NBA

Los Lakers y el patrón oro del 33

La derrota de los Thunder en semifinales de la NBA Cup sirvió como otro recordatorio de que las 33 victorias seguidas suponen un récord que sigue pareciendo inalcanzable.

Jerry West y Wilt Chamberlain, los dos referentes de uno de los mejores equipos de siempre.
| Bettmann Archive
Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de AS.com. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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Romper el récord de más victorias en una regular season de la NBA es, desde luego y obviamente, una tarea durísima. Cuando los Lakers de la temporada 1971-72 ganaron 69 partidos (69-13), nadie los superó hasta 1996. Y tuvieron que ser, entonces, los Bulls de Michael Jordan en dos años primorosos, pluscuamperfectos: primero (1995-96) rebasaron las 70 victorias (72-10), algo que nadie había hecho, y un año después (1996-97) igualaron ese 69-13. Desde ahí pasaron otros veinte años hasta que (2015-16), el récord cayó de nuevo: los Warriors de Stephen Curry alcanzaron los 73 triunfos (73-9) en una temporada que acabó, para estropear lo que parecía una oda a la perfección, sin título de campeón. En probablemente las Finales más increíbles de la historia, los Cavaliers de LeBron James y Kyrie Irving voltearon un 1-3, algo que nadie había hecho en la lucha por el anillo, y robaron la gloria (3-4) a los Warriors, que respondieron fichando a Kevin Durant.

Desde luego, son marcas increíbles. Pero tal vez no sean las más difíciles de alcanzar y superar de la NBA, a nivel colectivo. Los Thunder llegaron el pasado curso a 68 victorias (68-14), con lo que igualaron la cuarta mejor cifra de siempre. Y esta temporada igualaron el mejor inicio en 25 partidos (24-1) de siempre, el de los Warriors en 2015. Un ritmo que, obviamente, abrió el debate de par en par: ¿podrán rebasar el 73-9? En eso parecía que estaban, si bien la semifinal de la NBA Cup les trajo su segunda derrota del curso y a partir de ahí han enlazado, algo que habría parecido increíble hace solo un par de semanas, cuatro derrotas en seis partidos: ahora 26-5 después de perder, también en Navidad, contra unos Spurs que ya les han ganado tres veces. Y que, básicamente, les han sacado en un puñado de días de las cuentas para soñar con superar a los Warriors de hace justo una década.

Aquella derrota en Las Vegas que abrió esta mala racha, contra Victor Wembanyama y unos Spurs que ascienden a zancadas hacia el rango de aspirantes al título, obliga a volver la vista a un récord que parece, los hechos lo demuestran, todavía más difícil que el de las 73 victorias: el de triunfos logrados de forma consecutiva y que los Thunder tampoco van a poder amenazar por ahora. Esa derrota cerró su racha en 16 victorias sin fallo, entre el 5 de noviembre y el 13 de diciembre. El récord estaba muy lejos… y ahora un contador casi imposible se vuelve a poner a cero. Nadie hará sombra, no por ahora, a los 33 triunfos consecutivos de aquellos históricos Lakers de la temporada 1971-72, una de las más especiales de la historia de la franquicia, y de toda la NBA, y que luego quedó algo enterrada bajo los increíbles logros de la versión del Showtime en los años ochenta, la que cabalgaba al ritmo de Magic Johnson pero subida en los hercúleos hombros de Kareem Abdul-Jabbar; e incluso de la del threepeat ganado por Kobe Bryant y Shaquille O’Neal.

Aquellos Lakers ganaron lo que entonces era récord, 69 partidos y tuvieron la mejor diferencia de puntos de siempre (+12,28) hasta que los Thunder acabaron el curso pasado con un tremendo +12,87. Pero son esas 33 victorias seguidas las que parecen intocables: los Warriors del 73-9 llegaron a enlazar 28, nadie ha estado tan cerca, pero lo hicieron a caballo entre dos temporadas, con cuatro victorias para cerrar la 2014-15, la del primer anillo de su dinastía, y el 24-0 con el que abrieron la 2015-16.

En una misma temporada, sin interrupciones veraniegas, el mejor dato sigue siendo las 27 seguidas de Miami Heat en la 2012-13, la mejor versión del big three LeBron James-Dwyane Wade-Chris Bosh y un equipo que acabó con un balance de 66-16. Y después, uno de los casos más particulares de la historia de la NBA: 22 seguidas de Houston Rockets en el curso 2007-08, un equipo que no pasó de 55 triunfos (55-27) y que había empezado con un discreto 24-20. A partir de ahí, estuvo 50 días sin perder, casi la mitad con su gran estrella, Yao Ming, fuera de las pistas por culpa de sus problemas en los pies y los tobillos. Fue un despunte increíble, basado en el ataque quirúrgico diseñado por Rick Adelman (que había sustituido al mucho más defensivo Jeff Van Gundy), liderado por Tracy McGrady y Rafer Alston, con un alero multiusos de primer nivel como Shane Battier y un Dikembe Mutombo de 41 años ocupando el lugar del gigantesco Ming. Más allá de estas, solo ha habido otras dos rachas de al menos 20. Una de Washington Capitals entre dos temporadas y una de los Bucks en la 1970-71, la que batieron un año después los Lakers.

West, Chamberlain y la ‘chispa celtic’

Así que, tras la derrota de los Thunder sin llegar a mitad de camino (16 triunfos seguidos), sigue a salvo ese 33-0 que enlazaron los Lakers entre el 5 de noviembre de 1971 y el 9 de enero de 1972. Otro récord que saca brillo a la franquicia del Showtime, Hollywood y los anillos bañados en grandes estrellas, batallas de leyenda con los Celtics (a lo largo de las épocas), pases sin mirar de Magic Johnson, ganchos de Kareem Abdul-Jabbar y alley-oops de Kobe Bryant a Shaquille O’Neal. Una tradición forjada en los años ochenta, con el Doctor Jerry Buss como propietario y una visión que se materializó en el viejo Forum: forjar celebrities en la pista a base de acumularlas en las gradas, capitalizar la vida social de L.A., jugar al baloncesto mejor de lo que nadie había jugado nunca. Abrir bocas de par en par: el Showtime. Desde el traslado de Mineápolis, en 1960 y ya con seis anillos (de ahí el nombre: en el Sur de California no hay lagos) hasta la llegada de Magic para unirse con Jabbar y, después, la de Kobe para unirse a Shaq.

De carrerilla, los mejores equipos de los Lakers son los de los 80: Magic y Kareem, primero con Norm Nixon y Jamaal Wilkes, después con Byron Scott, James Worthy o AC Green. O el de hace ya más de dos décadas, con Kobe, O’Neal, Fisher, Horry... el de un threepeat expresado por la dominación absoluta de los playoffs 2001, 15-1 con un net rating de +13,6, lo nunca visto hasta el 16-1 con un +16 de los Warriors 2017. Pero antes estuvo ese otro equipo, uno que no se suele recordar porque se nos hace lejano, porque no lo vimos y porque ganó después de perder mucho. Pero uno que fue esencial en la historia de la franquicia y que, de hecho, firmó la que sigue siendo una de las mejores temporadas de la historia de la NBA: los campeones de 1972.

Nadie ha perdido más Finales que Jerry West en la NBA: ocho de nueve jugadas. El único con siete en Elgin Baylor, que además no ganó ninguna. No hay nada igual porque después asoman ya las seis derrotas de LeBron James. West, el logo de la NBA, es uno de los mejores escoltas de siempre. Baylor, el precursor del juego aéreo de Julius Erving (primero) y Michael Jordan (después y para siempre), se consideró el mejor alero que había pisado una pista de baloncesto hasta que llegaron el Dr J y Larry Bird. Seguramente, los dos pasan más desapercibidos en los rankings históricos por esa avalancha de derrotas, casi todas contra los Celtics de Bill Russell. Por eso West es el único jugador con el MVP de unas Finales perdidas por su equipo (1969). Algunas inexplicables: siete hasta 1970, seis de ellas contra esos odiosos Celtics (en ocho años) y la última ante los Knicks. Esa pareció dejar herido de muerte a un equipo que tenía a West, a Baylor... y desde 1968 a Wilt Chamberlain, una de las armas de destrucción masiva más inmensas que han pisado las canchas de baloncesto. Si cuando ya no estaban los Celtics tampoco habían ganado, nunca iban a hacerlo. A esa conclusión, que de hecho parecía lógica, llegaron muchos.

En el verano de 1971, West tenía 33 años, Chamberlain 35 y Baylor 37. Los tres habían tenido lesiones serias en las dos temporadas anteriores. Y ni Butch van Breda Kolff ni Joe Mullaney habían conseguido que ese big three, explosivo, se expresara de verdad de forma colectiva, jugará unido cuando venían mal dadas. Una época se iba consumida por los años y las derrotas y sin ningún anillo, todavía y por increíble que pareciera, en L.A. Pero llegó Bill Sharman, el entrenador que lo cambió todo, el que abrió las puertas a lo que vendría una década después y el que creyó que a ese equipo le quedaba al menos un último asalto en las piernas. Sería, o no sería en absoluto, con una preparación física impecable y un ritmo de juego frenético que desmadejara a los rivales. Novedades que después imitaron todos (las sesiones de tiro en las mañanas de partidos, los entrenamientos con ejercicios por calistenia) y un juego de férrea defensa y transiciones rápidas. Una evolución de la recién clausurada dinastía de los Celtics de Red Auerbach: Wilt Chamberlain reconvertido en especialista defensivo, intimidador, reboteador y generador de contras disparadas por un Jerry West reubicado definitivamente como base y que recibía los pases del gigante, ya cuesta abajo, como antes Bob Cousy había recibido los de Bill Russell.

Sharman, no por casualidad, había sido cuatro veces campeón con los Celtics. Y, tampoco por casualidad, fichó como asistente a KC Jones, otra leyenda celtic que ganó ocho anillos seguidos como jugador (1959-66) y dos como head coach (1984, 1986), ya al frente del equipo comandado por Larry Bird y el segundo (el del 86) tras sellar otra de las mejores temporadas de siempre en la historia de la NBA. Así que esa es la gran paradoja olvidada: la primera piedra de la dorada historia de los Lakers en L.A. la puso la llegada (Sharman, Jones) de algo más que una pizca de la ética de trabajo y el estilo de juego de los Celtics que habían sido, y desde luego seguirían siendo y son, odiada némesis.

Aquellos Lakers, que parecían amortizados en verano, consiguieron que sus tremendas armas de ataque (West y Gail Goodrich formaron un backcourt espectacular) compartieran la bola y el protagonismo, que Chamberlain aceptara feliz ejercer de ancla y que los demonios se quedaran por una vez encerrados en el armario. No todos: con las rodillas hechas polvo e incapaz ya de seguir el ritmo de Sharman, Baylor se retiró el 4 de noviembre de 1971, después de jugar solo nueve partidos. Por eso, y aunque los Lakers le dieron después un anillo, no figura como campeón en los libros de historia. Paradójicamente, un día después (5 de noviembre) empezó (acabó el 9 de enero de 1972) esa mejor racha de victorias que acabó en Milwaukee (120-104) contra el equipo de Oscar Robertson y un Kareem que estaba ya cerca de dar el salto a L.A. y transformar la historia del baloncesto.

Sharman fue Entrenador del Año y West, Chamberlain y Goodrich all stars. El primero entró en el Mejor Quinteto y, junto a Chamberlain, en el Mejor Quinteto Defensivo. Después de un 6-3 en el primer mes de competición, y ya sin Baylor, llegó un 14-0 en noviembre, una racha que comenzó cuando West se recuperó de unos problemas de tobillo que le habían fastidiado el inicio de temporada. Un tramo que comenzó con muchos problemas contra Baltimore Bullets (110-106) y que incluyó un triunfo contra los odiados Celtics en lo que era el tercer partido en tres noches y con un increíble triple-doble de Chamberlain: solo tres puntos pero 31 rebotes, 10 asistencias y 13 tapones. En diciembre, tampoco hubo derrotas y se alcanzó (21) lo que ya era la mejor racha de triunfos de siempre, una que siguió hasta esas todavía inalcanzables 33. El último triunfo, contra los Hawks. En la racha, una media de 119,4 puntos, por encima del +12 en diferencia y con los rivales hasta ocho veces por debajo de 100 y 16 victorias por 15 o más.

En la temporada, Chamberlain promedió solo 14,8 puntos pero 19,2 rebotes y 4 asistencias. West se fue a 25,8 puntos y 9,7 asistencias. Goodrich, extraordinario, a 25,9 y 4,5. El hueco de Baylor lo ocupó un Jim McMillan que rozó el nivel all star (18,8 puntos y 6,5 rebotes como pegamento del equipo: defensa, velocidad, juego al poste, tiro...). Happy Hairston era un ala-pívot feroz (13 puntos y 13 rebotes de media, el único jugador que cogió 1.000 rebotes en una temporada al lado de Chamberlain) y uno de los obreros del banquillo era... Pat Riley, que se empapaba del estilo Sharman para empezar a pensar en el baloncesto total del Showtime, con el que ganó cuatro anillos como entrenador en los años 80.

Por entonces también fueron un récord (después superado) las 81 victorias que lograron esos Lakers entre regular season y unos playoffs en los que les sonrió todo lo que otras veces les había salido mal, todo lo que parecía haber sepultado aquel proyecto definitivamente con la eliminación de 1971 (sin el lesionado Jerry West) ante los Bucks de Kareem Abdul-Jabbar y Oscar Robertson, a la postre campeones. En playoffs, los Lakers superaron a Chicago Bulls (4-0) y a sus dos verdugos de los dos años previos, Milwaukee Bucks (4-2) y New York Knicks (4-1). Los dos campeones anteriores. Contra los primeros remontaron la paliza encajada en el primer partido (72-93) gracias en parte a la lesión de Oscar Robertson, mermado y fuera de juego en la segunda parte del sexto partido. En las Finales, los Knicks no tenían a Willis Reed (Jerry Lucas, un 2,03, tuvo que marcar a Chamberlain) y se quedaron sin Dave DeBusschere. Con todo de cara, los Lakers se sobrepusieron con cuatro triunfos seguidos a otro desastre inicial (92-114) en el Forum.

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Wilt Chamberlain fue MVP de las Finales con sus 24 puntos y 29 rebotes del quinto partido. Su segundo anillo llegó tarde y después de entender qué era lo que le había faltado en lo colectivo durante sus años de guerras perdidas con Bill Russell después de ganar tantas batallas. Esos Lakers, con algo más que una pizca celtic, cambiaron la historia de la franquicia y la del baloncesto en L.A. (y la de Jerry West, el logo) y jugaron, cuando les asaltaban los achaques y muchos desconfiaban de ellos, una de las mejores temporadas que cualquier equipo haya firmado en la historia de la liga: 69 victorias, 33 seguidas y el primer título desde la mudanza. Después llegaron Kareem; y Magic y Worthy y Shaquille y Kobe y todo lo demás. Llegaron el Showtime y la gloria pero los Lakers, gracias a aquel equipo de la temporada 1971-72, ya estaba definitivamente allí.

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