NBA | GRIZZLLIES 85 - MAVERICKS 112
Lección de Doncic a Ja Morant
Exhibición del esloveno en la segunda parte y punto y final a la racha de los Grizzlies, que queda en once victorias seguidas. Doncic, mal inicio pero maravilloso segundo tiempo.
En la NBA todo sucede muy deprisa. Luka Doncic y Ja Morant tienen la misma edad (el esloveno unos meses más, apenas): 22 años. Pero el primero parece un veterano, con dos all star ya en el currículum, mientras que el base de los Grizzlies es el jugador de moda (con todo merecimiento). Con Doncic básicamente fuera de las pistas, entre problemas de tobillo y protocolos COVID, Morant catapultaba a los Grizzlies, se convertía en la sensación del momento y apilaba votos de guard titular en el que va a ser su primer All Star. Otra vez, todo absolutamente merecido. Pero, claro, Doncic todavía es Doncic. Y ganó el duelo entre el Rookie del Año de 2019 y el de 2020, entre el número 3 de 2018 y el 2 de 2019. Entre, esencialmente, dos de las grandísimas estrellas jóvenes del Oeste y de la NBA. No solo ganó, arrasó: 85-112 para unos Mavericks que empiezan a ser una cosa muy seria. Y que, a punto además de recuperar a Kristaps Porzingis, marchan 23-19, asentados en el quinto puesto del Oeste. Para los Grizzlies es ahora un 30-15, todavía terceros después de que la mejor racha de la historia de la franquicia muriera en este partido. Han sido, desde el 23 de diciembre, once victorias seguidas.
El mérito de los Mavs es estruendoso. Jason Kidd, pese a que llegaba rodeado de dudas, está consiguiendo los objetivos para los que fue fichado: Doncic y Porzingis vuelven a tener química, los Mavs defienden muchísimo mejor y atacan con más registros, menos obsesionados con el pick and roll de Doncic rodeado de tiradores (algo que sigue siendo, por lo demás, un recurso impagable). Un equipo duro, competitivo, que enlazó seis victorias antes de pegársela en Nueva York y regresó a la vida en Memphis, ahora mismo el escenario más difícil.
Un equipo que, como si nada, silenció una grada muy caliente en la segunda parte y volteó el partido para convertir un posible mal trago en una exhibición de póster (85-112 final). Los Grizzlies ganaban 60-51 en el inicio del tercer cuarto. Los Mavs habían hecho hasta entonces la goma, alternando tramos buenos con otros en los que parecían a punto de descolgarse, un paso por detrás de un rival vertiginoso que acusó jugar en back to back y notó el peso específico de unos Mavs de hormigón. De ese 60-51, muy peligroso y con la sensación de que Desmond Bane entraba en calor tras una floja primera parte, se pasó a un 79-110 a dos minutos del final. En 20 minutos de segunda parte los Mavs amasaron un 19-59 en pista del equipo más en forma de la NBA. Un tramo extraordinario en el que sacaron de su plan a los Grizzlies, obligados a buscar big shots por fuera y sin sus habituales vías de penetración ni sus puntos en transición. Sin correr y sin bandejas, con menos puntos en la zona y menos a la contra, perdieron su identidad y quedaron en manos de Luka Doncic, que no dio nunca la sensación de acelerar sino que espero a que el partido llegara a él. Y cuando eso sucedió, lo reventó. Es lo que hacen los grandes.
Ja Morant, la estrella del momento, estuvo intermitente y percutió poco. Acabó con 19 puntos y 8 asistencias por 8 pérdidas. Sin capa de Superman contra una defensa fortalecida por Finney-Smith, Kleber, Powell y Chriss. Ni Jaren Jackson Jr ni Bane estuvieron cómodos, ni aparecieron manos salvadoras en la larga rotación de los de Tennessee. Los Mavs absorbieron las virtudes de un rival al que convirtieron en mediocre, encajaron golpes y se sostuvieron hasta que llegó su momento. Y cuando este asomó, pegaron con puño de hierro. Con el casi siempre excelente Jalen Brunson (15 puntos, 9 asistencias, 5 robos), con la aparición a tiempo de Tim Hardaway (16 puntos)… y con Luka Doncic, claro. Siempre con Luka Doncic.
Doncic abrió con dos pérdidas y pareció lento, incómodo entre los movimientos eléctricos de un rival hiperactivo. Parecía perdido pero estaba recabando información, aprendiendo, trazando un plan. No era una siesta, ni mucho menos una rendición. Era un ejercicio de control en ese caos del que normalmente salen lanzados los Grizzlies. Después de un primer tiempo muy discreto (9 puntos en 12 tiros, 0/4 en triples, 6 asistencias por 5 pérdidas), Doncic sacó la escuadra y el cartabón y borró del mapa a Morant y los Grizzlies sin acelerar, sin hacer nada que pareciera del otro mundo, con el partido viajando a su ritmo y no al contrario. Es así de bueno.
Acabó con 27 puntos, 12 rebotes, 10 asistencias y un 12/22 pese a un 0/6 en triples y solo 4 tiros libres lanzados. Y seis pérdidas. Es, efectivamente, un segundo tiempo de 18 puntos, 7 rebotes, 4 asistencias y solo una pérdida. Y un 10/12 en tiros. En el tercer cuarto anotó 10 puntos que parecieron muchos más. Y entre el final de ese parcial y el inicio del último olió sangre y destrozó a su rival, que se descolgó sin saber ni qué había pasado. Lo que había pasado era, sencillamente, Luka Doncic. Que sumó su triple-doble número 40, por cierto. Con 22 años y en 226 partidos. Solo Oscar Robertson tardó menos (92 partidos, una cosa de locos) en llegar a esa cifra. Una redonda: 80 triples-dobles en la historia de los Mavs, 40 para Doncic y 40 para todos los demás. Lo dicho, con 22 años y tras recordar en casa de la estrella de moda que no se ha ido a ninguna parte, que sigue ahí, que todas las cuentas sobre quién es la gran estrella joven de la NBA tienen que seguir pasando por él como uno de los ejes incuestionables. Es así de sencillo pero este partido fue un excelente recordatorio.