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NBA | SUNS 119 - BUCKS 123 (2-3)

Eclipse total de sol en Arizona

Triunfo épico de los Bucks, que remontan 16 puntos, ganan con una secuencia final increíble y se colocan a una victoria del anillo. Los Suns, otra vez superados en los momentos clave.

Eclipse total de sol en Arizona
Mark J. RebilasUSA TODAY Sports

Solo han pasado nueve días; no nueve meses, aunque lo parezca. El 8 de julio las Finales de la NBA hicieron viaje de Arizona a Wisconsin con un 2-0 que dejaba la carretera hacia el primer anillo de su historia perfectamente cuesta abajo para los Suns. En Milwaukee, el público cantaba “Bucks In Six” (los Bucks ganarán en seis partidos) y escucharlo casi producía ternura, como si se trataba solamente de que la realidad no chafara una buena fiesta, las primeras Finales en la ciudad desde 1974, una derrota contra los Celtics tres años después del único título de la franquicia.

Solo han pasado nueve días y la revolución se ha completado: 2-3, tres victorias seguidas para un equipo que nunca abandona, jamás muere. Tal vez porque le han sacudido demasiado durante los dos últimos años, porque ha muerto tantas veces que, finalmente, es imposible de matar. Es una paradoja, pero sucede. Los Bucks escaparon de un 2-0 contra los Nets y han ganado ahora tres partidos seguidos a unos Suns que solo habían perdido cuatro en todo su recorrido por el Oeste. Y que no saben lo que es estar a un partido del campeonato. En sus dos Finales anteriores (1976 y 1993) perdieron 4-2. Ahora han vuelto a encallar en esas dos victorias y necesitan su milagro particular para que el eclipse solar no sea completo. Necesitan dos victorias en 48 horas (martes-jueves). Y necesitan, por encima de todo, creer. Tienen dos días para pasarse por el diván del psicoanalista porque espera, el martes, una jauría en el atronador Fiserv Forum, donde los Bucks están 9-1 en estos playoffs.

Las matemáticas se suman a las sensaciones: con 2-2, quien gana el quinto partido es campeón el 72% de las veces. Pero si los Suns no pueden aferrarse a ese 28%, es que no merecen este anillo. El 2-0 se ha remontado cuatro veces y, cuidado, en dos de ellas se pasó directamente al 2-4 con cuatro victorias seguidas del que venía desde atrás. El cazador cazado: se lo hicieron los Blazers de Bill Walton a los Sixers en 1977 y los Heat de Dwyane Wade a los Mavericks en 2006. Es extraño, pero ha sucedido. Y está a un partido de volver a suceder. Asestar el golpe final será, para los Bucks, durísimo. El último paso es siempre el más difícil. Con la presión de evitar un séptimo a domicilio, contra un rival liberado de la angustia de la victoria, intentando escapar de la misma tumba en la que los Bucks se han hecho un apartamento de lujo. Es un equipo de mazmorras y agonía, que sana tras cada disparo, que camina como un zombie cuando debería estar muerto y pega como un mazo cuando no debería tener fuerzas. Es resiliencia y castigo, el reverso exacto de unos Suns llenos de talento pero incapaces, hasta ahora, de escapar de esas mismas brasas en las que los Bucks organizan barbacoas. Ahora ya no tienen opción: rebelarse o claudicar, en territorio comanche y, de repente, con todo en contra. Pueden hacerlo, pero necesitan buscar en su interior algo que va más allá del baloncesto y que no han tenido en los dos últimos partidos de estas Finales 2021. Que arrancaron en perfil bajo y están resultando preciosas.

Jrue Holiday, el espíritu de la resistencia

Nadie había ganado fuera en estas Finales y lo hicieron los Bucks (119-123) en el día en el que la victoria, además, deja sin comodines a su rival. Los Suns acabaron pasmados, con una mueca torcida y la cabeza llena de ruido, todo el que su rival había succionado de unas gradas que pasaron del deleite a la agonía por la vía rápida, sin saber cómo. Hasta este partido, los Suns no habían fallado en playoffs (13-0) en cuanto su ventaja superaba el +10. Esta vez era un 37-21 después de un primer cuarto extraordinario de los de Monty Williams, revitalizados por la vuelta a casa. Muy agresivos en defensa (6 pérdidas de los Bucks en el primer parcial después de cinco totales en el cuarto partido) y colectivos en ataque, con Devin Booker dirigiendo la carga y Jae Crowder y Mikal Bridges castigando (15 puntos entre los dos) a unos Bucks desorientados, zarandeados. En 9 minutos el partido se había puesto 32-16, los Suns anotaron el 78% de sus tiros en el primer cuarto (14/18) y su exhibición llevaba básicamente implícita la seguridad de la victoria: solo los Celtics en 2008 (en su caso, 21 puntos a los Lakers) habían remontado en unas Finales más de 16 puntos a partir del primer cuarto.

Entonces llegó el eclipse, el silencio, la enésima resurrección de los Bucks. Que no estaban enterrados y que se pusieron a jugar como si en los minutos anteriores no hubiera pasado nada. Como si no les acabara de arrasar un torbellino. Con Giannis Antetokounmpo en el banquillo y de forma asombrosa ante un rival de papel charol, los Bucks volvieron al partido en cuatro minutos y medio (5-21 para un 42-42) y estaban por delante en seis y medio (49-50). Desde ahí, fueron mejores siempre. Mantuvieron la concentración y la dureza, fueron más estables, más duros, más constantes. Se ciñeron a su plan, cuando funcionó de maravilla y cuando las pasó canutas, y tuvieron una fe inquebrantable y mucho más carácter. Finalmente también más baloncesto: la cosa se puso fea en el tercer cuarto (75-85, 81-94) para unos Suns a los que la defensa rival fue quitando armas hasta convertirlos en una sucesión de acciones individuales de Devin Booker. Funcionó, otra vez. El escolta ha metido 42 y 40 puntos en los dos últimos partidos y su equipo ha perdido los dos. Sin las conexiones colectivas, sin los ataques corales y los extra pass de highlight, los Suns son vulnerables por muy bueno que sea Booker. Que vaya si lo es. Y perdieron aunque metieron el 55% de sus tiros y el 60% de sus triples. Lo nunca visto en unas Finales.

El milagro asomó: un 102-113 a mitad de último cuarto se comprimió hasta un frenético 119-120 con bola para los Suns. Ahí llegó la jugada del partido, otra de esas (como el tapón de Antetokounmpo en el cuarto) que será historia de las Finales si los Bucks son campeones. A falta de 16 segundos, Jrue Holiday le arrancó el balón de las manos (literalmente) a Booker y asistió en transición para un alley oop deslumbrante de Giannis: 119-122 y tiro libre adicional por falta (sucia) de Chris Paul. El griego falló, pero palmeó un rebote que fue de mano en mano y cayó en las de Khris Middleton, que anotó otro tiro libre (119-123). Sellarón el KO los fallos finales de Booker y un Chris Paul que jugó mejor esta vez y tuvo un momento heroico en el último cuarto: 10 de sus 21 puntos, en total 11 asistencias por solo una pérdida. Los puntos del base y los triples de Bridges sostuvieron a los Suns hasta que Booker dirigió la fallida carga final de un equipo que se olvidó de jugar como sabe y suele. O que, simplemente, se vio absolutamente frenado por la muralla, defensiva y mental, de un rival infernal, incansable. Si estas Finales son una cuestión de fe ciega, van a ganar los Bucks.

Fue la gran noche del big three, los tres por encima de 25 puntos y el 50% en tiros, algo que en una Final solo habían hecho (glups) Magic Johnson, James Worthy y Kareem Abdul-Jabbar con los Lakers 1985. Antetokounmpo volvió a cargar con todo, a trabajar por toda la pista y a modular perfectamente sus momentos, cuándo percutir y cuándo ponerse en manos de sus compañeros. Acabó con 32 puntos (12 en el último cuarto), 9 rebotes y 6 asistencias, y no dejó que un mal día en el tiro libre (4/11) dictara las reglas de su juego. Su cabeza es un muro. Khris Middleton eligió sus momentos, empezó fallón y anotó dos canastones decisivos para frenar el asalto final de los Suns. Y 20 de sus 29 puntos en la segunda parte. Pero fue, sin duda, la noche de Jrue Holiday: 27 puntos, 13 asistencias. Otra vez una defensa impecable y brutal, de leyenda, sobre Chris Paul, y por fin una excelente actuación en ataque después de sus problemas en los partidos anteriores. Nunca encogido, siempre dispuesto a tirar e incapaz de esconderse, el base llegó a los Bucks esta temporada precisamente para esto: para dar el impulso definitivo. Su excepcional defensa a partir del segundo partido merecía el premio de los focos en ataque, merecía una secuencia como esa que resultó definitiva, el robo y la asistencia a Giannis. ¿Un trozo del anillo? Veremos, pero con este partido todavía fresco cuesta, como mínimo, no imaginar que fue así.

Los Bucks exprimieron a los Suns. Les remontaron 16 puntos, los llevaron con la lengua fuera durante más de medio partido y pusieron el despertador cuando su rival soñaba con el milagro. Visto así, fue una tortura para unos Suns absolutamente malheridos, incapaces de recuperar la energía una vez que perdieron el primer impulso. Las Finales están 2-3 y el Bucks in Six ha dejado de parecer una boutade y suena ahora a premonición. Sería el primer anillo en cincuenta años y sería, si es el martes, en un Fiserv Forum de Milwaukee que será durante unas horas el centro del universo. La NBA contiene al aliento, la Final llega a su momento crítico y la revolución de los Bucks parece ahora mismo imposible de frenar. Los Suns tienen dos días para imaginar un plan. Todo o nada, gloria o infierno: no va más.