NBA | BUCKS 107 - NETS 96 (2-2)
El drama se traslada a Nueva York: lesión de Irving y empate
El base de los Nets, con un esguince en su tobillo derecho, se ve obligado a abandonar el partido y Antetokounmpo, con 34 puntos, pone el 2-2 en la serie.
Canto a la vida o canto del cisne. Seguramente, esa era la dicotomía que se manejaba entre las opciones de los Bucks esta noche. Hacer valer su victoria en el tercer partido o dejarla como, simplemente, un grito de orgullo. El enésimo de un proyecto tambaleante. La vida se abrió paso para los de Wisconsin, pero a un precio muy caro para los de Nueva York. Las lesiones, las malditas lesiones, volvían a hacer acto de presencia en el peor momento posible. Annus horribilis, para olvidar, para despreciar, para vilipendiar... para borrar, si es que eso fuera posible, y con perdón de aquellos que terminen alcanzando la gloria. Tras salto, Kyrie Irving caía sobre el pie de Giannis Antetokounmpo y su tobillo derecho quedaba totalmente torcido, de forma feísima. Doloroso hasta en el otro lado del televisor. Esguince pendiente de evaluación y que no le permitió terminar el partido. Brooklyn, con James Harden fuera desde la primera jugada del primer partido de la serie, perdía a otro integrante de su tridente galáctico. Brooklyn, herido ya en las sensaciones del partido, se hundía definitivamente en él. Milwaukee no mostró piedad, fue macho cabrío y terminó como tal: 107-96 y 2-2 en la serie. Quién lo diría. El drama, que parecía encontrar su destino, vuelve a viajar; ahora, de Milwaukee a Brooklyn.
Se preveía una guerra y lo fue mientras todos los soldados estuvieron en pie. P.J. Tucker, tras fallar un triple y recuperar la pelota, se golpeaba con su tesoro contra la cabeza. Había sido portada bajo el titular de "Bambi va de duro" y, como todos los Bucks, como todos los ciervos, tenía el orgullo mancillado. Y P.J. necesita poco para subir la temperatura. Pat Connaughton, tras una jugada en la pintura con Blake Griffin, terminaba ensangrentado en el suelo, con una brecha cerca del ojo que le obligaba a abandonar momentáneamente el partido. Hubo de todo, para bien y para mal. Y, desafortunadamente, porque no compensa, en ambos casos hasta límites extremos. La primera mitad (53-48), pese a la desesperante lesión de Irving, dejaba 24 minutos de alto baloncesto, de momentos de playoffs y de dos fuerzas decididas a batirse con todo. La segunda, irremediablemente manchada por lo ocurrido en la anterior, fue un ejercicio de pundonor neoyorquino, de una franquicia que quiere ser candidata a pesar de los pesares y de un equipo que tiene a Kevin Durant, uno de los mejores de siempre y que ponía a los suyos a nueve puntos antes de finalizar el tercer periodo (78-69). Conato de rebeldía aplacado con rotundidad y, por el contexto, crueldad, con un Antetokounmpo que se fue hasta los 34 puntos y los 12 rebotes, unos Middleton (19+8) y Holiday (14+9) que se acercaron a su potencial y un Tucker (13+7), hoy sí, siendo el defensa al que tantos acuden para la fase final.
Fue bonito mientras duró
Griffin no cabalga sobre caballo ganador. Es parte de él, lo alimenta y lo dirige, como uno más, como uno de los más importantes, mejor dicho. Y se empeña en demostrarlo partido tras partido. Con machaques, encima del DeLorean, pero también con una nueva versión necesaria, aunque poco identificable en la intericonicidad entre su imagen y juego. Harden no estaba sobre la pista, pero él se encargaba de hacerlo presente en su primer tiro de la noche. Triple, con step-back ante Antetokounmpo, y un aviso que no era cosa menor: se podían ir olvidando los de Budenholzer de un inicio en forma de catapulta, hoy los de Brooklyn llegaban al partido a la hora indicada. Paradójicamente, se marchaban demasiado pronto. Cita de gala para todo el mundo, con la tensión intrínseca a la misma, pero no con el amor como trasfondo, como quedaría patente. El propio Giannis, trasformando su primer tiro desde la larga distancia, lo recordaba (7-9), dando pie a un microcosmos ideal que, hasta el momento, se había resistido en la eliminatoria. Cuando se podía tocar, volvía a huir.
Bucks y Nets, Nets y Bucks eran (son) dos de los mejores equipos ofensivos de la competición, pero los de Wisconsin, sobrepasados por el arsenal de La Gran Manzana, se habían visto obligados a recular. A renunciar a su instinto y a adaptarse a un corsé más académico en el que, seguramente, no se sienten del todo cómodos. El primer cuarto de hoy reflejaba lo esperado (y deseado): un intercambio de argumentos, un ir y volver constante que no se decantara, de forma prematura, de un solo lado. Tres triples seguidos de los locales alejaban los fantasmas del desacierto y ponían su primera ventaja del partido (23-21). La segunda (37-36), llegaba con mil batallas de por medio. Los Nets, con, precisamente, Irving, que había terminado el primer cuarto sentando al otro Anteto, y un quinteto de suplentes, culminaban un parcial de 13-0 (23-34); los Bucks, para llegar hasta el anterior marcador, buscaban el orden natural de las cosas. Giannis ocupaba la posición de cinco en un quinteto pequeño y Tucker acribillaba desde el lugar en el que fue bendecido: su esquina, su tiro de seguridad (que vale por tres). De momento, el mejor recuerdo de la serie con el que se puede quedar cualquier aficionado neutral. Sin Irving, desaparecía la utopía. Un partido que prometía lo mejor, terminaba con los suplentes de ambos equipos para los últimos tres minutos.
Durant, ¿solo ante el peligro?
Para mayor penitencia, era en esa vorágine de noticias positivas para los de Wisconsin cuando llegaba la peor de las posibles para los de Nueva York. El esguince de Irving lo lanzaba todo por los aires. Abandonaba la pista y se iba a los vestuarios cojeando de forma aparatosa, con la cabeza baja, resoplando y dejando a Durant como único integrante del big-three, como tantas veces a lo largo de la temporada regular. En playoffs, se les esperaba a los tres, por fin, y tras un espejismo inicial, se vuelven a resistir. Kevin, solo ante el peligro, se empequeñecía, siendo lo grande que es. Holiday, incluso, le convertía en víctima de un caño. La pelota, además, terminaba en las manos de Giannis (60-50), que machacaba sin piedad y enseñaba músculos. Ya en el banquillo, Durant no escondía su cara de preocupación. Por el resultado, sí; pero, aún más, por la hoja de bajas. Con Kyrie, los Nets habían anotado 40 puntos en 18 minutos; sin él, 56 en 29, bajando de un 42,9% a un 21% desde el perímetro. Ahora mismo, todo Nueva York está pendiente de los resultados de esa resonancia.
En la primera mitad, los Bucks sumaban 16 asistencias, más que las registradas en el segundo y tercer partido. Siete de los nueve pases de Middleton y cinco de los siete del propio Jrue terminaban en canasta. Se habían sentido más cómodos que en escenarios pasados y el nuevo invitaba a recrearse. Antetokounmpo, en medio de la comodidad, intentaba más triples de los debidos y Middleton, apartando posibles sustos que habían acudido a la llamada de la relajación, cerraba el tercer cuarto con un triple inverosímil: sobre la bocina y ante tres rivales (81-69). Qué bueno es y qué pocos se lo dicen. Sin Irving, la vida es mucho más complicada. En los nueve minutos posteriores a su lesión, los Nets sólo fueron capaces de anotar 10 puntos en conjunto y, al final del partido, el base era el segundo máximo anotador del equipo, con 11, tras Durant, que luchó hasta lo posible (28+13+5). O hasta donde le dejaron. Nadie respondió en segunda fila, mientras el navío se hundía y el público tiraba piedras sobre la embarcación. "Bucks in 6", gritaba. Esta serie aún tiene que dar muchas vueltas. Lo que se esperaba, pero no de esta - triste - forma.