playoffs, a los que llegó exhausto, al igual que el resto de un equipo que depende de su físico en demasía, a la serie ante los Warriors. Él, por fatiga y por sobreesfuerzo; los demás, por titánico sobreesfuerzo. Y, aun así, vimos actuaciones similares a la que hemos comentado: el 1 de 10 en triples fue su peor actuación, ante los Suns, previa a dos encuentros que acabó de forma idéntica (2 de 8). En total, 5 de 26 en tres partidos, una cifra paupérrima. Acabño los playoffs en 6 de 24 en solo dos partidos ante los Warriors, de nuevo lanzando mucho por cansancio, sin tener fuerzas ya para repetir la penetración y con una mala selección de tiro y... 4 pérdidas por noche en la fase final. Demasiado.

Plantilla limitada, rivales increíbles

Y ahora, la pregunta del millón: ¿hasta dónde pueden llegar los Mavericks esta temporada? Es difícil de predecir. La idea de un proyecto que mira al largo plazo sin renunciar a nada en el presente reside en mejorar cada año, en hacerlo siempre un poco mejor que en la ocasión anterior. Pero si el techo lo ponemos en las finales de la Conferencia Oeste, cuesta mucho imaginar que los Mavs vayan a llegar hasta ahí. La inercia del año pasado, unido a un cruce favorable en primera ronda ante unos Jazz en descomposición (pero sin Doncic los dos primeros partidos, todo hay que decirlo) y la mala dinámica de unos Suns que explotaron de forma inexplicable en semifinales, ler permitió pasar una ronda y pisar las finales de Conferencia (ambas cosas al mismo tiempo) por primera vez desde 2011. Pero la sensación fue que el equipo estuvo siempre por encima de las expectativas, y que el sistema no permite un nivel físico extremo que impide a los jugadores llegar frescos donde se juegan los títulos. Al final, 4-1 ante los Warriors, la diferencia de nivel real y un 3-0 inicial en una serie en la que siempre se les hicieron largos los partidos y donde la única derrota correspondió más a un relajamiento soberano del equipo de Steve Kerr, que sabe medir tiempos y esfuerzos, que a una superioridad manifiesta, nada palpable y que siempre brilló por su ausencia.

Por el resto, el equipo ha cambiado, pero no sabemos si a mejor. Jalen Brunson se va a los Kniocks y, sobrepagado o no, mostró en Dallas un nivel que desconocemos si va a tener un Christian Wood que no sabemos si empezará o no en el banquillo (no se terminan de aclarar) y que es innecesario al final de los partidos: para crear sus propios tiros ya está Doncic y los espacios para los tiradores los crea él. El niven defensivo de Wood es, como poco, cuestionable y su capacidad de adaptación ahora que no es la estrella de un equipo malo, una incógnita. Llega JaVale McGee y siguen Maxi Klebber, Reggie Bullock, Dorian Finney-Smith (estos dos últimos esenciales) y Spencer Dinwiddie, mientras que la recuperación de Tim Hardaway Jr. tampoco da esperanzas en defensa y la salida de Brunson deja sequía de bases: Ntilikina y Campazzo, si se confirma su presencia, serán los dos que acompañen a Doncic y Dinwiddie.

Así están las cosas en Dallas. Jason Kidd hizo un buen año extraordinario, pero necesita uno más para confirmarse en su puesto y que veamos si realmente ha mejorado lo suficiente como para convertirse en un entrenador definitivo, o lo del año pasado fue un equipo por encima de su nivel que llegó donde nadie se esperaba. Con Warriors, Suns, Clippers, Nuggets, Grizzlies y compañía será difícil asegurar la ventaja de campo, pero una vez en playoffs todo será una lucha a muerte y el físico y la voluntad de Doncic serán los que marquen el futuro. Porque esto es así, y que nadie lea lo que no está escrito: el esloveno es una estrella generacional. Un jugador único, sin parangón en la historia del baloncesto y de la NBA. Y, por mucho que tenga que pulir ciertos detalles, es el motivo principal y el argumento al que se aferran todos los aficionados a los Mavericks y los que no lo son. Porque en los anillos puede intervenir la suerte, las casualidades o la alineación de astros. Pero lo que no hay que menospreciar es algo que siempre es inherente a la consecución de los campeonatos. Y es que siempre se consiguen con una cosa que Doncic tiene por encima del resto: talento.