NBA | BULLS 95 - BUCKS 119 (1-3)

Giannis se pone serio

Partido sin fisuras de unos Bucks que encarrilan la serie y conquistan Chicago sin dar opciones a su rival. Giannis se salió y Grayson Allen fue diferencial.

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La esperanza de los Bulls tras el segundo partido resultó efímera. Así lo han demostrado los Bucks con sendas palizas, en el tercer partido y, ahora, también en el cuarto. Nueva exhibición del equipo de Mike Budenholzer y 3-1 en la eliminatoria para estar más cerca de las semifinales y de una más que posible cita con los Celtics (dominan 3-0 a los Nets) que puede decidir, con permiso de los Heat, el trono de la Conferencia Este. Ahí veremos si a los Bucks les sale cara la decisión de dejarse ir en el último partido de la regular season para buscar el cruce fácil, en teoría, ante unos Bulls que iban cuesta abajo y cuyo susto en el segundo asalto fue solo eso, un susto. Uno que no asustó precisamente a los vigentes campeones, que han demostrado un dominio sin paliativos en los dos encuentros siguientes y encarrilan una serie que tienen en el bolsillo.

Giannis, que en la derrota en el segundo partido jugó más de 40 minutos por primera vez desde las pasadas Finales, se exhibió esta vez sin paliativos ni oposición: 32 puntos (11 de 22 en tiros de campo, 1 de 3 en triples y 9 de 12 en tiros libres), 17 rebotes, 7 asistencias y 2 tapones para la bestia griega, que hizo de todo en menos de 35 minutos de juego. La estrella martilleó la zona de los Bulls con su juego de fuera a dentro, se movió sin problemas ante defensores incapaces de frenarle y habilitó con inteligencia cada vez que sus rivales se cerraban y dejaban fuera tiros liberados. De eso se aprovechó Grayson Allen, el otro héroe de la noche en uno de los partidos de su vida: 27 puntos y 6 de 7 en triples. En total, los Bucks se fueron a 17 de 33, un 51,5% que es una absoluta barbaridad.

Los Bulls no utilizaron la urgencia que necesitaban para un inicio envalentonado muy propio de un equipo local en un partido de playoffs. De hecho, apenas la afición disfrutó ni de la emoción de la posibilidad de victoria. El 22-25 del primer cuarto, con los Bulls todavía en el partido, supuso una ventaja mínima que creció para volverse casi insalvable antes del descanso: 56-41. Los locales todavía estaban en el partido, pero solo por resultado y no por sensaciones. No encadenaron jugadas positivas para meterse realmente en el choque, llegaron a ir 24 puntos abajo, no pudieron fallar la avalancha de triples rival y recibieron 39 puntos de un banquillo bien liderado por Grayson Allen, diferencial con su acierto y su tranquilidad, que desbarataron los poquísimos intentos del rival por hacer algo que les pudiera meter en el partido.

El equipo de Billy Donovan llegó a ponerse a 8 durante el tercer cuarto (60-68), pero no pasaron de ahí. Desmadejados y descontextualizados tras una buena temporada regular que se les complicó en demasía en su recta final, DeMar DeRozan aportó 23 puntos, Patrick Williams un doble-doble de 20 tantos y 10 rebotes y Zach LaVine otro de 24, con 13 asistencias. Pero los tres se combinaron para un 23 de 51 en tiros de campo, DeRozan falló los 5 triples que intentó y la mansalva de minutos (más de 40 tanto de DeMar como de LaVine) no se tradujo en estadística útil, y sí fútil. Los Bulls lanzaron apenas con un 38,9% en tiros de campo y fallaron 27 de los 36 triples que intentaron, una constante de la que no pudieron escapar y que marcó la tónica de un partido local gris, y brillante por parte de los visitantes.

La serie queda pues vista para sentencia: 3-1 para los Bucks, que viajan de vuelta a Milwaukee sin deseos de sorpresas y concentrados en resolver el asunto por la vía rápida y no cansarse más de lo necesario. Las todavía hipotéticas semifinales ante los Celtics prometen ser una lucha titánica, una lección de físico y de coraje, una prueba de fuego que puede decantar esa ventaja de campo que los Bucks dejaron escapar. De momento, queda un nuevo asalto para finiquitar cuanto antes a unos Bulls que irán camino a la reflexión. Y unos días para pensar cómo enfocar la batalla que se viene, una que viene acompañada de lógicas y legítimas ínfulas de grandeza. Giannis disfruta acompañado de un Bobby Portis que tuvo sus escarceos con LaVine y es todo corazón (14+10 hoy) y de un Jrue Holiday (26+2+7) que ha encontrado su toque. Y todo con Khris Middleton lesionado. Por fin la serie se asemeja a lo que se esperaba que fuera, una lucha desigual con un rival superior. Los Bucks sonríen. Giannis se gusta. Y la batalla más grande del Este se aproxima. Hay ganas.