EUROLIGA | FINAL FOUR

La dictadura de los ‘bajitos jugones’ en las Final Four

El pívot serbio Rebraca ganó el MVP de la Final Four en 2000, aún en la era FIBA, y desde entonces los exteriores con talento y capacidad de decisión han tomado el mando.

Belgrado
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Tyrese Rice, base del Maccabi, frente a Sergio Llull y Gianis Bourousis en la final de Milán en 2014.
OLIVIER MORIN AFP

Cuando en vísperas de la gran cita del año en Europa, la Final Four de la Euroliga, alguien pregunta quién ganara. Conviene fijarse en los bajitos jugones de cada equipo, o no tan bajitos, en esos jugadores exteriores (bases y escoltas, sobre todo, y algún alero) que desequilibran con su talento, velocidad y tiro, con una capacidad innata de generar ventajas y leer el juego. Esos que marcan la diferencia a un partido y que suelen aupar a su equipo al título.

No hay nada escrito de manera indeleble, pero un repaso a las últimas ediciones nos da una idea de por dónde van los tiros. En el año 2000, aún en la era FIBA, Rebraca, el gigante serbio, entonces en el Panathinaikos, se llevó el MVP de la Final Four. Desde entonces el desfile en ese premio de exteriores muy talentosos hay sido casi permanente, con las únicas excepciones de Nocioni en 2015 (al Madrid llegó con 35 años para sustituir a Mirotic y jugar de ala-pívot) y de Udoh en 2017 (dominó la Final Four con intimidación, fuerza y también su capacidad de pase desde el poste en el Fenerbahçe).

El curso pasado, el héroe del Anadolu Efes fue el base Micic, doble MVP, de la fase final y de toda la temporada. Y de ahí hacia atrás, con las citadas dos excepciones, aparecen Clyburn, Doncic, De Colo, Tyrese Rice, Spanoulis tres veces, Diamantidis dos, Navarro, Langdon, Papaloukas, Jasikevicius, Anthony Parker, Bodiroga dos veces, Ginóbili y Ariel McDonald. Grandes anotadores y manejadores del balón para provocar situaciones de ventaja para ellos y sus compañeros, algunos más físicos como Parker y Clyburn (el del CSKA sí ha alternado entre alero y ala-pívot, pero muy exterior y con bote para penetrar) y otros capaces de jugar en casi todas las posiciones, como Doncic y Bodiroga, pero con un patrón que los diferencia, que los asocia, incluso, al galardón. Y es que antes, a finales del siglo XX, los mejores fueron figuras con otras características: McAdoo, Radja, Kukoc (bueno, este encaja con todo), Paspalj, Sabonis, Dominique Wilkins y Savic, por poner bastantes ejemplos. También triunfaron ‘bajitos’ como David Rivers y Tyus Edney, pero entonces las excepciones eran ellos.

¿Y en 2022...?

Si hubiera que hacer quinielas en esta edición de 2022 atendiendo a los antecedentes, el Efes tendría dos candidatos claros, Micic y Larkin, incuestionables. El Olympiacos a Sloukas, quizá Tyler Dorsey. El Barça a Calathes, Laprovittola y Higgins, incluso más adelante Jokubaitis, por qué no un Kuric en vena de aciertos. Y cuenta con Mirotic, por supuesto, pero sería como cuando triunfó Nocioni, una excepción al rasgo dominante. Y el Madrid dispone de Llull, que llega bien, y de Causeur, que rozó el premio en 2018, aunque finalmente se lo llevara Doncic. Y pensamos en el Rudy de sus mejores años y en Abalde si diera un gran paso al frente. Las tendencias, eso sí, están para romperlas, pensarán Tavares y Poirier. Y Brandon Davies y Vezenkov. Un juego dentro de otro juego, el baloncesto.