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HISTORIA DE LA NBA

Karl Malone y John Stockton: la pareja que desafió a Jordan

Ambos jugadores estuvieron más cerca que nadie de acabar con el dominio de los Bulls de Michael Jordan en los 90... pero se fueron con las manos vacías.

John Stockton y Karl Maloe saludan a Scottie Pippen y Michael Jordan antes del segundo partido de las Finales de la NBA de 1997 entre los Utah Jazz y los Chicago Bulls
Scott CunninghamDIARIO AS

Pocos equipos han ganado tanto y a la vez tan poco como los Utah Jazz. Sobre todo en los 90, década en la que alcanzaron su quitaesencia y llegaron a disputar las Finales en una NBA ultracompetitiva, pero en la que se fueron con las manos vacías tras caer ante los Bulls de Jordan, que dejaron un regrero de víctimas incontable pero que nunca sufrieron tanto como contra esos Jazz. No por resultado, 4-2, el mismo en todas las Finales que ganaron excepto la de 1991 (4-1 a los Lakers) sino por sensaciones y juego, por la madurez mostrada por un rival que en 1997 mostró una inopinada resistencia y al año siguiente partía como favorito, una denominación que ratificó tras ganar el primer partido y poner a apuestas y analistas contra Chicago por primera vez en toda una década.

Antes de eso, el proyecto de los Jazz había ido creciendo paulatinamente y superando eras y adversidades hasta alcanzar, tras muchos esfuerzos, unas Finales que parecía que no iban a llegar nunca. Lejos estuvieron en 1984, cuando John Stockton llegaba a la franquicia tras ser número 16 del draft y también un año después, cuando lo hacía Karl Malone (en el 13). En ese momento, el equipo estaba liderado por el All Star Adrian Dantley, que venía de superar los 30 puntos por partido en cuatro temporadas consecutivas y por el especialista defensivo Marc Eaton, que promedió en el primer curso de Malone en Salt Lake Sity 9,7 puntos, 11,3 rebotes... y 5,6 tapones. El equipo, dirigido entonces por Frank Layden, no pasó de segunda ronda ni de las 50 victorias en esa década, dominada por los Lakers del Showtime, los Celtics de Larry Bird o los Pistons de los Bad Boys. Mucho gallo para pocos huecos y también para un proyecto joven en el que Malone y Stockton empezaban a destacar de forma no repentina pero sí segura.

Layden fue destituido cuando la 1988-89 solo llevaba 17 partidos disputados (11-6). Su trabajo no había sido malo, pero la necesidad de un cambio para dar un paso adelante se hizo evidente en el estancamiento y ni el cambio de galones que había supuesto la marcha de Dantley en 1986 pude acelerar el proceso. Se encargaba del banquillo su segundo, Jerry Sloan, un hombre que había destacado a finales de los 60 y principio sde los 70 en los Bulls, que retiraron la primera camiseta de su historia, el número 4, en su honor. Conocido como jugador por su tenacidad defensiva y su amplio conocimiento táctico, Sloan llevó a los Jazz a otro nivel, al igual que a sus dos estrellas. Ese año, Utah finalizó con un récord de 51-31, el mejor de su historia, yéndose Malone en su explosión definitiva a más de 29 puntos y 10 rebotes por partido, lo que le permitió entrar en el Mejor Quinteto de la NBA, una distinción que conseguiría en 11 temporadas consecutivas sin excepción (1989-99). Stockton, que ya había sido máximo asistente el año anterior, repitió con 13,6 asistencias y también lideró la Liga en robos (3 por partido). La semilla estaba plantada.

A nivel individual, ambos implosionaron al año siguiente, con Malone a nivel MVP (31+11), y Stockton con números de videojuego y el mayor promedio en asistencias de la historia (17,2+14,5, con 10 partidos por encima de las 20 y un tope de 27). El base, que casi calcó esos números en la 1990-91, lideró la NBA en este apartado estadístico en 9 temporadas consecutivas y su ya inseparable compañero no se bajó del Mejor Quinteto y de la lucha constante por el MVP, que a principios de la década se repartían Magic (ganó el último en el 90) Jordan (2 veces), Barkley (1993), Olajuwon (1994) o Robinson (1995). Además, los dos fueron a los Juegos Olímpicos de Barcelona y de Atlanta ganando el oro, y compartieron el MVP del All Star en 1993, trofeo ya conquistado por Malone cuatro años atrás.

Las Finales contra Jordan

Curiosamente, no fue hasta que fueron veteranos cuando esos Jazz aprendieron a competir en playoffs y alcanzaron el éxito real. Las cuatro primeras temporadas completas de Sloan se saldaron con 55, 54, 55 y 47 victorias y unas finales del Oeste en las que cayeron contra los Blazers de Adelman en 1992. Su puesto estuvo ligeramente en peligro en 1993, pero el técnico respondió al año siguiente con 53 victorias y otras finales de Conferencia, cayendo esta vez contra los Rockets de Olajuwon, que volaban hacia el anillo. La ronda maldita se repitió de nuevo dos años después, tras una campaña de 60 victorias (récord de la franquicia y semifinales del Oeste) y otra de 55 en la que remaron para morir en la orilla ante los Sonics en una disputadísima serie en la que remontaron un 3-1 antes de caer en el séptimo en Seattle, con ese equipo a la europea perfectamente dirigido por George Karl, que contaba en pista con Gary Payton, Shawn Kempt o el capitán Nate McMillan (hoy técnico de los Pacers) y que llegaron a su tope en esas Finales contra los Bulls del 72-10. El mismo sitio donde Malone y Stockton alcanzaron su techo como profesionales.

Un triple ganador de John Stockton en el sexto partido de las finales del Oeste ante los últimos Rockets competitivos de Olajuwon (y Barkley), daba a los Jazz el pase a las primeras Finales de su historia. Fue un grito de alivio y un abrazo que representó todo lo sufrido, el que se dieron base y ala-pívot a la conclusión del encuentro. Utah se había amoldado en los últimos años, llevando al extremo el pick and roll practicado por Malone y Stockton, la seguridad defensiva que tenían dentro y fuera y haciendo la mejor interpretación del contraataque que se vio en los 90. Mientras esperaban su momento alcanzaron su madurez, rodeando a sus dos estrellas con jugadores como Jeff Hornacek (llegó en en la 1993-94), una de las pistolas más rápidas del Oeste (así lo definía Andrés Montes), Bryon Russell, un juego interior seguro que acompañaba a Malone (Ostertag, Foster y Carr) y un banquillo liderado por hombres como Shandon Anderson, Chris Morris o Howward Eisley, que posteaban y corrían indistintamente según tocara.

El bajón de los Rockets, el fin de los Suns, la espera eterna de los Spurs de David Robinson y los fundamentos aprendidos a base de muchas derrotas permitieron a los de Sloan cuajar una de las mejores temporadas de su carrera: 64-18, primeros del Oeste y mejor récord de la franquicia, con Malone ganando su primer MVP de la temporada con 34 años. Los mismos que Stockton, que redondeaba con el game winner un partido espléndido (25+13) que contrastaba con una temporada más baja estadísticamente de las anteriores (fue la última en la que superó las 10 asistencias por partido) pero en la que suplía su falta de números con una inteligencia fuera de lo común. Esperaban los Bulls (69-13), que se llevaron los dos partidos iniciales en Chicago. En el tercero, los Jazz conseguían su primera victoria en unas Finales y empataban en el cuarto partido antes de ser batidos en el quinto, en el que iban 16 arriba pero donde apareció Jordan y sus 38 puntos con 38 de fiebre. El tiro ganador de Kerr puso la puntilla en el sexto, pero Utah compitió en todos los encuentros, estuvo siempre en la eliminatoria y solo le faltó un poco más de fortuna y un poco menos de Jordan para decantar la balanza en un par de duelos. Tres de sus cuatro derrotas fueron por 5 o menos puntos, algo meritorio teniendo en cuenta a semejante rival.

"Yo no quiero ni cuatro, ni cinco ni seis anillos. Quiero uno. Tan solo uno". Esas palabras, que denotaban un deseo profunda más que una posible desesperación, fueron las pronunciadas por Malone antes de empezar las Finales de 1998. Los Jazz llegaban con un récord de 62-20, el mismo que los Bulls pero con ventaja de campo tras ganar los dos enfrentamientos directos en regular season. Además, habían contado con hasta 10 días de descanso tras arrollar a unos jóvenes Lakers en las finales del Oeste mientras los Bulls sufrían lo indecible para superar a los Pacers de Reggie Miller (4-3). Buenos precedentes y la vitola de favoritos, algo que ningún rival había tenido antes contra Chicago. La NBA se preparaba para el fin de una era, con un lockout casi asegurado, llegando la pareja de los Jazz con 35 años a la cita, una cifra que también rozaba Jordan. Era el momento de los Jazz, que ganaron el primer partido en la prórroga y en el Delta Center, esa pista que convertía a un estado mormón en auténticos hooligans y en la que tenian ventaja de campo.

Ni así pudieron los Jazz. Chicago ganó los tres siguientes partidos incluida una paliza (96-54) en el tercero y dejó a Utah con pocos argumentos. Aún le dio tiempo a Sloan a arrancar una victoria en campo rival y regresar a Salt Lake City, pero nada se podía hacer contra Jordan, que promedió 33,5 puntos en esas Finales. 45 en el último partido, que tuvo un último minuto que nadie se creía en ese momento, cuando Stockton anotaba un triple a menos de un minuto del final. Jordan anotó con prisas y en la jugada siguiente robó el balón y anotó esa famosa canasta sobre Byron Russell. El fallo de Stockton sobre la bocina dio el sexto anillo a los Bulls ante el que probablemente fue su mayor rival en lo que a las Finales se refiere. Y los últimos minutos de ese partido, parte legítima de la historia de la NBA, pertenecieron a un guión que parecería exagerado sino fuera porque las imágenes siguen por ahí rondando.

La maldición de los Jazz

No es fácil diagnosticar las razones que impidieron triunfar a los Jazz. Fueron más fiables que los Spurs de David Robinson (que alcanzarían el éxito ya con Duncan) y el proyecto no era para nada cortoplacista, como podían ser los Suns de Barkley. Tenían además, mimbres que sostenían el grupo mucho mayores que los Sonics. Pero no pudieron con los Bulls y la sombra de un inconmesurable Jordan. Se habló en pequeñas dosis de la ausencia inherente a la franquicia de un tercer hombre que, como mercado pequeño, no habían conseguido (Hornacek suplió ese hueco solo a ratos). Algunos críticos señalaron también a Sloan, definiéndolo como un entrenador bueno para temporada regular (es el cuarto con más victorias de la historia con 1221) pero que no encontraba soluciones tácticas concretas para los playoffs, algo que puede ser cierto en parte y que se vio en el marcaje a Jordan en determinados momentos de las Finales. También se achacaron estas derrotas al flojo nivel de Malone en esas eliminatorias, en las que tuvo problemas de tiro y empeoró sus estadísticas de la temporada regular: en el 97 se quedó en 23+10 con un 44% en tiros, y mejoró ligeramente en la segunda (25+11), pero fallando en los momentos clave, como esa pérdida ante Jordan. Karl Malone terminó el sexto encuentro en 31+11+7 pero en el último parcial anotó 6 puntos por los 16 de Jordan. Hubo otros dos triunfos ajustados de los Bulls, en los partidos 2 y 4. En esos dos últimos cuartos, Jordan anotó 17 y 11 puntos y Malone, 1 y 2.

El tema de Malone en concreto es digno de estudio. Es difícil hablar de él de forma individiaul, separándolo en cuerpo y esencia de Stockton y valorando lo que hizo por sí mismo, un mérito que muchos le han quitado. Malone tiene una carrera meteórica y regular, con promedios casi calcados de más de 25 puntos y en torno a 10 rebotes en 13 temporadas consecutivas. Repitió en 1999, el año del lockout, el MVP que un Jordan le atrrebató en el 98 y el escolta siempre fue esa némesis que nunca pudo superar y al que los medios enfrentaron en tantas ocasiones. La diferencia sideral y real de ambas estrellas fue obvia, por mucho que se les intentara comparar. Precisamente en 1999 los Jazz juntaron el último equipo competitivo y verdaderamente aspirante, pero cayeron en semifinales del Oeste y el sueño se esfumó y cayeron en la misma ronda en el 2000, antes de sumar tres temporadas consecutivas despidiéndose a las primieras de cambio siendo todavía competitivos en la regular season con más oficio que talento, mermado por los longevos físicos (mucho duraron) de la pareja que desafió a Jordan sin suerte. El matrimonio se rompió en 2003, cuando Stockton se retiró y Malone puso rumbo a los Lakers para continuar su maldición particular y perder sus terceras y definitivas Finales, lesión mediante, contra los Pistons en un año en el que la pelea constante entre Bryant y O'Neal copó todas las portadas.

Sloan por su parte siguió siendo una institución en Utah hasta que en 2011 unas quejas de Deron Williams forzaron su dimisión a las puertas de la era de los jugadores empoderados. Así de rápido se echó a un hombre que lo ha sido todo para los Jazz, con los que volvió a las finales del Oeste en 2007 con mucho mérito (Deron, Boozer, Kirilenko, Fisher...) y de cuya ausencia la franquicia se ha empezado a recuperar no hace mucho. Las joyas de su corona, Malone y Stockton, con sus homenajes y sus números retirados, son recurrentemente nombrados como una de las mejores parejas de siempre, pero tienen la espina clavada del campeonato. Una pena para dos jugadores históricos y trascendentales, con el ala-pívot como segundo máximo anotador de todos los tiempos (más de 36.000 puntos) y el base como máximo asistente y ladrón con amplios márgenes de diferencia. Una calidad innata y un matrimonio casi perfecto, ya que pasó por el altar pero dejó olvidado el anillo. Michael Jordan, cómo no, fue declarado culpable de semejante infortunio.