Sin burbuja no hay paraíso: los Heat, de las Finales al averno
Los Heat han pasado de ser finalistas a una eliminación temprana contra el equipo ante el que dieron la sorpresa hace un año. Sin burbuja, las carencias han salido a la luz.
Se acabó para los Heat una temporada que nunca empezó. Siempre a remolque, todo el tiempo con problemas y, finalmente, con una conclusión que ha pesado mucho en el último año y que se ha acabado demostrando del todo: que la burbuja les favoreció. La idiosincrasia de la Conferencia Este y la ausencia de ventaja de campo permitió al equipo del siempre querido Erik Spoelstra, pasar por encima de los Bucks de forma tan inopinada como merecida; y después, en las finales de Conferencia, ganar los dos primeros partidos a los Celtics, que contaban con el silencio de Florida y no con los ruidos del Garden, donde son tradicionalmente más fuertes. Es difícil saber que hubiera pasado si, ya que la NBA no se mide en condicionantes y sí en realidades; y la realidad es que los Heat alcanzaron (y perdieron) las últimas Finales ante los Lakers y que, siete meses después, han recibido un sweep en primera ronda. Precisamente, del equipo al que eliminaron entonces, en la que fue la sorpresa de la fase final.
Ahora, se abre tiempo de reflexión en Miami, un lugar en el que muchas cosas han quedado demostradas, por mucho que el increíble y meritorio ejercicio de los Heat en los últimos playoffs, absolutamente digno de elogio, intentara demostrar lo contrario. Por un lado, la plantilla no era tan buena como nos querían hacer creer; por otro, se han demostrado varias verdades: el hype de Tyler Herro, elevado casi al Olimpo en los últimos playoffs, ha bajado considerablemente en una temporada en la que, además, ha recibido críticas por su ética de trabajo. Duncan Robinson se ha quedado en un gran tirador de triples que no hace otra cosa ni progresa en sus defectos. Jimmy Butler es un jugador excepcional, pero no una estrella al nivel de Harden, Kyrie, LeBron y compañía. Bam Adebayo tiene mucho camino por delante y su progreso estadístico no se ha traducido en liderazgo a la hora de la verdad. Y ni siquiera Erik Spoelstra, uno de los mejores entrenadores del siglo XXI, ha conseguido rascar algo, aunque fuera el honor, ni tapar los agujeros que no se vieron en Orlando hace una temporada.
Ni Andre Iguodala ni Trevor Ariza (este último, de los mejor en la recta final de la temporada) han sido esos veteranos necesarios para ganar un anillo, y el celebrado movimiento del padrino Pat Riley (que tiene trabajo por delante) en el mercado invernal, se ha diluido tras los halagos iniciales. Udonis Haslem ocupa una plaza en la plantilla en una franquicia en la que es el último vestigio de tiempos pasados que fueron mejores (junto a Spoelstra y Riley), pero ha disputado solo un partido (cuatro el año anterior) y se ha dedicado a romper sillas en una eliminatoria en la que su voz no ha sido, esta vez, sinónimo de cambio (y nadie sabe si se retirará, ojo). La veteranía es un grado hasta cierto punto, aunque ha sido la juventud la que se ha dado el golpe duro en la eliminatoria ante los Bucks: Duncan Robinson, 10 puntos de promedio con 7 de 13 en triples en el primer encuentro (el único que pelearon los Heat), pero 3 de 14 en los tres siguientes. Tyler Herro y sus hábitos, 9,3 con un 31% en tiros de campo. Y Adebayo, 15,5 y 9 rebotes tras hacer, en regular season, 18,7 y 9; y con un 46% en tiros de campo po un 57%. Y nada de Kendrick Nunn, con más de 14 puntos por noche en la fase regular por los 10 de la serie ante los Bucks. Y por debajo del 40% en tiros.
Y Jimmy Butler, de nuevo le mencionamos, ha sido una sombra del jugador que enamoró al mundo en Florida, hizo números de videojuego en las Finales, rozó la perfeccción hasta al extenuación y se echó el equipo a la espalda, asemejándose a las grandes leyendas de este deporte. En este curso, estuvo primero lesionado, y luego acabó mal una fase regular en la que sí ha mejorado sus estadísticas: 21,5 puntos, 6,9 rebotes y 7,1 asistencias, pero con una caída estratosférica de su nivel en playoffs, donde el año pasado promedió 22,5+6,5+6... con 26,2+8,3+9,8 en las Finales. Ante los Bucks, el desastre: 14,5+6+7,5, con un tristísimo triple-doble en el choque final y por debajo del 30% en tiros de campo y en triples. Solo en el duelo inicial, con es ajugada que forzó la prórroga ante Giannis, pareció el Butler del año pasado. En el resto, ha sido superado en todo por el griego (23,5+15+7,8, con una mejoría notable en el pase), que ha notado el aumento de jugadores de calidad en la plantilla (increíble Jrue Holiday) y ha hecho imposibles las defensas de los Heat, que le impedían penetrar con menos convicción que el año pasado y, por supuesto, con mucha menos efectividad.
Del pasado al futuro
Ahora, y tras claudicar sin honor, los Heat ponen rumbo al rincón de pensar. Desde que LeBron se fue en 2014 en lo que Riley y su eterna (y eternizada) figura definieron como "el mayor error de su carrera", el equipo de Florida ha sumado cuatro participaciones en playoffs en siete temporadas, con tres derrotas en primera ronda y unas Finales inesperadas, pero cuyas buenas conclusiones han sido efímeras. Primero lo intentaron con Wade y Bosh, luego despidieron con honores al escolta y han ido creando una tela de araña de jugadores jóvenes con buena proyección mezclados con veteranos con contratos cuestionables: nadie entendió la renovación a Iguodala (30 millones en dos temporadas) un jugador al que el equipo podrá renunciar de cara al próximo curso y que, tras destacar a ráfagas en la burbuja, está lejos de su mejor nivel (apenas 4 puntos por partido este año, con ya 37, pocas luces y pocas sombras). También deberán pensar qué hacen con un Dragic que ha perdido fuelle y que, con la misma team option, se puede embolsar, si Riley lo decide, 22 millones el próximo curso.
A partir de ahí, tirar de lo que ya tienen: convertir a Robinson en algo más que un simple triplista, a Adebayo en su jugador franquicia del futuro, acabar con los supuestos malos hábitos de Herro, sacar algo más de Nunn, ver cómo funcionan los lesionados Victor Oladipo y Avery Bradley (también han tenido mala suerte y coronavirus, sí) y potenciar a gente como Precious Achiuwa, Chris Silva, Gabe Vicent o KZ Okpala. Y claro, toca reflexión: los Heat se han convertido en el primer equipo de la historia que pasa de ser finalista a un 4-0 en primera ronda al año siguiente (a los Mavs de Nowitzki les pasó lo mismo en 2012, pero siendo campeones). Y no están lejos de los equipos de arriba de la Conferencia Este (Sixers, Bucks y Nets), pero lo están lo suficiente. Son buenos y tienen mimbres, pero también alguna toma de decisiones por delante. Y están más lejos de seguir la línea de los úktimos años que, como parecía, recuperar la gloria de los días de LeBron James, esa alargada sombra que acabó con ellos en las últimas Finales y que es, por derecho propio, el mejor jugador de la historia de la franquicia. Los Heat, a pensar. Y mucho. Es lo que toca.