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PHILADELPHIA 76ERS

Shelburne: “Harden pensó que le estaban haciendo ‘ghosting’ en los Sixers”

Ramona Shelburne (’ESPN’) explica cómo se gestó el divorcio en Filadelfia: “Si Harden cree que se han portado mal con él, puede ser tozudo”.

During an Adidas event, James Harden slammed Philadelphia 76ers President of Basketball Operations Daryl Morey, vowing to never play for him again.

Se acerca el training camp y la situación en los Sixers sigue en una pausa tensa, la preparación para lo que seguramente serán malos tiempos cuando el equipo empiece a entrenar. James Harden, que pidió salir traspasado y señaló los Clippers como su destino predilecto, sigue en el roster de los de Philadelphia, así que se espera que haga todo lo posible para convertir el panorama en lo suficientemente tóxico como para que en la franquicia no quede más remedio que traspasarlo. Pero Daryl Morey, que dirige los despachos, no quiere una operación de saldo que saque a los Sixers del lote de aspirantes en el Este y que pueda alienar, por lo tanto, al jugador franquicia: Joel Embiid. Es una partida de ajedrez complicada.

En China, Harden llamó “mentiroso” a Morey y aseguró que no jugaría más para el equipo de un ejecutivo con el que durante años tuvo una relación muy estrecha. Juntos construyeron un equipo que pudo ser campeón y no lo fue en Houston (el muro de los Warriors…), y Morey operó después de todas las formas posibles hasta que llevó a Harden de Brooklyn a Philadelphia. Pero esa relación ha acabado de la peor forma posible después de la fea eliminación en playoffs, a manos de los Celtics en segunda ronda del Este, y sobre todo debido al desencuentro contractual entre un Harden de 34 años, y cuyas mejores noches de baloncesto ya parecen haber pasado, y una franquicia que no le ha querido ofrecer un contrato máximo. Así que Harden, que en el verano de 2022 perdonó dinero para que llegaran los refuerzos deseados, cogió su player option de 35,6 millones para el curso próximo y pidió inmediatamente el traspaso.

Ahora, y con el training camp cada vez más cerca, un artículo de Ramona Shelburne en ESPN recuerda que el conflicto sigue abierto, nada ha cambiado para mejor, y que a partir del media day vendrá marejada en Philadelphia. Shelburne define a un Harden herido por lo que cree que han sido mentiras de una franquicia a la que perdonó dinero y por la que considera que hizo un gran esfuerzo para adaptar su modo de juego, a costa de empeorar sus estadísticas, para encajar con el rígido libreto de Doc Rivers (ya despedido) y con una estrella dominante (y más joven que él) como Embiid. esa es su versión. “Obviamente puedo anotar más, pero estoy jugando de la forma que tengo que hacerlo para que ganemos, y de eso se trata”, dijo durante la temporada un jugador que cayó a 21 puntos de media por noche desde que llegó a los Sixers.

Y un Harden al que le costaba, pese a sus buenas palabras, hacerse a ese rol de segunda estrella por detrás de Embiid, que se refería públicamente a su “sacrificio” más allá de los 14 millones que dejó de cobrar para que pudieran llegar refuerzos como PJ Tucker. El verano pasado no recibió una oferta por un máximo (de hasta 270 millones) del mismo modo que él había desechado un ofrecimiento similar en Brooklyn. Y en invierno vio que las cosas podían empezar a estar yendo cuesta abajo cuando no fue seleccionado para el All Star Game después de diez presencias consecutivas. Eso fue un golpe para él, y más cuando sus dos excompañeros en Brooklyn, Kevin Durant y Kyrie Irving, habían sido elegidos como titulares. Adam Silver lo quería como reemplazo por lesión, pero Harden tardó tanto en contestar que cuando iba a dar el sí se encontró con que el comisionado ya había optado por Pascal Siakam.

Ahí, según el artículo de ESPN, los Sixers también dudaron: por un lado vieron que Harden necesitaba ser tratado como una gran estrella, pero por otro sabían que esa fórmula no había funcionado en Houston y que la cuestión era intentar que un técnico duro como Doc Rivers conectara de otra forma con un Harden cambiado. El jugador parecía dispuesto, a priori, a probar un nuevo enfoque. Pero luego no se llegó a sentir cómodo en él. Entre Rivers y Harden nunca se generó la suficiente unión, la relación de confianza y respeto que hace que las cosas funcionen en un vestuario. Shelburne habla de toques de atención de Rivers por malos tiros de Harden en finales igualados en los que el base optaba por hacer su jugada sin seguir las instrucciones del banquillo.

Los compañeros se acostumbraron a los cruces de comentarios tensos entre ambos en las sesiones de vídeo, aunque a algunos tampoco les gustaban otros hábitos de Harden. En febrero, y después de perder contra Celtics y Heat (sus grandes rivales en el Este además de los Bucks), los Sixers afrontaban otro partido contra los segundos, en Miami. Pero Harden, en un momento de duelos de tanto peso, viajó por su cuenta y no con el grupo. Con permiso desde los despachos y con el objetivo de tener tiempo para su gran afición por la vida nocturna. Esto, que no es nada inhabitual para Harden, no gustaba a algunos en el vestuario. Y desde luego no gustaba nada a un entrenador de vieja escuela como Rivers, que sacó el tema citando a los molestos en una reunión del equipo que Shelburne define como “incómoda”. A Harden no le gustó que se le señalara, a los enfadados no les gustó que Rivers los nombrará públicamente. Dos días después de la eliminación contra los Celtics, Doc Rivers fue despedido. Una de las cosas que se filtró a la prensa fue que Harden no quería volver a ponerse a sus órdenes.

Porque los Sixers, cuando acabó la temporada, seguían contando con renovar a Harden e intentarlo de nuevo con él y Embiid como eje del equipo. Pero no había acuerdo en los despachos en cuanto a las cantidades y años que había que ofrecer a un jugador que parecía en declive y cuya ética de trabajo no es su punto fuerte. Los Sixers podían llegar hasta una oferta de cuatro años y 210 millones si Harden renunciaba a su player option de 35,6. Era lo que Harden esperaba después de su descuento de unos 14 millones un año antes y de haber rechazado en los Nets una extensión de 161 millones (y otra de 100 en los Rockets). Para forzar su mano, Harden aireó durante meses que regresar a los Rockets era una opción muy real. Y lo fue…. hasta que en Houston llegó Ime Udoka, un entrenador con muy poco interés por la nostalgia y que congeló los movimientos por un Harden sin mercado y, por lo tanto, sin nada con lo que apretar a los Sixers.

Lo único que quedaba era lo que él pensaba que era su inquebrantable relación con Morey. Pero este, en un cruce de caminos complejo, ni siquiera contestó a las llamadas del entorno de Harden, que se sintió “traicionado” según Shelburne: “Sentía que Morey le estaba haciendo ghosting”. Como intuía que la oferta que se preparaba iba a ser a la baja, se movió por su cuenta: cogió su player option de 35,6 millones, se aseguró el sueldo de la temporada 2023-24 y, acto seguido, pidió el traspaso. Los Sixers se quedaron “alucinados” por este movimiento, y aseguran que no hubo más comunicación porque querían evitar las multas por tampering que habían tenido recientemente. Ahí el divorcio ya era una certeza: “James se toma las cosas de forma muy personal. Si cree que se han portado mal con él, puede ser muy tozudo”.

Ante ese panorama, Morey intentó la opción del traspaso, pero se encontró con que nadie quería dar nada de gran valor por un jugador de la edad y las circunstancias de Harden, declarado en rebeldía además en su equipo. Los Clippers (y los Knicks, otra franquicia del gusto del jugador) no iban a picar, y Morey necesitaba un buen acuerdo para que su proyecto no quedara gravemente herido y eso pudiera provocar que alzara la voz Embiid, el gran valor de los Sixers. Así que Harden fue sacado del mercado y su equipo hizo oficial su postura: contaban con él para el training camp. Entonces llegaron los insultos de Harden, que fue multado (100.000 dólares), desde China.

El propietario, Josh Harris, habló de unos problemas que no se resuelven: “Es una situación desafortunada. Quiero que esto salga de la mejor forma posible para todas las partes, incluido James. Pero tenemos que mantener como punto de partida nuestra situación, que es seguir siendo un aspirante al título, un equipo por el que se cambiarían la mayoría sin pensárselo mucho”. Y Morey aseguró que serían felices si Harden retiraba su petición de traspaso: “Es un hall of famer, uno de los mejores jugadores de ataque de la historia”, pero también dejó claro que no valdrían las presiones, como en su día hizo cuando aguantó todos los pulsos con Ben Simmons: “Por un jugador como él tenemos que recibir otro que nos ayude a seguir siendo aspirantes o las bazas de draft y jugadores que nos ayuden a obtenerlo en otra operación. Si no, esperaremos y confiaremos en que jugadores como Tyrese Maxey y Joel Embiid den otro paso adelante en esta situación”.

Por ahora, la única buena noticia para los Sixers, Embiid ha permanecido en segundo plano, sin pronunciarse y comprometido con un proyecto que pasa por uno de sus peores momentos de los últimos años. Su relación personal con Harden no parece ser mala, pero este último no está dispuesto a ceder. Su problema con Morey es personal a partir del momento en el que vio venir una oferta muy baja, que no era la que las dos partes habían dejado hablada y que se alejaba del dinero que el jugador había ido dejando sin cobrar, de Houston a Brooklyn. También debió ser duro para él ver cómo el mercado le daba la espalda y le dejaba sin opciones, ninguna desde luego a la altura del jugador que había sido y que él cree que puede seguir siendo sin un entrenador tan restrictivo como Rivers al mando. Por ahora no hay nada, y se acerca el training camp. Y ahí, Harden tendrá que intentar que pasen las cosas que por sí solas no han pasado. Y la situación se pondrá fea de verdad.

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