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NBA | GRIZZLIES 108 - LAKERS 95

No hay perdón para los Lakers

Después de la victoria contra los Celtics, los angelinos demostraron que no son capaces de ponerse en marcha de verdad y la pifiaron contra un rival lleno de bajas muy importantes.

No hay perdón para los Lakers
Petre ThomasUSA TODAY Sports

No hay manera: después de ganar a los Celtics con buenas sensaciones, excelentes para su ritmo de esta temporada, los Lakers tenían un back to back fuera del Staples (Grizzlies-Thunder) para demostrar (y demostrarse) que habían encontrado un punto de apoyo. Para dar razones de fe a quienes la conservan, que cada vez son menos en L.A. Los buenos equipos arrancan en algún momento, se ponen en marcha y no miran atrás. Los voluntaristas que creían que la visita de unos Celtics que tampoco están para tirar cohetes había sido ese partido, ese reinicio, han tenido poco más de 48 horas de felicidad. En Tennessee reaparecieron todos los peores vicios y los Lakers perdieron (108-95) de manera estrepitosa; ciertamente bochornosa pero, en realidad, absolutamente lógica.

Lógica porque los Grizzlies son ahora un equipo mejor: 15-11 por el 13-13 de los Lakers, anclados en la mediocridad, en la más absoluta nada. Lógica porque el que no defiende absolutamente y no cuida la bola en ataque suele perder. Incluso contra un rival al que le falta su mejor jugador (Ja Morant), un agitador importante como Dillon Brooks y dos piezas de rotación (Kyle Anderson y Brandon Clarke). Esa lista de bajas, y que los Grizzlies jugaban en back to back después de que los Mavericks acabaran con su buena racha, no hace más que señalar todavía a los Lakers, sospechosos habituales. Que esta noche juegan en Oklahoma City, un partido con morbo porque perdieron, de forma absolutamente resonante, sus dos partidos anteriores contra los Thunder. Hace más de un mes del segundo duelo y sorprende (o no) lo poco que han cambiado las cosas en el equipo angelino.

Cualquiera que estuviera viendo este partido contra los Grizzlies pensaría, es lo más lógico, que Frank Vogel, puede jugarse el puesto esta noche, en OKC. Pero Jeanie Buss acaba de decir que todavía no habrá decisiones al respecto, no sin el equipo al completo. Ahora faltan ya solo Kendrick Nunn y Trevor Ariza, un estupendo alero que se ha convertido en algo así como el clavo ardiendo porque su presencia liberaría la versión formidable de los Lakers, la que aún no ha asomado ni remotamente. A estas alturas, eso parece pensamiento mágico. Ariza, a buen nivel, mejoraría la defensa de los Lakers, cumpliría con su rol de 3+D y permitiría un reajuste del quinteto teóricamente ideal, con LeBron James de cuatro y Anthony Davis de cinco. Pero Ariza tiene 36 años, sigue sin fecha de regreso y a estas alturas es más que obvio que los problemas van mucho más allá de la enfermería. Esa excusa caducó. Eso vale para hablar de cómo de aspirante eres al anillo. No para que te veas planteándote si eres un equipo de playoffs, incluso en el peor Oeste de los últimos años. En 13-13 después de un calendario como mínimo amable, y con un infierno de partidos difíciles por delante, es para pensarlo muy seriamente.

Esta vez, los Lakers comenzaron bien. Jugaron un buen primer cuarto en ataque, con mates y pequeñas ventajas. Y desaparecieron después. Ninguna coordinación defensiva, nada de actitud, falta de físico y concentración para evitar los rebotes de ataque de los Grizzlies. Y, en ataque, una catarata de pérdidas innecesarias, ridículas, de las que dejan en evidencia que o no tienes la cabeza en el partido o nada te importa realmente demasiado. O un poco de las dos. Russell Westbrook, después de unas cuantas semanas muy buenas, volvió a su peor versión: 9 puntos, 6 rebotes, 7 asistencias, solo 9 tiros a canasta y 6 pérdidas. LeBron sumó el triple-doble número 100 de su carrera (20+10+11) y lo acompañó con 5 pérdidas y un 1/6 en triples. Es, cuestión de físico y carburante, la temporada en la que más depende de su tiro exterior. Un pésimo síntoma con, además, unos porcentajes discretos. Y Anthony Davis, que cada vez es claramente la X más decepcionante de esta cochambrosa ecuación, volvió a no dominar el partido: 22+8, calorías vacías. Sin las dudas y la necesidad de acoplamiento y reinvención de Westbrook y sin la edad y los kilómetros que tiene encima LeBron, es inadmisible lo poco que Davis está dando esta temporada. Incomprensible, demoledor para los Lakers.

En el descanso, Vogel vio que la sangría del rebote les iba a costar cara y metió a Dwight Howard. Hubo un 0-9 de salida (59-62) y ventajas visitantes hasta el 68-72 a 6:50 del final del tercer cuarto. A partir de ahí, los Lakers anotaron 23 puntos. En más de 18 minutos. Y apenas opusieron resistencia. No tuvieron actitud, ni físico ni baloncesto. Y entregaron el partido con el 9-2 que abrió el último parcial.

Ganó el que lo buscó, el que quiso ganar. Honra a los Grizzlies por ello. Un equipo que sigue sumando sin Ja Morant, en el que se reivindica Jaren Jackson (25+5) y en el que cada vez es más importante Desmond Bane (23 puntos, 5 triples). Tyus Jones es un base infravalorado, y las miserias de los Lakers permitieron brillar a una segunda unidad de emergencia: hasta el casi desahuciado Jarrett Culver fue importante en una victoria que no tuvo nada de casualidad. Un equipo está vivo, tiene ganas y energía y pelea contra sus limitaciones casi cada noche. Y el otro no consigue dejar de ser un cadáver vanidoso, una sombra de lo que debería ser, una montaña en movimiento de excusas. En el duelo entre ambos, ganó el primero. Y, visto así, parece cuestión de lógica. No hay que darle muchas más vueltas.