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WNBA

El gran premio, para Dallas Wings

La lotería del draft da al equipo texano un número 1 que, salvo sorpresa monumental, servirá para elegir a Paige Bueckers. Las Sparks, con el 2.

El gran premio, para Dallas Wings
JARED C. TILTONAFP

Después del año de Caitlin Clark, que desde luego no ha decepcionado en ningún sentido (ni en lo deportivo ni en lo mediático), la WNBA se prepara para el año de Paige Bueckers, la guard de UConn (23 años) que será el cantado número del 1 del próximo draft. Uno que ya tiene orden: Dallas Wings se llevó el premio, el gran tesoro, la elección número 1 que servirá para elegir a Bueckers. Con el 2, en este caso amargo por rozar una selección que debería ser generacional, se quedó Los Angeles Sparks. Y después Chicago Sky (3), Washington Mystics (4) y Golden State Valkyries, la nueva franquicia de la Bahía de San Francisco que ya tenía asignado el pick 5.

Bueckers (1,83) es una verdadera combo guard (base-escolta) que realmente puede jugar tanto con la bola como sin ella. No es tan eléctrica como Clark, ni tiene su inacabable rango de tiro, pero algunos expertos creen que puede ser tan buena… o más en el baloncesto profesional. Dirige, crea, anota y tiene un excelente instinto defensivo. Y ha contado con un año más de elegibilidad universitaria porque se perdió la temporada 2022-23 por una grave lesión de ligamento cruzado que ya ha dejado atrás: el pasado curso volvió a lo grande y promedió 21,9 puntos, 5,2 rebotes, 3,8 asistencias y 2,1 robos.

Dallas Wings terminó la pasada temporada con el segundo peor récord de la WNBA (9-31). La noticia es excelente, claro, para un equipo que sumará a una jugadora que puede ser revolucionaria a una plantilla que ya tiene a una anotadora voraz como Arike Ogunbowale (más de 22 puntos y 4 asistencias de media la temporada pasada) y a una forward en formato jugadora total como Satou Sabally (17,9 puntos, 6,4 rebotes y 5 asistencias).

El equipo texano sonríe con, paradójicamente, un nuevo general manager, Curt Miller, que era entrenador hasta hace unas semanas de Los Angeles Sparks, el peor equipo de la temporada pasada (8-32) y el que más opciones tenía, antes de la lotería, de hacerse con el 1 para elegir a Bueckers. Miller ha pasado de posicionar a las Sparks para lograrlo a poder hacer la elección en su nuevo puesto con las Wings.

Las Sparks tenían un 44,2% de opciones de quedarse con el 1 y no podían quedar fuera del top 3. Las Wings aprovecharon su 22,7%, aunque tenían también la baza de intercambiar su pick con las Sky por un traspaso anterior. Eso les daba, en la práctica, más de un 45% de opciones por la vía de su selección (la que se impuso) y la de las Sky, que no tenían control sobre la suya, finalmente la número 3.

Para el equipo angelino, un 2 siempre es una buena noticia… pero en este caso no tanto. Sobre todo porque es la segunda temporada consecutiva en la que se queda a las puertas del 1. Es decir, a las puertas primero de Caitlin Clark y ahora de Paige Bueckers. El año pasado tuvieron un gran draft: eligieron a la pívot Cameron Brink con el 2 (otro imán mediático que dejó excelentes sensaciones en pista hasta que sufrió una grave lesión de rodilla) y a la alero Rickea Jackson, que jugó una temporada brillante, con el 4. Pero se quedaron sin Clark. Ahora, un equipo que necesita desesperadamente una guard de primer nivel ha perdido la ocasión de hacerse con Bueckers y formar un tremendo núcleo joven con la de UConn junto a Brink y Jackson. La mirada de las californianas se volverá, seguramente, hacia la alero Kiki Iriafen, que juega en USC con otra sensación que debería ser generacional: Juju Watkins, la megaestrella de todavía 19 años.

Las Sparks, en cuyo grupo de propietarios está Magic Johnson, llevan cuatro años fuera de playoffs y ganaron su último título en 2016. Es una franquicia muy atractiva aunque solo sea porque su sede es Los Ángeles, pero tiene que afrontar una modernización y profesionalización que la mayoría de equipos ya han puesto en marcha en una WNBA en obvio crecimiento: faltan, por ejemplo, instalaciones propias de entrenamiento, algo que ya tienen o en marcha o en construcción todos los equipos. Las Mercury de Phoenix, por ejemplo, van a tener unas instalaciones que han costado 100 millones de dólares y que fueron una promesa de Mat Ishbia, el multimillonario que compró la franquicia de Arizona en la operación en la que se convirtió en propietario de Phoenix Suns.

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