¿Existe la Heat Culture? “Esto es una perrera, no se desprecia a nadie”
Hay un concepto que explica la competitividad suprema de Miami Heat. Todo el mundo lo usa, ¿pero existe de verdad o es un tópico?
Miami Heat ha regresado a unas Finales tres años después de las últimas, en la burbuja de Florida que resolvió la temporada 2019-20 de la NBA. Lo ha hecho desde el octavo puesto de su Conferencia, algo que solo había conseguido New York Knicks en 1999… que era año de lockout, un curso extraño y corto en el que los de la Gran Manzana solo habían perdido seis partidos más que el primero. Y lo han hecho siendo el equipo de toda la NBA con menos puntos anotados, el único que no llegó a 9.000. Con balance anotador negativo, un dato que nunca había conducido a unas Finales en la NBA moderna. Después de perder el primer play in de forma calamitosa y estar por detrás en el marcador a tres minutos del final en el segundo. Y con una hoja de ruta que incluía a los dos mejores equipos de la temporada, los dos grandes favoritos al título y los dos últimos campeones del Este, Milwaukee Bucks y Boston Celtics.
Hay más: se quedaron sin Tyler Herro y sus 20,1 puntos por partido, y sin Victor Oladipo y su presencia física en defensa, nada más comenzar las eliminatorias. Tienen, todo el mundo ha hablado de eso en las últimas semanas, la cifra más alta, siete, de jugadores no drafteados en su rotación de todos los equipos que han llegado a las Finales. Uno de ellos, Caleb Martin, demolió a Boston Celtics en la final de Conferencia con una actuación sensacional.
Durante estas semanas, entre hazaña y hazaña de la franquicia de Florida, se ha repetido el mismo mantra: Heat Culture. La cultura de los Heat. La coletilla permanente, la definición sobada que ha virado hacia el tópico… pero también, para muchos, la explicación de qué pasa y por qué pasa lo que pasa en Miami Heat. Que es, de hecho, la franquicia que más Finales ha jugado, siete, desde que se estrenó en la lucha por el título en 2006. Y que ahora busca su cuarto título aunque nació en el draft de expansión de 1988, así que es considerablemente joven comparada con los históricos que copan el palmarés.
Desde 1994, los Heat solo han faltado seis veces a playoffs. Enlazaron el equipo de Tim Hardaway y Alonzo Mourning con el de Dwyane Wade y Shaquille O’Neal. Después, el de Wade, LeBron James y Chris Bosh con el que ahora comanda Jimmy Butler, un antihéroe que se pasó años buscando su sitio y lo encontró en South Florida, con esa franquicia que había cambiado para siempre después del citado 1994. ¿Por qué? Porque firmó a Pat Riley, primero como presidente y entrenador. Estas Finales son las decimonovenas para él, que ha estado (jugador, entrenador, ejecutivo) en el 25% de todas las que se han disputado. Riley es una presencia inevitable, absoluta, desde entonces. Como Erik Spoelstra, en el que cargo desde 2008 y uno de los pocos (junto a Popovich, Kerr y seguramente ningún otro) entrenadores verdaderamente intocables de la NBA. Tan intocable que en 2011 Riley mandó a paseo a LeBron y Wade cuando irrumpieron en su despacho pidiéndole que echara al jovenzuelo y entrenara él. Los Heat habían perdido las Finales de 2011, contra los Mavs de Dirk Nowitzki. Ganaron las dos siguientes. El mánager general, Andy Elisburg, lleva más de 30 años en la franquicia.
Así que eso, el orden que establecen Riley, Elisburg y Spoelstra, explica en lo general esa Heat Culture de la que todo el mundo echa mano cuando el equipo funciona. Y cuando no. En un momento delicado de esta temporada, muy gris hasta que arrancaron los playoffs, The Ringer se preguntaba en un artículo hasta dónde podría llevar la Heat Culture a un equipo que no parecía dar más de sí. Meses después, el Miami Herald asegura que es “mucho más que un concepto manido” y que está “llevando al equipo lejos otra vez cuando han llegado los playoffs”; SB Nation advierte: “La Heat Culture es real y más les vale a los rivales darse cuenta” y The Ahletic firma un artículo en el que profundiza en esta idea, que durante los años también ha llenado la prensa especializada de historias sobre básculas, mediciones de grasa, preparación espartana… Se supone que en los Heat los jugadores que encajan ofrecen su mejor versión, los que llegan como outsiders acaban con cheques suculentos, hay oportunidades para el que las trabaja...
Una forma de trabajar y de construir equipos
La sección local de los Heat en Fansided define así la Heat Culture: “Es cuando escuchas a los jugadores que han pasado por el equipo decir que allí estuvieron en la mejor forma física de sus vidas. Cuando crees que un jugador tendría que tener más minutos u otro rol pero Spoelstra dice que eso no sería lo mejor para el grupo y nadie le cuestiona. Es que este equipo juegue igual de duro cuando gana de veinte que cuando pierde de veinte. Es lo que hizo que Wade pasara de ser un chaval flaco de Chicago a una garantía de Hall of Fame. Es lo que permitió que se reuniera el big-three en 2010. Y lo que se llevó dentro LeBron cuando, ya en los Cavs, remontó un 3-1 a los Warriors del 73-9. Y es que Wade dijera cuando se fue que no sabía cuándo iba a volver pero sí que iba a volver. La Heat Culture es la prueba de que el trabajo duro gana al talento si el talento no trabaja duro. Es esfuerzo, intensidad, trabajo duro, disciplina”.
Para Will Guillory, que ha firmado el citado artículo en The Athletic, nada representa la Heat Culture mejor que la imagen de Jimmy Butler y Gabe Vincent sonriendo en el banquillo cuando el cuarto partido de la final del Este se escapaba, y con él la posibilidad de cerrar la serie y acabar con unos Celtics que empezaban a soñar con una remontada que finalmente no se produjo: “Es la tozudez, la actitud desafiante contra la adversidad, especialmente en esta etapa actual, con Jimmy Butler como jugador franquicia”.
Sigue Guillory: “Los Heat saben qué son y quiénes son, nunca dudan de sí mismos, ni siquiera cuando los demás en el mundillo los descartan, como ha pasado esta temporada. Saben sobre qué ideas se ha construido esta franquicia en las últimas décadas. Están sumergidos en un ecosistema en el que se afrontan los obstáculos con una sonrisa. Donde rendir cuentas a diario es una realidad. Cada vez que han venido mal dadas para este equipo, por lesiones o derrotas duras, ha encontrado la forma de recomponerse y volver más fuerte. La forma en la que gestionan las cosas es un refuerzo en los momentos de crisis. De hecho, es en ellos cuando se sienten más cómodos. El trabajo duro no es suficiente, de hecho es solo el punto de partida. Hay un fin último mayor que todo lo demás, y las exigencias que hay no son para todo el mundo, algunos jugadores han salido de Miami diciendo que la forma de trabajar de la franquicia es demasiado para ellos”.
En el artículo toma la palabra Jimmy Butler, que ahora representa mejor que nadie esa actitud de la franquicia a la que llegó en 2019, después de salir de los Bulls e intentar establecerse en Wolves y Sixers: “Es lo que hacemos cada día, sabemos de qué somos capaces. Desde fuera puede que no se perciba así. Vamos a seguir confiando en nosotros mismos porque estamos en esa pelea siempre. Mi estilo de liderazgo funciona aquí. Wade siempre me hablaba de esto, de esta cultura y de lo bien que encajaría aquí por cómo soy y cómo hago las cosas. Es una unión perfecta, me encanta estar en este equipo”. Un ex de los Heat como Kelly Olynyk apunta a Spoelstra: “En muchos equipos se evita el conflicto, él va hacia él corriendo. Le gusta la confrontación. Cree que es algo que te hace mejor, más fuerte”. Y uno de los undrafted, Max Strus, habla de la fuerza del colectivo: “Hay que sacrificarse para estar aquí y dar lo que el equipo necesita de ti. Todo el mundo se entrega al grupo. Lo que haya que hacer, sin egos. Eso es la Heat Culture”.
Todos los caminos conducen a Haslem
Pero, claro, nadie representa la Heat Culture como Udonis Haslem, el jugador que se retirará cuando acaben las Finales, con 42 años y después de 19 temporadas en la franquicia, a la que llegó en 2003 después de no ser drafteado y de pasar un año en Francia. Solo Dirk Nowitzki y Kobe Bryant han pasado más tiempo en un equipo NBA. Ya desde hace tiempo fuera de la rotación y convertido en una especie de líder espiritual y protector de las esencias, presume de ese rol sin reparos. De la Heat Culture: “No es algo que sea para todo el mundo. Quieres que se te ponga a prueba física, mental y emocionalmente. Es una cuestión de trabajo duro. De dedicación, de asumir la responsabilidad. De disfrutar del éxito de los demás, todo lo que no es natural para el cuerpo y la mente. En los humanos, el cuerpo y la mente no quieren trabajar duro, se tiende al egoísmo, no se busca que te exijan responsabilidades todos los días. Aquí tienes que hacer todos los días las cosas que seguramente no vas a querer hacer. Y no un día, todos. En la NBA las cosas cambian, evolucionan… Nosotros apostamos por la estabilidad, la lealtad, el compromiso. Cuando hablas de nuestra cultura no hablas solo de baloncesto. Hablas de familia, para nosotros es una hermandad”.
En 2019, y en un reportaje especial para GQ, Haslem era todavía más franco cuando hablaba de qué son los Heat para él… y él para los Heat: “Lo que aprendes aquí lo puedes usar en otros equipos y en otros aspectos de la vida. Conduce al éxito, pero la mayoría de la gente no quiere rendir cuentas, que se le exija todos los días. Nuestra cultura no encaja con todo el mundo, hay gente que no quiere pasar por toda esta mierda. Y lo entiendo. Han pasado tíos por aquí que han odiado estar en este equipo, han detestado esta mierda. Odiaban el precio que había que pagar. Por mí, perfecto, yo tampoco soy para todo el mundo”.
Haslem ha formado parte de los tres equipos campeones que han tenido los Heat (2006, 2012 y 2013): “Los que llegan aquí tienen que tratar conmigo nada más venir. Yo establezco el estándar, soy el OG (original gánster). Controlo el vestuario, Spoelstra me da ese poder, confía en mí. Él lidera, yo piso el acelerador, y todo lo demás lo controlamos: pesos, índices de grasas, preparación física, sesiones extras de tiro, tandas de escaleras… aquí hay un estándar. Tienes que llegar y que eso te guste. Es algo que empezó con el big-three, con Dwyane Wade, LeBron James y Chris Bosh. Los demás éramos sacrificables, nuestros culos eran movidos como fichas de dominó. Así que buscábamos formas de que todo el mundo estuviera preparado, en ritmo”.
Y, por último, se pone en el centro de una forma de trabajar que seguirá en el futuro, seguramente con él dentro del staff: “Aquí no se falta al respeto a nadie. Esto es una perrera, no puedes despreciar a nadie. Sé que en otros sitios las súper estrellas pueden hacer y decir ciertas cosas, pero aquí tienes que rendir cuentas sobre cómo te comportas y cómo hablas a los demás. Yo soy el guardaespaldas. Cuando llegas a Miami, me necesitas. Me da igual quién seas... Este es mi equipo, soy el capitán, el OG, y esta es mi ciudad. No tengo que ser el que más cobra, el liderazgo aquí es de otra manera. No es una posición que me hayan regalado, me lo he ganado. Si alguien no cumple, bueno… hemos intentado cargarnos a un par de cabrones aquí. No diré nombres, pero tuvieron que dejarlo. He tenido que ponerle las manos encima a alguno, ya sabes cómo va esto. Quiero sacar lo mejor de todos, pero siempre hay chicos que no lo entienden. Y estoy dispuesto a patearles el culo. Los chavales de ahora no son como en mi época. Nosotros éramos duros, ahora ellos llevan Balenciaga a los 14 años. Tienen más talento, pero ¿y la actitud, la dureza? Odio ver que a algunos que tienen todo el talento del mundo les falta corazón. No escuchan, y ahí es cuando yo me enfado y voy a por ellos”.