La huella de la vieja guardia
Llull, que afronta su novena Final Four, es el máximo asistente de esta fase y está a solo tres puntos de Holden. Rudy y Chacho encaran la octava. Los tres y Causeur evocan juntos el camino.
El Madrid se presenta en esta Final Four diezmado por dentro, sin su cuatro titular (Yabusele), sin su cinco suplente (Poirier) y sin su jugador más versátil y entre los dos o tres de más peso en la plantilla (Deck), capaz de generar al poste y de actuar tanto de alero como de ala-pívot. A cambio, Chus Mateo cuenta con Tavares, Hezonja, Musa… y con la vieja guardia, con “los viejitos”, como les dice cariñosamente Nocioni. Ellos levantaron el quinto partido ante el Partizán y son capaces de más, así, al menos, lo sienten sus propios compañeros. “Tienen corazón ganador y fuego en los ojos, no se puede sentir algo mejor que eso en el vestuario”, apunta Hezonja, que lo explica: “Perdíamos por 18 y no había reproches, mantenían la cabeza alta y seguían apoyándonos a los que llevamos menos tiempo. Nos ayudan con su experiencia e inteligencia y nosotros debemos hacer el trabajo sucio”. “Nos tranquilizan”, resume Tavares.
La vieja guardia vikinga. Nos referimos a Sergio Llull (35 años y 17 temporadas de blanco), Rudy Fernández (38 y 12) y Sergio Rodríguez (36 y 7, que ha vuelto tras 6 campañas fuera). Los tres han dejado su huella en la Final Four y viceversa, porque esta fase final también les ha marcado mucho. Y podemos incorporar a Fabien Causeur (35 y 6), incluso por ascendencia a Adam Hanga (34 y solo dos de blanco, aunque ocho temporadas entre el Real, el Barça y el Baskonia). Llull afrontará su novena Final Four desde su estreno en 2011 en la del Sant Jordi, las mismas que Kostas Sloukas (Olympiacos) y una más que el Chacho y Rudy (8), solo por detrás de las 12 de Victor Khryapa.
El menorquín acumula 191 puntos, a solo tres del ruso Holden (194), máximo anotador de las Final Four desde que arrancara la Euroliga en 2000, aunque el líder absoluto de esta ronda en toda la historia de la Copa de Europa es el griego Nikos Galis (231). El Chacho es noveno con 163 tantos en tres clubes diferentes. Llull es desde hace un año, además, el máximo asistente con 62 pases de canasta por delante del retirado Papaloukas (59), de Rodríguez (56) y de Sloukas (51). En los robos, Rudy suma 21 y puede colocarse primero (Holden, 24 y Khryapa, 22).
La señal que han dejado las leyendas blancas en este formato es profunda, pero la competición también les ha marcado a ellos. “Para mí la edición más importante fue la primera que jugamos —asegura el Chacho—, la que perdimos en Barcelona (2011), porque adquirimos una experiencia en partidos totalmente diferentes a los que estábamos acostumbrados”. Llull tampoco olvida las decepciones: “Me acuerdo de lo que podía haber sido, de alguna derrota que todavía escuece… (la prórroga contra el Maccabi en 2014, la reacción del CSKA en 2019 o el traspié por un punto ante el Efes en 2022). Y luego, claro, de las dos que ganamos, algo que genera adicción y quieres sentir de nuevo”. “Cuando llegué era la prioridad —rememora Rudy— y celebrarlo en Madrid (2015) fue muy especial. También repetir en 2018 en Belgrado de forma inesperada por tanta lesión, el primer éxito que celebré con mi hijo”.
Para Causeur, por ejemplo, resultó al revés, llegar y besar el santo en 2018, en su primer año en el equipo: “Tuve el caramelo al inicio y las siguientes fueron más duras. Recuerdo mucho la de 2019 frente al Chacho y el CSKA en Vitoria. Ganábamos por 14… y nos remontaron. La sensación fue de dejarlo escapar pese al mérito del rival”.
Una experiencia acumulada que transmiten a los demás. ¿Cómo? “No tomamos decisiones, pero nos apoyamos como equipo siempre”, dice Rudy. “Aunque sea animando desde el banquillo”, apunta Llull, que cree que más que consejos y explicaciones “hay que liderar con el ejemplo, como hace Rudy”.