El desastre de Salt Lake City: se disuelve el proyecto del sueño
Los problemas se hicieron públicos con la pandemia. Las heridas jamás cicatrizaron. Gobert, como producto tóxico, dice adiós al sueño. Y Mitchell, cuestionado, tiene un futuro incierto.
En una NBA con estructura poliédrica, matices constantes y variables imperecederas, es difícil saber quiénes son los culpables de según qué circunstancias. Y que nadie lea lo que no está escrito: en la mayoría de ocasiones, lo natural, como lógico y legítimo, señalar con el dedo al máximo responsable de una catástrofe puede tener una naturaleza que se fusiona con la realidad y que, de hecho, puede llegar a serla. Pero en otros tantos casos, sean o no una minoría, ver cómo ha hecho aguas una situación que ya se ha ido torciendo de forma paulatina nos impide observar con claridad meridiana la realidad de determinados problemas. Y eso ha ocurrido en los Jazz, un proyecto preparado para asaltar un anillo siempre esquivo en la NBA en general, y para la franquicia de Utah en particular. Y los chivos expiatorios del proyecto no son más que los dos protagonistas que venían a cambiarlo, esos jugadores que representaban la cara de un futuro que hace ya tiempo dejó de ser el presente y que ha acabado siendo parte de un pasado en el que han tenido un éxito relativo y del que no pueden vivir. Ni siquiera les quedará eso: el recuerdo.
Rudy Gobert ha sido traspasado a los Timberwolves, juntando con Towns dos contratos multianuales de más de 200 millones de dólares totales en el mismo equipo por primera vez en la historia. Malik Beasley, Patrick Beverley, Walker Kessler y Jarred Vanderbilt han puesto rumbo a los Jazz, que han puesto a Donovan Mitchell en el mercado y piensan en finiquitar el proyecto definitivamente. Uno que Quin Snyder (que ya estuvo en rumores de salir de la entidad a finales de curso) inició en 2014, un año después de que el pívot hiciera su aparición en la NBA y tres antes de que en la misma aterrizara el escolta. Una unión que se preveía sólida tras la herencia dejada por el ya fallecido Jerry Sloan (que salió en 2011 de Salt Lake City tras 22 años por una discusión con Deron Williams) y que tenía a dos jugadores de gran talento entre sus manos. En su día fueron John Stockton y Karl Malone. Dos décadas después, otros nombres, pero mismo resultado: ningún anillo.
Mismo resultado es decir mucho, ya que los Jazz de Snyder ni siquiera han llegado a las finales de Conferencia, qué hablar de las de la NBA, esas que la pareja de los 90 pisó por partida doble con derrota en ambas ocasiones ante, ya se sabe, los Bulls de Michael Jordan. Utah encadena, con Snyder, seis participaciones consecutivas en playoffs, siete por encima de las 40 victorias y tres cursos (no consecutivos) superando las 50. Y se han establecido como lo que son: un buen equipo de regular season capaz de dar alguna que otra sorpresa en playoffs cuando partían de abajo (a los Thunder de 2018, sin ir más lejos), pero que no ha podido superar nunca la segunda ronda y ha chocado con sus propias limitaciones y una imposibilidad manifiesta para superar a rivales teóricamente superiores, que lo han sido también en la práctica. Ni Mitchell ha acabado siendo la estrella de primer nivel que prometía ser (todavía puede serlo, ojo), ni Gobert algo más que un jugador sobrepagado que tiene un rol muy útil en su concreción máxima, pero que no tiene desarrollo a la hora de superar sus limitaciones.
Un divorcio paulatino
El positivo por coronavirus de Rudy Gobert en 2020 y la posterior suspensión de la temporada fue el hecho diferencial que reveló el primer gran distanciamiento entre las estrellas. El teórico comportamiento infantil del pívot molestaba mucho a sus compañeros, en particular a un Mitchell al que no le gustaba la actitud del pívot y su ridículo espantoso de cara a toda la NBA, el de acariciar jocosamente los micrófonos durante una rueda de prensa antes de la pandemia mundial que estaba por venir. Tras dos semifinales consecutivas, los Jazz venían de perder en primera ronda en 2019 ante los Rockets (4-1) y no estaban en su mejor momento químico. Y la situación se repitió en la burbuja, con las costuras rotas, las heridas abiertas y los primeros amagos de disolución: 4-3 contra los Nuggets tras desperdiciar una ventaja de 3-1 y adiós a una nueva oportunidad, que naufragó en Florida y sin esa ventaja de campo inherente a un equipo que se crece en Salt Lake City. Ya ni eso ocurrió, en septiembre las cosas volvieron a su cauce y el 20 de diciembre los Jazz anunciaban una extensión del contrato de Gobert: 205 millones de dólares en cinco temporadas. Una cifra que no pareció bien a todo el mundo y que dio mucho que hablar.
Tras lograr 52 victorias en la 2020-21, se certificó que la plantilla no daba para más, ni con Mike Conley de base, ni con Joe Ingles a su mejor nivel (12,1 puntos y un 45% en triples esa temporada). Las lesiones de los Clippers no bastaron a los Jazz para pasar a las que habrían sido sus primeras finales de Conferencia desde 2007, las segundas desde tiempos de Stockton y Malone. Y los rumores sobre el estancamiento del proyecto planeaban de forma peligrosa sobre un equipo que ha explotado este año, tal y como muestra la estadística: Mitchell ha repatido más de 2.600 pases y solo 156 de ellos han tenido como destino a su ya excompañero. Joe Ingles, lesionado el 20 de enero y en el dique seco desde entonces, ha repartido 18 pases más a Gobert. En total, solo el 5,6% de pases de Mitchell han tenido como destino a un buen finalizador cerca del aro como el pívot. Y las jugadas casi bochornosas evitando dársela al center han sido casi una constante en una temporada de 49 victorias, eliminación en primera ronda ante los Mavericks (sin Luka Doncic los tres primeros partidos) y una sensacion que se ha trasladado del entrenador a los jugadores, y que denotaba más ganas de vacaciones que de alargar lo que han considerado una agonía.
Reconstrucción, deconstrucción... y fin del proyecto
El proyecto no ha salido bien. Al lado de un fracaso como el de los Nets, con estrellas menores y una situación radicalmente distinta, el consuelo puede ser legítimo, pero las aspiraciones eran importantes y es objetivo que no se han cumplido. Gobert pone rumbo a un destino incierto, con un pívot también cuestionado como Towns, una estrella emergente como Anthony Edwards y mimbres de cara a un futuro cercano. Un mercado pequeño como Minnesota juntará a uno de los mejores defensores de la NBA (ha ganado en tres ocasiones el trofeo) y a un excelente defensor de la zona, pero también un jugador que, junto a Towns, les va a condicionar mucho los próximos movimientos en el mercado. Los Wolves vienen de jugar una primera ronda de playoffs ante los Grizzlies y juntan ahora más de 400 millones en los próximos cinco años para dos jugadores que cobran mucho, demasiado, en una postura que ya se ha repetido en demasía en la NBA de los miles de millones y la bonanza económica (Tobias Harris puede ser otro ejemplo).
¿Y Donovan Mitchell? 25,9 puntos, 4,2 rebotes y 5,3 asistencias (a Gobert pocas, ya lo sabemos), para un jugador muy talentoso, capaz de lanzar de tres, crearse sus propios tiros y ser extremadamente elocuente cerca del aro, con penetraciones y filigranas constantes. Los Jazz pueden buscar su salida y empezar de cero, mercado no les va a faltar. Y al botín que han conseguido con el traspaso de Gobert (al que también han añadido rondas del draft), pueden conseguir otro más grande si consiguen un buen destino para un Mitchell que va a ser, a pesar de sus últimas polémicas procedentes de su actitud, muy solicitado. Lo que es seguro es que el “o tú o yo” de ambos jugadores ha dado como resultado un divorcio que estaba cantado y el fin de un proyecto que no ha pasado de semifinales de Conferencia, no ha logrado dar un paso adelante, pero también ha sido fiable en regular season y un seguro en la fase final durante la última década.
De una forma u otra, el pescado está vendido, la plantilla desmadejada y desunida ya está disuelta y ya no hay marcha atrás. Veremos dónde queda en todo esto Quin Snyder (¿sustituto de Gregg Popovich en un futuro no muy lejano?), qué pasa con Mike Conley y cómo se resuelve el final de una historia que, realmente, ya ha terminado. Joe Ingles ya ha puesto rumbo a los Bucks (6,5 millones en un año), Juancho Hernangómez no seguirá en la franquicia y el equipo se sigue remodelando con la vista puesto en el largo plazo. Para el debate (y la posteridad) quedan los culpables. Aunque en realidad, da igual. Por egos o por situaciones imposibles, los Jazz de Mitchell y Gobert han tocado fondo. Por falta de conexión, oposición mutua o divorcio cantado. El proyecto ha sido tan sólido como el techo que han tocado, irrompible; la imposibilidad para dar un paso adelante ha sido directamente proporcional a la reconciliación de dos estrellas que han llegado al punto de no pasarse el balón. Se acabó lo que se daba. Llegó el fin de un matrimonio imposible. Y, tal y como se han desarrollado los acontecimientos, bastante ha durado. En fin.