Una pareja maldita en la NBA
DeMarcus Cousins e Isaiah Thomas coindicieron en los Kings, fueron 'all-star'... y cayeron lesionados en el peor momento. Perdieron mucho dinero y ahora los dos están sin equipo.
A veces, sencillamente, hay que estar en el momento adecuado y en el lugar oportuno. No hay otra. Y el mercado NBA, tan generoso en muchas ocasiones, es otras un cruel recordatorio de esto. Del mismo modo que hay jugadores a los que una buena temporada, o un tramo de excelencia de apenas unos meses, les vale para firmar contratos suculentos, hay casos en los que se da la circunstancia contraria: el dinero no está cuando tenía que estar… y se acaba desvaneciendo completamente. Si uno repasa la lista de jugadores que quedan sin equipo en el mercado veraniego, hay dos nombres ilustres que (no es la primera vez) vuelven a destacar: Isaiah Thomas y DeMarcus Cousins.
Ninguno de los dos es agente libre restringido, así que no es cuestión de que las franquicias no quieran meterse en líos negociadores para que finalmente sus equipos los acaben reteniendo. Y ninguno de los dos tiene precisamente un caché desorbitado. Simplemente, ahora mismo, no cuentan. Es así de duro. Dos jugadores que fueron all star y que se iban a asegurar contratos gigantescos cuando fueron apartados de la circulación por lesiones graves. Y que no han conseguido, ninguno de los dos, reorientar la dirección. No todas las historias tienen final feliz, al fin y al cabo.
Caminos cruzados desde los líos en los Kings
El caso es que, de una forma u otra, los caminos de Thomas y Cousins siempre han estado entrecruzados. Aunque son dos perfiles totalmente opuestos, el primero un base diminuto (raspa el 1,75) que llegó a la NBA en 2011 por la puerta de atrás: número 60, la última posición, del draft. Había jugado tres años en la Universidad de Washington. Lo eligieron los Kings, una franquicia en eterna reconstrucción y constante marejada que un año antes, en 2010, había elegido con el número 5 a Cousins, un enorme pívot que raspaba el 2010 y venia de una sola y tremenda temporada en Kentucky, donde formó parte de un bloque temible que firmó un brillante 35-3 pero se quedó a las puertas de la Final Four. John Calipari, de estreno, dirigía ese año a Cousins, pero también a John Wall, Eric Bledsoe y Patrick Patterson… Los cuatro formaron parte del top 20 del draft 2010.
Thomas se sumó a un equipo que ya se estaba convirtiendo en un sainete de trama recurrente: falta de liderazgo en los despachos y cambios constantes en los banquillos para buscar a la figura que fuera capaz de calmar y contentar a Cousins, un talento descomunal con una cabeza complicada. Nadie estuvo tan cerca de conseguirlo como Michael Malone, el ahora entrenador de los Nuggets que pagó el cambio en la dirección deportiva, por encima de él, y acabó dejando su sitio a George Karl, cuyo divorcio con Cousins fue sonadísimo (recados en redes incluidos). Los Kings, ya se sabe, llevan sin jugar playoffs desde 2006. Thomas emergió como un base eléctrico, un anotador voraz y un jugador que compensaba por corazón e instinto lo que no tenía de altura. En su tercera temporada en Sacramento (2013-14) ya promediaba más de 20 puntos y 6 asistencia por partido. Un curso en el que Cousins se movía en más de 22 puntos y casi 12 rebotes de media. Los Kings pensaban que tenían su 1-2 punch, su pareja letal para trinchar a los rivales con constantes jugadas de pick and roll. Pero las relaciones se torcieron rápido en un vestuario absolutamente tóxico y en el que Cousins no encajó el ascenso al estrellato del diminuto Thomas.
Así que salieron. Thomas fue traspasado en el verano de 2014 a Phoenix Suns, donde formó parte del extrañísimo proyecto de los tres bases (con Eric Bledsoe y Goran Dragic) antes de ser enviado en febrero de 2015, apenas meses después, a Boston Celtics. Allí, en una franquicia que ya había intentado hacerse con él en verano, llegaron sus años de esplendor: dos all star (2016, 2017), el segundo (2016-17) como parte de una temporada en la que entró también en el Segundo Mejor Quinteto y los más atrevidos en Boston lo elevaron al debate sobre el MVP. Promedió 28,9 puntos y 5,9 asistencias, y jugó unos playoffs emocionantes en los que los Celtics llegaron a la final del Este y él se sobrepuso a la muerte en accidente de su hermana. Thomas llegó a anotar 33 puntos un día después del trágico suceso. Por entonces ya era uno de los favoritos del Garden, por sus combustiones anotadoras y su espíritu indomable.
Cousins, por su parte, fue (en dos coincidió con Thomas) cuatro veces seguidas all star entre 2015 y 2018, entró dos veces en el Segundo Quinteto (2015 y 2016) y formó parte de un ciclo olímpico del Team USA: campeón del mundo en 2014, oro olímpico en 2016. En febrero de 2017 los Kings se hartaron de líos y lo traspasaron, en pleno All Star Weekend, a New Orleans Pelicans. Allí formó una pareja tremenda, una especie de torres gemelas de vida muy corta, con Anthony Davis. Tras esos meses de acople, arrancó la temporada 2017-18 al mejor nivel de su vida: 25,2 puntos, 12,9 rebotes y 5,4 asistencias. Y una actitud renovada, positiva y feliz al lado de Davis y en un equipo que se alzaba como wildcard en un superpoblado Oeste.
La desgracia llegó en el peor momento
Pero esos tramos de felicidad llevaron a la desgracia por culpa de las lesiones. Thomas se dejó la cadera en esos heroicos playoffs 2017 por ayudar a los Celtics, que semanas después lo mandaron a Cleveland Cavaliers en la operación Kyrie Irving. Estaba en último año de contrato cuando arrancó aquella temporada 2017-18 que comenzó en los Cavs y acabó en los Lakers. La lesión de cadera retrasó su debut más de lo debido, no encajó en el proyecto de LeBron James y empezó a dejar síntomas preocupantes: por su cadera y por el golpe anímico que había supuesto ser traspasado por los mismos Celtics en los que era un referente y por los que se había dejado la salud física y mental, con una cadera lesionada y en pleno duelo por la muerte de su hermana. Cousins, en esa temporada 2017-18 que empezó como un vendaval, también estaba en último año de contrato. Pero solo jugó 48 partidos. El 26 de enero se rompió el tendón de Aquiles. La terrible lesión que iba a marcar su carrera. Cuatro días antes había sumado 44 puntos, 24 rebotes y 10 asistencias contra Chicago Bulls.
Justo antes de su lesión, casi nadie dudaba de que los Pelicans firmarían en el verano de 2018 un contrato máximo a Cousins, que podía llegar hasta los 177,2 millones de dólares por cinco años. Thomas, por su parte, habló abiertamente durante la temporada 2016-17 de ese mercado de 2018 en el que pensaba llegar a los 200 millones de dólares. Ninguno de los dos vio nunca esas cantidades, y desde entonces han dado tumbos por la NBA sin grandes cheques y sin estabilidad deportiva. Ahora están sin equipo cuando el mercado está prácticamente exprimido de cara a la temporada 2021-22, solo tres años después del que tenía que ser haber sido el verano de los millones para los dos, el descomunal pívot y el liviano base. La pareja mal avenida de Sacramento Kings.
Cousins, poco después de la lesión, rechazó 40 millones por dos años de los Pelicans. En la NBA las lesiones en el tendón de Aquiles son temibles, más en jugadores del volumen de Cousins. Acabó firmando por un año y 5,3 millones con los Warriors, buscando la redención en la Bahía: un anillo y un gran contrato después gracias al paso por, esperaba, el súper equipo en el que todavía estaba Kevin Durant junto a Stephen Curry, Klay Thompson y Draymond Green. Pero fue (2018-19) el año maldito para los Warriors, el de la lesión (también tendón de Aquiles) de Durant y la de rodilla de Klay. El de la final perdida contra los Raptors. Cousins no vivió un sueño, precisamente: no debutó hasta enero, todavía en recuperación. Y después sufrió una lesión de cuádriceps que minimizó su efecto en los playoffs. Para la siguiente temporada firmó con los Lakers por solo 3,5 millones… y se rompió la rodilla en verano. En febrero, sin debutar, fue cortado, antes del triunfo angelino en los playoffs de la burbuja. En las dos siguientes temporadas ha jugado para Rockets y Clippers por 2,3 millones y 654.000 dólares, respectivamente. Fondo de armario sin trascendencia en el juego ni minutos importantes y, con 31 años, un jugador que está cada vez más lejos de aquel nivel arrebatador que llegó a tener. En su carrera ha ganado en contratos con franquicias algo más de 91 millones. En 2013 firmó la extensión rookie por cuatro años y 62 millones, pero el siguiente gran contrato no llegó nunca. Después de la primera lesión grave, cuando esperaban los 177 millones de los Pelicans, solo ha sumado unos 12 en cuatro años. Y ahora está sin equipo.
Para Thomas fue todavía peor. Despues de los Lakers ha pasado por Nuggets, Clippers y Pelicans, un intento de resurrección tras otro y menos de 5 millones totales en esos años de lucha contra el mal fario y camino cuesta arriba. Un tramo en el que ni asoman aquellos 200 millones que quería asegurar... y que muchos ejecutivos de la NBA creían entonces (era 2017) que se llevaría. Ahora está sin equipo y su salario más alto en una temporada siguen siendo los 7,2 millones de la 2014-15, en los Celtics. Más o menos la media del sueldo actual en la NBA. Era parte de los 27 millones por cuatro años que firmó en julio de 2014, tras el sign and trade que lo llevó de los Kings a los Suns. Al final de esos cuatro cursos, en el verano de 2018, estaba el gran saco de dinero. Como en el caso de Cousins. Uno que, también como le sucedió a su excompañero, jamás se materializó. Porque en la NBA, sencillamente, hay que estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno.