Los Raptors nunca se marcharon
El campeón de 2019 ha completado una vuelta entera al ciclo competitivo y ahora amenaza a los Sixers. Scottie Barnes, un pick cuestionado por muchos, ha sido un hallazgo extraordinario.
Durante la temporada 2020-21, los Raptors se fueron a jugar a Tampa Bay. De la fría Canadá a la húmeda Florida. Sol y unos caimanes que obligaron a Nick Nurse a aprender que si te persiguen, tienes que correr en zigzag y no en línea recta. Una de esas cosas que no está mal tener en la cabeza, porque nunca sabes. Nada fue especialmente bien. De hecho a medida que pasó la temporada dio la sensación de que el exilio estaba agotando más mental que físicamente a un equipo que perdió esa fiabilidad profesional que, noche sí y noche también, se había convertido en marca de la casa. Un rasgo que resulta verdaderamente distinguido en la actual NBA. El campeón de 2019 no pudo presumir demasiado de corona en Toronto porque la temporada 2019-20 se paró por la pandemia y se reinició en Florida. Y se pasó el siguiente curso muy lejos de casa (otra vez: Florida) por las normativas de cruce de fronteras que impuso la COVID.
En Tampa, mientras Kyle Lowry sonreía asombrado en noches en las que el público (teóricamente local) les silaba, los Raptors cayeron a un 27-45 que mandaba su 73% de victorias del curso anterior (mejor que el del anillo: 70%) a un 37% que suponía la peor marca desde 2012 para una franquicia que llevaba siete años seguidos con 48 o más triunfos y que se quedó sin playoffs por primera vez desde 2013. Habían pasado dos extraordinariamente convulsas temporadas desde el título, certificado en el inolvidable Coliseum de Oakland el 13 de junio de 2019.
En esos dos años el equipo vació esa herencia de campeón de una forma que habría mandado a las cloacas de la NBA a cualquiera: se fueron Kawhi Leonard, Danny Green, Marc Gasol, Serge Ibaka, Norm Powell y, el fin definitivo de una era, Kyle Lowry. No solo eso: los Raptors (básicamente Masai Ujiri y Bobby Webster) movieron sus hilos sin obsesionarse por los retornos. Kawhi, Green, Ibaka y Marc se fueron (todos a Los Ángeles) sin dejar nada a cambio, como agentes libres que los Raptors intentaron retener antes de entrar en mercadeos. Por Powell llegaron Rodney Hood y Gary Trent Jr. Por Lowry, el hilo que seguía comunicando a los Raptors con DeMar DeRozan y el inicio de su edad de oro, no hubo acuerdos en el cierre invernal de 2021, y en verano se orquestó uno de esos sign and trade, con Miami Heat, que siempre rebaja la mano negociadora del vendedor. Los Raptors aceptaron un acuerdo que beneficiaba al base, ya una leyenda en Canadá, y se quedaron con Precious Achiuwa y un Goran Dragic que solo pasó por allí hasta que se fue con una primera ronda a San Antonio a cambio de Thaddeus Young, Drew Eubanks y una segunda ronda de draft.
Y así, ya también sin Lowry en una simbólica ruptura con tiempos muy felices, comenzó una temporada 2021-22 en la que los Raptors, el lado bueno, volvían a Canada pero se quedaban, la parte mala, a priori lejos del lote de aspirantes en el Este más poderoso de los últimos años.
Y, en un guion que no parecía sorprendente, los Raptors perdieron tres de sus cuatro primeros partidos. Y estaban 7-9 el 18 de noviembre. Y 14-17 el 28 de diciembre. ¿Según lo previsto? No tan depresia: en 2022 han firmado un 33-17 que ha incluido un tramo de catorce victorias en dieciséis partidos antes del último, ya intrascendente porque los Raptors, contra muchos pronósticos hechos unos meses antes, habían asegurado la plaza de playoffs sin tener que pasar siquiera por el purgatorio del play in. Quintos de Conferencia son además, en muchas quinielas, el favorito para derrocar a un favorito: Philadelphia 76ers. Las casas de apuestas estadounidenses les dan un 38,4% de opciones. Básicamente, cuatro victorias en cada diez supuestos.
Y lo cierto es que, aunque hay obvias posibilidades de que los Sixers acaben imponiendo la lógica, la eliminatoria ha cogido tono de emboscada: Nick Nurse parece un arma a favor de los Raptors en el duelo de banquillos contra Doc Rivers: elasticidad y heterodoxia contra vieja escuela. Su defensa tiene una batería de aleros físicos y de enorme envergadura que parece idónea para ponerle las cosas muy difíciles a un James Harden que, definitivamente, parece haber perdido al menos un paso con respecto a su mejor versión. Da igual que esté en Houston, Brooklyn o Philadelphia. Y Pascal Siakam ha tenido un final de temporada que le eleva al rango del rol más importante que no tienen perfectamente cubierto los Raptors: el de opción alfa en ataque. Desde el 1 de marzo, el alero de Douala ha promediado 26,5 puntos, 8,5 rebotes y 5,6 asistencias.
¿Se han reconstruido los Raptors con solo un paso por la zona muerta de la NBA? Eso parece. Con un equipo muy distinto al campeón de hace menos de tres años pero con una obvia conexión que empieza en Nurse y desemboca en el vestuario a través de Siakam y Fred VanVleet.
En primer lugar, necesitas acierto, suerte o ambas cosas en el draft. Muchas franquicias pasan años con picks de lotería y no parecen avanzar. Ni retroceder. Los procesos de tanking industrializado y multianuales ha hecho que se pierda de vista una de las viejas clave del rastreo de talento: se busca jugadores diferenciales, especiales. Vale más uno de estos que un par de puñados de jóvenes promesas acumuladas para ver qué sí y qué no. Su paso por Tampa y sus derrotas de la pasada temporada dieron a Toronto Raptors su pick más alto (el 4) desde que Andrea Bargnani fue número 1 en 2006. Y el elegido fue Scottie Barnes, para sorpresa de muchos porque Jalen Suggs (un 5 para los Magic que ha decepcionado mucho en su primera temporada) parecía la opción de consenso. Y porque había muchas dudas después de ver a Barnes en Florida State: el tiro exterior, el puesto en el que podría rendir al máximo en la NBA, la compatibilidad con un OG Anunoby ya renovado.
Barnes ha sido, claro, uno de los hallazgos de la temporada. En la carrera por el Rookie del Año con Evan Mobley y Cade Cunningham, ha demostrado que es (como mínimo) un excelente jugador para muchos años y una pieza ideal para los hábitos defensivos de Nick Nurse. Qué más da en qué posición puedas o no jugar si las posiciones básicamente no existen en tu equipo. Barnes tiene 20 años, Trent Jr 23, Anunoby 24, Siakam y VanVleet 28. Los Raptors tienen el núcleo duro hecho y amarrado para el futuro. Siakam renovó en 2019 por cuatro años y 137 millones de dólares y ha vuelto al nivel que le hizo all star y básico en un equipo campeón. VanVleet se ha estrenado esta temporada como all star después de firmar en noviembre de 2020 por cuatro años y 85 millones. Anunoby se llevó, en diciembre de 2020, 72 millones por cuatro años y ha demostrado ser una de esas piezas esenciales para las cábalas de Nurse, que tiene asegurada, en el peor caso, una tercera opción con él y Barnes. Y Trent Jr firmó el pasado verano por tres años más y 51 millones.
Todo ha funcionado: el pick de draft ha sido un éxito, las extensiones y nuevos contratos se han demostrado acertadas en todos los casos y Nick Nurse está amarrado también para el futuro a medio plazo. Los Raptors perdieron a casi todas las piezas esenciales de un equipo campeón, fallaron en su intento de tantear a Giannis Antetokounmpo ante una posible salida de Milwaukee, no se obsesionaron con hacer caja en pleno fin de ciclo… y han vuelto a competir por la vía más rápida posible con, ahora, flexibilidad para elegir si gastan en rellenar los obvios huecos que todavía tiene su rotación o buscan un nuevo golpe de efecto que revuelva la baraja en el Este: un nuevo Kawhi Leonard, riesgo ciego y a jugar.
Los Raptors tienen la quinta mejor defensa de la NBA desde el parón del All Star, con el segundo mejor ratio en pérdidas del rival. Anunoby es un 2,01 con una envergadura de 2,19. Siakam, un 2,03 con 2,22 y Scottie Barnes, el recién llegado, un 2,01 con 2,19. Las posibilidades no convencionales son casi infinitas para un Nurse que juega esencialmente sin pívot pero solo tiene, básicamente, pívots en el banquillo: Precious Achiuwa, Thad Young, Chris Boucher y el que menos peso tiene de todos, Khem Birch. Es una paradoja; un equipo extraño, desequilibrado y al que le falta fondo de armario y, desde luego, más piezas de backcourt para no sobrecargar de minutos a VanVleet, que ha terminado con problemas de rodilla, y a Siakam, el otro que ejerce de generador. Pero funciona. En ese intrincado baile de brazos kilométricos que propone Nurse, funciona.
Pase lo que pase en estos playoffs 2022, nadie subestimará a los Raptors en la parrilla de salida del próximo curso. Es una franquicia que ha completado una vuelta al ciclo competitivo y ha regresado a un admirable punto de partida, uno que como mínimo le tendrá en competición y que le sostiene otra vez a un par de pasos, internos o externos, de entrar otra vez en las cuentas de los buenos de verdad. Con presente y con futuro. Con unos despachos excepcionales, un entrenador brillante para la actual inercia del juego, líderes con nivel all star y un rookie con techo de estrella. Un trabajo impecable de una franquicia intachable.