NBA | PLAYOFFS 2021 | BUCKS-HAWKS
De la ilusión a la urgencia: Anteto, Trae y un siglo de espera
Bucks y Hawks se medirán en las Finales del Este con distinta presión, pero con un mismo objetivo: ganarse el derecho a luchar por su segundo anillo.
Cuando Nate McMillan se sentó en el banquillo de Atlanta Hawks, el equipo sumaba 14 victorias y 20 derrotas; desde entonces, han sido 35 de las primeras y 15 de las segundas. Cuando Nate McMillan se sentó en el banquillo de Atlanta Hawks, el equipo no estaba ni en posiciones de playoffs; ahora, va a disputar sus segundas Finales de Conferencia en los últimos 50 años. La esencia de la NBA condensada en pocos meses, la imprevisibilidad hecha franquicia en una de las temporadas más imprevisibles de los últimos tiempos. Y de todos. El nada que perder y todo por ganar, pues, no parece un mantra facilón: casi nadie lo puede concebir como un escudo para protegerse. Casi nadie esperaba que, a estas alturas de la temporada, los halcones siguieran sobrevolando Atlanta; pero lo están haciendo y a velocidad endiablada, con hambre y sin miedo, capaces de todo y sin deber nada. Peligro, mucho peligro para Milawukee Bucks, que llegan desde una atalaya opuesta, una mucho más alta y que, simplemente, están donde debían estar: luchando por el anillo hasta el final.
Cuando Trae Young silenció al Madison, o cuando se reverenció ante él, ya no quedaba ni rastro de Lloyd Pierce. Al parecer, el culpable de todos los males, ya fuera por sus acciones o por las del resto ante las mismas; ahora mismo, en Atlanta, que se marchara o le invitaran a marchar no tiene ninguna relevancia. New York Knicks, una de las sorpresas del año, se veía sorprendida. Eliminatoria por la vía rápida (4-1), aunque se planteara, y discurriera, como una de las más igualadas de la fase final. Lo mismo sucedía por el otro lado del cuadro, con Brooklyn Nets haciendo valer su favoritismo absoluto y los Bucks venciendo a sus fantasmas. Por aquel entonces, tanto para los de la Gran Manzana como para los de Wisconsin, la narrativa se escribía sin tener mucho en cuenta a los de Georgia. Sobre todo, para los segundos, que, de conseguir el anillo, debían vencer, según los pronósticos, a su verdugo, medio dormido pero con potencial para despertar en cualquier momento, al todopoderoso big-three y, según lo previsible, se debe insistir, a Philadelphia 76ers, el mejor equipo del Este en temporada regular, renovado y con un órdago autoimpuesto sobre la mesa. Trayecto mortal que no lo ha sido tanto. Al final, el big-three se ha quedado en algo parecido a un big-two y los Sixers, en una tragedia por el qué, el cuándo y el cómo, han sido apartados del camino. La imprevisibilidad en medio de lo imprevisible.
Tras el segundo partido de su serie, los de Mike Budenholzer parecían muertos y los de McMillan, por su parte, tenían por delante muchas muertes y resurrecciones. Antes del descanso del cuarto partido, iban perdiendo de 18 puntos y, en el tercer cuarto del quinto, de 26. Ganaron ambos y han ganado la serie, prácticamente, martilleando los clavos en un ataúd que, en su lápida, lleva inscrito "The Process". El propio Daryl Morey, en su llegada, había dejado claro que esta era la temporada de su triunfo definitivo o de su fracaso, a la par. Ha sido lo segundo y, pese a la ausencia de Danny Green o al esfuerzo sobrehumano de Joel Embiid, dominante hasta con un desgarro en el menisco, ya no hay "Trust". Los Hawks han tenido tanto la respuesta de un campeón como su pizca de suerte, pero los Bucks también. Levantarse de un 2-0 en contra nunca es sencillo, pero las lesiones de dos superestrellas ayudan. Kyrie Irving, tras caer en el cuarto partido, ya no volvió y James Harden, tras retirarse a los 40 segundos del primero, lo hizo en el quinto, pero en una versión muy alejada de sus posibilidades. Kevin Durant, con su mirada más asesina, alargó un imposible que, por un par de tallas de zapatillas, se le negó. Por centímetros, las Finales del Este son este Hawks-Bucks, pero es que es por centímetros que se suelen decidir los campeonatos: pulgada a pulgada, como arengaba Al Pacino en Un domingo cualquiera.
El descaro de la juventud, ataque... y defensa
Los Hawks llegan tras desatornillar la mejor retaguardia de la temporada regular. Delante, ahora, tendrán a la décima. La lógica, aquello que se deduce de los números en bruto, dice que esta es una serie abocada a la locura, a las transiciones trepidantes y a una contención del aire continua, pero... aquello de lo imprevisible, de nuevo. También se esperaba un duelo similar en el Nets-Bucks, los dos mejores ataques de la NBA y, al final, todo se decidió en la defensa. Milwaukee, el equipo que más puntos promedió en temporada regular, se vio obligado a rebajar el tanteo general y ahí, en el barro, se hizo fuerte. P.J. Tucker, seguramente, es la muestra manifiesta: un "perro", así mismo se llama a él mismo, que prometió "morir" en el séptimo partido de semifinales. Pero no estuvo solo, Giannis Antetokounmpo, aunque se ahorre los marcajes a las estrellas por aquello de no acumular faltas, también hizo valer, en muchos momentos, su antigua consideración como Mejor Defensor y Jrue Holiday, quien defenderá a la próxima estrella, es academia de baloncesto.
Young, con, seguramente, ganas de enemistar al Fiserv Forum, deberá sudar para no quedarse sólo en los gestos. Ben Simmons no ofreció lo que se demanda de una superestrella en la pasada serie, pero sí hizo valer su estatus defensivo. Con él delante, el base de los Hawks sólo pudo disparar con un 39,2% de precisión en tiros de campo y con un 32.3% desde el triple; en el porcentaje real de tiro, sus números le han llevado a bajar cinco puntos porcentuales su eficiencia (53,9%). Holiday, rápido de pies, de lecturas brillantes y con un ejército tras él protegiendo el aro, puede llevar hasta situaciones parecidas a la menuda estrella. Pese a todo ello, eso sí, Trae, en sus primeros playoffs, promedia 29,8 puntos y 10,5 puntos y, computando todos los focos de creación, genera 57,6 puntos por partido. Anularle es un debe para los de Wisconsin, pero no solamente en la anotación, pues cuando se le niega el acierto, no se obceca en él: tiene la personalidad para aportar desde otros ángulos, como en el último partido frente a los Sixers, con una serie de tiro desesperante (5 de 23 en tiros de campo y 2 de 11 en el triple), pero siendo una pieza clave en el partido. En la pasada ronda, por poner datos a lo anterior, fue el jugador con más asistencias (76) y el tercero en robos (12). A sus 22 años, es el líder indiscutible, pero no está solo, aquello que se pretendía a principios de temporada, cuando llegaron Danilo Gallinari o Bogdan Bogdanovic para empezar a ganar ya.
Si faltan sus puntos, pueden sumar los de ellos dos, pero también los de Kevin Huerter, el último gran héroe, los de John Collins o, incluso, los de Lou Williams, que llega tras darse el lujo de machacar por primera vez en el curso, en ese momento está. Con las bajas de De'Andre Hunter y Cam Reddish (que puede volver), ellos forman una rotación que, en su interior, vive de los dobles-dobles de Clint Capela y los relevos de Onyeka Okongwu. En Atlanta les van a necesitar a todos, pues, con todo ello, difícilmente pueda ser una serie que Young decida en solitario. Los Bucks buscarán frenarle y los Hawks, por su parte, deberán evitar un campo abierto excesivo, con pocas armas traseras para contener a un Anteto en carrera. Capela, que es un superproductor nato, sufrió bajo el aro con un Embiid lejos de su mejor nivel. Giannis, por su parte, llega mejor que nunca: ha sido el segundo jugador con más puntos en semifinales (223, por detrás de, justamente, Kevin Durant) y el máximo reboteador (90). "El trabajo no está hecho. Así que ese es el mensaje. No hemos ganado el campeonato, pero este es un gran paso para nuestra organización", ha reiterado en la previa. Es precavido, pero sabe que está ante una de las oportunidades de su vida para alcanzar la gloria: a pesar de la larga (y exitosa) carrera que tiene por delante, no caería en error al entender, de forma coyuntural, esta eliminatoria como un ahora o nunca. La estadística, como contrapunto, dice que Atlanta ha defendido bien el aro hasta el momento (han dejado en un 60,8% a sus rivales en la pintura durante los playoffs) y deberá seguir siendo así.
¿Suficiente? La imprevisibilidad (que nadie dude de que se volverá a hacer presente) dictará sentencia. A priori, esquema cómodo para Mike Budelnholzer, que podrá confiar buena parte del tiempo a ese plan que tan poco le gusta cambiar. Los quintetos pequeños, con Giannis como falso cinco, han sido tramos de mucha producción ante los Nets, pero seguirá siendo una alternativa para los momentos de atasco. Al menos, ahora, parece tenerla. A nivel anímico, por cierto, el técnico llega reforzado: tras ver peligrar su puesto, Adrian Wojnarowski (ESPN) asegura que el triunfo ante Brooklyn ha sido suficiente para garantizar su continuidad el próximo año. Menos presión, pero misma urgencia, una que contrasta con la, simple y poderosa, ilusión rival. Sin Donte DiVincenzo, su rotación se prevé similar a la mostrada hasta el momento, con esa nueva comodidad que concede su 'falso big-three', con una estrella en pista garantizada en todo momento. Por parte de los Hawks, por cierto, en el apartado de 'estrellas' se da un caso curioso: son el primer equipo en llegar a las Finales de Conferencia sin un All-Star desde los Pacers de 1994. Piezas para brillar, eso sí, no van a faltar.
Ningún campeón y caminos entrelazados
La experiencia, como grupo, está del lado de los de Wisconsin; pero la experiencia, como campeones, no existe. Ningún jugador de la serie sabe qué significa ganar un anillo. Sin ir más lejos, si se tienen en cuenta las finales de ambas Conferencias, sólo los Clippers tienen campeones entre sus filas: Rajon Rondo, Serge Ibaka y Kawhi Leonard. Los dos últimos, además, lesionados. En el siglo XXI, ninguno de los cuatro equipos finalistas ha alcanzado una eliminatoria por el título y el más cercano, Phoenix Suns, las disputó en 1993. En el caso de Bucks y Hawks, volverían a hacerlo tras 47 y 60 años cada uno. Ambos, con solamente un anillo en su palmarés, conseguido en 1971 y 1957, respectivamente. Kareem Abdul-Jabbar, aún Lew Alcindor, Oscar Robertson, Bob Dandridge; Bob Pettit, Slater Martin, Cliff Hagan.. De estos nombres se está hablando; en el segundo caso, aún bajo la denominación de St. Louis Hawks.
Caso muy distinto cuando se reduce el espectro a las Finales del Este, con las de 2019 para los Bucks y las de 2015 para los Hawks, precisamente, con Budelnholzer en el banquillo. Por aquel entonces, con Paul Millsap, Kyle Korver, Jeff Teague, Al Horford, DeMarre Carroll, Dennis Schröder... caía ante los Cleveland Cavaliers de LeBron James por un contundente 4-0. Un nexo de unión importante, pero no el único. Estos, se extienden desde el presente más actual hasta el pasado más alejado. Bogdanovic, en un encuentro con cierta gracia, se enfrentará al equipo que 'dejó plantado' en el mercado, con la posibilidad de demostrar que su elección final fue la acertada; en el lado histórico, resulta reseñable que los Hawks, desde 1951 hasta 1955, se situaban en Milwaukee, donde dará comienzo una serie que vale una Final. Y no una cualquiera: en suma (47 y 60 años, recordemos), se espera desde hace más de un siglo.