Ricky, de profesión 'playmaker'
En plena madurez, el base español es reconocido como uno de los mejores cerebros de toda la NBA. Sus números como generador de juego son de elite en la historia de la Liga.
Ricky Rubio, para empezar, lleva más de una década en la NBA. Ha jugado 652 partidos, 598 como titular. Y ha ganado, solo en contratos con franquicias, más de 104 millones de dólares. Ahora mismo, curso 2021-22, está en 17,8 millones, última temporada de un contrato de tres años y 51 millones. Su salario es el número 70 de una NBA con más de 400 jugadores, el 35 entre guards: básicamente, bases y escoltas. Cuando se debate si se ha valorado o no a Ricky lo suficiente, debería bastar con dejar que hablen los números: durante más de diez años no se ha movido de la NBA, donde siempre ha jugado mucho. Su último contrato va más allá del doble del salario anual medio de la competición (unos 7,5 millones) y en sus equipos siempre se ha valorado su trabajo, dentro y fuera de la pista. Claro que en la NBA se ha valorado a Ricky Rubio. Si no ha sido all star es porque no ha estado a ese nivel tan altísimo, el de los mejores en una era propulsada por los exteriores de talento, tiempos de bonanza para ellos. Si se han señalado sus defectos, es porque los ha tenido. Básicamente, la dificultad para anotar, para finalizar jugadas y, sobre todo, para lanzar desde el exterior. Claro que con eso en el arsenal, además de todo lo que tiene, Ricky habría sido un base All NBA: para formar parte de los Mejores Quintetos.
Ahora a un excelente nivel, no siempre ha sido así en una carrera larga y que prometía un estrellato sin techo cuando jugaba en ACB con catorce años o aterrizaba en la NBA como una estrella del rock. Fue número 5 del draft en el que Stephen Curry fue 7. Costó hacer que confluyeran las expectativas con la realidad, y eso pudo derivar en una visión más negativa (o menos positiva) de lo que merecía un jugador que, por lo demás, fue titular de una final olímpica con 18 años y titular y campeón en una final de Euroliga con 19. Quizá por eso, por lo prematura de su irrupción, se nos hizo más largo el camino a la madurez, que incluyó trances personales duros, como el fallecimiento de su madre, y lesiones feas, la peor la de ligamento de rodilla en 2012, que le dejó fuera de los Juegos de Londres.
Esa madurez alumbró un tramo de obvio liderazgo en la Selección, el cabecilla post Pau Ga-sol/Juan Carlos Navarro, con la que jugó a un nivel abrumadoramente alto en el Mundial 2019 (campeón, MVP) y en los pasados Juegos de Tokio, donde fue sostenidamente y con cierta claridad el mejor del equipo de Sergio Scariolo. En paralelo, Ricky ha sufrido la parte más cruda del negocio NBA: los traspasos inopinados y los cambios de camiseta sin voz ni voto. Los Cavs son su cuarto equipo en cuatro años, un trance que le agotó y desesperó, y no tuvo problema en reconocerlo, pero que no estropeó su imagen: impecable en sus vestuarios, reconocido ya como líder veterano. En la reconstrucción de los Suns, en su extraño regreso a los Wolves y en los Cavaliers que son, al menos hasta la plaga de lesiones que los azota, la revelación de la temporada en la NBA. En Cleveland Ricky está siendo especialmente agresivo en ataque, con más flashes que nunca del anotador que ha llegado a ser en el juego FIBA; por inteligencia buscando sus posiciones y cada vez con más confianza en su tiro, que sigue a años luz de ser su gran virtud. Está anotando más que nunca en la NBA (14,2 por noche) con sus topes en el triple tanto en aciertos (2) como en porcentaje (36,1%).
Un cerebro al servicio de sus equipos
Ricky es un playmaker, no un anotador. Pero es obvio que cuanto más anota y más problemas da como productor directo de puntos a sus defensores, más opciones se le abren como pasador. Siempre es así, del mismo modo que los anotadores compulsivos son más peligrosos cuanto más circulan la bola y más juegan dentro del flujo de sus equipos. Pero es como productor para otros, como cerebro cada vez con más jerarquías para ordenar y mandar, cuando asoma la mejor versión que en eso, si se miran los números, está entre los buenos de verdad en la historia de la NBA. Ricky, con 31 años, promedia en su carrera NBA 11,1 puntos, 4,1 rebotes y 7,6 asistencias. Este último dato sale de unos números que solo bajaron de 6 de media en Utah Jazz, donde jugó dos temporadas y donde el estilo de pases y circulación colectiva de Quin Snyder, además de la presencia de otros playmakers (Joe Ingles, Donovan Mitchell… bajaron su media a 5,7. En los Timberwolves (siete años en su primera etapa, una de regreso la pasada campaña) su media de asistencias fue de 8,1. En su año en Phoenix Suns, de 8,8. En Cleveland Cavaliers está en 6,3, por ahora.
Ricky siempre juega mucho, otro dato que habla de lo que de verdad piensan de él en sus equi-pos, más allá del ruido que haya podido ver… o que se haya querido ver: esta temporada 29,3 minutos, de media en su carrera 30,3, el curso que menos 26,1 (el pasado, un año gris en lo de-portivo en los Wolves). Y Ricky pierde muy pocas bolas para ser un base que amasa y maneja: 3 esta temporada, la primera en esa cifra desde 2013. En su carrera, 2,6. Esto arroja una ratio asistencias/pérdida de 2,9. Ricky da casi 3 asistencias por cada pérdida.
A través de 652 partidos y casi 20.000 minutos, los números tienen peso específico. Significan cosas. No son casualidad. Y los números dicen esto: en esas 7,6, Ricky está entre los 20 mejores de la historia de la NBA en media de asistencias por noche. De-toda-la-historia. Ocupa el puesto 19, así que solo 18 jugadores han sido mejores en los 75 años que ha acaba de cumplir la Liga. Esta es la lista, los nombres hablan por sí solos: Magic Johnson (11,1), John Stockton (10,5), Oscar Rober-son (9,5), Chris Paul (9,4), Isiah Thomas (9,2), Kevin Johnson (9,1), John Wall (9,07), Jason Kidd (8,6), Russell Westbrook (8,5), Steve Nash (8,49, Norm Nixon (8,3), Tim Hardaway (8,1), Deron Williams (8,07), Kevin Porter (8,06), Rajon Rondo (8,03), Mark Jackson (7,9), Guy Rodgers (7,7), Stephon Marbury (7,65), Ricky Rubio (7,60).
Si aislamos a los jugadores en activo, Ricky es quinto: Chris Paul, John Wall, Russell Westbrook, Rajon Rondo y él. Por detrás aparecen si se revisa el top-50 histórico, y ojo también a estos nombres, LeBron James (7,4), Damian Lillard (6,6), Stephen Curry (6,5), Jrue Holiday (6,3) y Kyle Lowry (6,2).
En asistencias totales, Ricky está en 4.950. Ocupa el puesto 71 en la historia y es el undécimo en activo. Pero de los diez que tiene por delante (Paul, LeBron, Westbrook, Rondo, Lowry, James Harden, Wall, Mike Conley, Stephen Curry, Andre Iguodala y Jrue Holiday), solo hay uno que ha jugado menos que él: John Wall, 613 partidos. El siguiente con menos es Stephen Curry (782). Seis han pasado de 900 y tres de 1.000. Ricky es compañero de draft de Harden, Curry o Jrue Holiday, pero pasó dos temporadas en Europa desde que fue drafteado (2009) hasta su debut con los Wolves (2011). Perteneció a un draft tremendo en cuanto a guards: 12 en el top 20. La mayoría han desaparecido de la NBA. Quedan en la elite los tres citados y DeMar DeRozan, y en un perfil mucho más bajo Jeff Teague. De los demás, ni rastro: Tyreke Evans, Johnny Flynn, Brandon Jennings, Ty Lawson, Eric Maynor, Darren Collison…
Hay otro dato esencial que eleva a Ricky entre los mejores como gestor: el control de las pérdi-das. Si volvemos a ese top 19 histórico de asistencias por partido que cierra él, solo hay dos con menos bolas perdidas por noche que él (recuerdo: 2,6). Son Chris Paul (2,4) y Mark Jackson (2,4). Otros dos (Oscar Robertson y Guy Rodgers) no computan porque no hay datos sobre de sus tiempos en la NBA. Los demás tienen, todos, un promedio más alto que Ricky y solo hay otros seis por debajo de las tres por partido. Eso coloca a Ricky entre los mejores, dentro de ese grupo tan selecto, en la ratio asistencias/pérdidas, el número de pases de canasta que se suman por cada bola pérdida. El mejor es el increíble Chris Paul, con un casi sobrehumano 3,9 al que solo se acerca el dato de John Stockton (3,7). Jason Kidd es el otro que llega a 3. Después está el grupo de los que están en 2,9: Ricky Rubio, Kevin Johnson, Steve Nash y Rajon Rondo. Les sigue Magic con 2,8 y luego, todos los demás en una lista que cierra Russell Westbrook (2,07).
Insisto: en una carrera que va por su undécima temporada, los números tienen un significado profundo. Ricky Rubio es un jugador de elite como generador, un playmaker que asiste y cuida la posesión, que encuentra a sus compañeros y mejora lo que le rodea. Y que en la NBA ha mostrado un nivel excelente cuando le ha acompañado lo justo la producción anotadora. Y, en paralelo, mucho más limitado cuando ha tenido serios problemas para ver aro y las defensas han jugador acorde a ese talón de Aquiles. Pero Ricky, este Ricky que acapara elogios de forma merecida en su estreno en los Cavs, donde llegó de mala gana y ha vuelto a disfrutar del baloncesto y de la NBA, ha acabado siendo tan bueno, seguramente, como creíamos que iba a ser cuando solo era un crío que batía récords y acaparaba titulares, del Joventut al Barcelona y la Selección. Tanto que ya está en el debate, como mínimo se ha metido en esa conversación, sobre quién es el segundo mejor jugador español de siempre por detrás del intocable Pau Gasol: Marc, Navarro, él… ese, claro, es asunto para otra discusión. Pero la conclusión es que sí, Ricky Rubio es muy bueno. En algunos de los rasgos que definen su juego, de hecho, está entre los mejores de siempre en la NBA.