Qué fue de los últimos Knicks que lograron el pase a los Playoffs de la NBA en 2013
De la mano Thibodeau, la franquicia de la Gran Manzana ha logrado acceder a la fase final de la liga. Los últimos en hacerlo, Carmelo Anthony, Stoudemire...
Glamour, mucho glamour, lujo, focos, opulencia... New York. Una de las ciudades más pobladas e influyentes del mundo, centro neurálgico de todo ello, y más. "¡Nueva York! Eso no es un lugar, es un sueño", llegaría a decir Ralph Ellison, Premio Nacional de Literatura al que muchos consideraron heredero de Dostoyevski. Todos los sectores quedaron impregnados de su efervescencia cuando, a finales del siglo XIX, la Gran Manzana se convirtió en centro mundial económico y social. Y se proyectó hasta el día de hoy. Extendiendo su sombra a todo ámbito que buscara cobijo. Baloncesto incluido. Los Knicks, junto a Boston Celtics, son la única franquicia de la NBA que permanece en la misma ciudad desde su aparición. Y no sólo eso, sino que también son uno de los equipos fundadores de la Basketball Association of America (BAA), predecesor directo de la actual competición. Glamour, mucho glamour, lujo, focos, opulencia... e historia, mucha historia.
Patrick Ewing, Earl Monroe o Walt Frazier. Por la pasarela del Madison Square Garden, en el corazón de Manhattan, han sido muchas las superestrellas que han desfilado. La primera de las mencionadas, con 15 temporadas en la fanquicia, será, seguramente, la que muchos considerarán como la más emblemática de sus longevos recuerdos. Se topó con Michael Jordan y, en su asuencia, Hakeem Olajuwon, que le negaron el anillo; pero dejó una huella imborrable. 1.039 partidos en temporada regular, 23.336 puntos, 11.607 rebotes, 2.215 asistencias o 2.894 tapones que le llevaron a ser 11 veces All Star y, con el respeto de los años, Hall Of Fame. Sin embargo, son los otros dos los que pueden presumir de haber logrado un campeonato en New York. En el caso de Frazier, por partida doble: 1970 y 1973, los dos únicos años en los que la gloria ha eclipsado todo lo demás en la mediática ciudad.
Tiempos muy lejanos para una franquicia que, entre 1987 y 2001, disputó los playoffs de la NBA de manera ininterrumpida. Tiempos aún más lejanos para aquellos que los recuerden desde el hoy. De la mano de Tom Thibodeau, los Knicks vuelve a ser un equipo de fase final, de plaza para disputarlo todo; pero, a su espalda, se arrastran siete años de travesía por el desierto, de récords negativos y hasta de burlas. "Hasta" no, de muchas burlas. De desmanes en los despachos, que se han llevado por delante a cinco entrenadores, y de desastres en la pista, convertida en barro en medio de todo el "oro" que la rodea. Según la revista Forbes, los Knicks son la franquicia más valiosa de la NBA. Fuera de la competición baloncestística, sólo se sitúan por encima Dallas Cowboys, de la NFL, y New York Yankees, de la MLB. Antes de Tom, Mike Woodson fue el último técnico en alcanzar los playoffs. Fue en 2013 y con un equipo cuyos integrantes, a día de hoy, viven realidades muy distintas.
Del renacer de Carmelo a la tragedia de Camby
Hasta que Julius Randle demuestre lo contrario, Carmelo Anthony ostenta el título de última gran estrella de la franquicia. No es casualidad, pues, que cada vez que el primero alcance una marca destacada sea acercándose, igualando o sobrepasando al segundo. Frente a Charlotte Hornets, en el penúltimo partido de la temporada regular, Randle registró 33 puntos, 10 rebotes y 13 asistencias; desde Carmelo en 2012, ningún jugador de la franquicia lograba un triple-doble de treinta puntos. Y, desde entonces, Carmelo tampoco ha podido lograr ninguno más. De hecho, sólo ha firmado dos en toda su carrera y el anterior fue aún con Denver, en 2007.
Desde su salida de la Gran Manzana, los Knicks no han encontrado a nadie que brille tanto como él, pero él tampoco ha podido hacerlo en "solitario". Si los Knicks de esa temporada 2012-13 pudieron terminar segundos en el Este, con un récord de 54-28 y alcanzar las Semifinales de Conferencia (derrota ante Indiana Pacers por 4-2) fue, entre otros motivos, gracias a una versión suprema de Carmelo Anthony. Seguramente, la mejor de su carrera. Terminó el curso como máximo anotador de la liga (28,7 puntos por partido) y recibió un voto en la selección del MVP. El único, al margen de LeBron James, compañeros de legendario draft (2003), que puede presumir de ello: de esta manera, evitó el galardón unánime para el Rey, algo que, de forma única, lograría Stephen Curry tres años después, en 2016.
De New York voló a Oklahoma. En sus siguientes cuatro temporadas en la Gran Manzana, de inmersión hacia la alargada crisis, poca culpa cargó sobre sus espaldas; en los Thunder, la historia fue completamente distinta. El proyecto en la Ciudad del Trueno, al lado de Russell Westbrook y Paul George en intento de big-three, fracasó estrepitosamente y su camino se truncó de forma proporcional. Tras un paso fantasmagórico por Atlanta Hawks, que le cortaron sin llegar a pisar la pista, Houston Rockets reclamó sus servicios, que se quedaron en diez partidos. Chicago Bulls, nuevamente como destino fantasma (cortado, de nuevo, sin jugar), sería su última parada antes de la redención, en Portland Trail Blazers. En Oregón, tras el largo trayecto de penitencia, Carmelo vuelve a sonreír. Llegó en 2019, ya sin ninguna expectativa sobre él y como apuesta en una tómbola, y ha salido bien para ambas partes. En un rol desde el banquillo, apartado del jugador franquicia que fue, suma y hasta es decisivo. Lucen sus movimientos, algo old school para los tiempos presentes (y, por ello, más valiosos), y sigue agrandando su leyenda como anotador: esta temporada, superando a Elvin Hayes, ha entrado en el top-10 histórico de puntos de la NBA.
Carmelo vuelve a sentirse jugador de baloncestoe, e importante, pero en una liga muy distinta a la de la temporada 2012-2013. Sólo uno de sus compañeros en ese equipo ha disputado minutos en la presente campaña, y no han sido muchos. Iman Shumpert, reclamado (de nuevo) por Brooklyn Nets para llenar el armario, fue cortado en febrero tras solamente dos partidos. En Nueva York, sin embargo, sin ser pieza fundamental, dejó huella: aportó tras superar una lesión en el ligamento cruzado como rookie y compuso un himno para la franquicia desde su faceta como rapero. Tras él, Tyson Chandler, J.R. Smith y Raymond Felton han sido los últimos en sudar como jugadores en la mejor liga del mundo.
Muy lejos de ellos quedaron los más veteranos. Kurt Thomas (con 40 años, era el jugador con más edad de la liga), Rasheed Wallace (38) y Marcus Camby (38) se retiraron como jugadores esa misma temporada. Wallace, que volvía ya tras dos temporadas de retiro momentáneo, fue productivo mientras pudo: tras 21 partidos, su cuerpo dijo basta. De forma inmediata, pasó a los banquillos. Primero, como asistente en Detroit Pistons, donde había sido campeón en 2004 y, luego, en High school. Para la anécdota, en su corto curso fue expulsado por gritar su famosa frase: "¡La pelota no miente!". Camby, que como Thomas volvió esa temporada a Nueva York para retirarse allí, en 2016 fue golpeado por la tragedia: su sobrino, autista y de nueve años, se ahogó en su piscina. Posteriormente, fue demandado por el suceso, al, presuntamente, haber desatendido al menor por estar bebiendo y fumando marihuana.
Armas de fuego y un campeón inesperado
Pocos, o nadie, apostaban por un J.R. Smith campeón de la NBA en 2020. Se incorporó a Los Angeles Lakers ante la decisión de Avery Bradley de no desplazarse hasta la burbuja de Orlando y disputó seis partidos en la fase final como púrpura y oro. Suficientes para poder apuntarse su segundo anillo en el currículum. Los dos, por cierto, junto a LeBron. El anterior, con los Cavaliers en 2016. Su aportación fue testimonial, nada comparable a lo que dejó en esa 2012-13 en New York: la mejor temporada de su carrera. Logró sus promedios más altos en puntos (18,1) y rebotes (5,3) y fue seleccionado como Mejor Sexto Hombre de la temporada. Un codazo en la cara de Jason Terry, en el tercer partido ante Boston Celtics, manchó su espectacular curso. Para el recuerdo, también está su kafkiana actuación en las Finales de 2018, con un balón en las manos, un cronómetro en contra y la derrota frente a los Warriors en el primer partido de la serie, ante la desesperación de LeBron.
Tyson Chandler y Raymond Felton, por su parte, abandonaron New York de la mano, en la 2013-14, para aterrizar en Dallas, aunque de forma muy distinta. Chandler, tras 10,4 puntos y 10,7 rebotes (su única como All Star) en la 2012-13, se dirigía a la franquicia con la que había conquistado su único anillo de la NBA, al lado de Dirk Nowitzki y su también compañero en los Knicks Jason Kidd; Felton, si bien es cierto que tras un notable curso (13,9 tantos y 5,5 asistencias), lo hizo tras asumir cargos legales por posesión de armas de fuego. Con el movimiento, por cierto, José Calderón, junto a Shane Larkin, aterrizaba en la Gran Manzana.
Banquillos, política y BIG 3
Como se anticipaba en las líneas inmediatamente superiores a estas, Jason Kidd, Hall of Fame y 10 veces All Star, también acompañó a Carmelo en la que, hasta hora, era la última temporada de los Knicks en playoffs. Eso sí, lo hizo ya en su última versión. Sin ir más lejos, al término de dicha temporada (con 39 años, disputó 26,9 minutos para 6 puntos y 3,3 asistencias), se quitó las zapatillas de jugador para probarse la chaqueta de entrenador. Algo que, tras deambular sin mucho éxito por la liga, también haría Earl Barron, como asistente en la G League. En el caso de Kidd, más fructífero, tras ejercer como técnico principal en Brooklyn Nets y Milwaukee Bucks, actualmente es asistente en Los Angeles Lakers; rol que comparte con su excompañero Pablo Prigioni, aunque, en este segundo caso, en Minnesota Timberwolves. The Maestro, en sus dos temporadas en New York, se ganó el cariño del Madison, siendo uno de los juadores con mejor trato con la prensa y jugando un papel interesante en la rotación exterior. Antes de los Wolves, también tuvo un breve paso, como entrenador, por Baskonia y, posteriormente, y como Kidd, como asistente en Brooklyn. La única faceta suya que, en Manhattan, no terminó de gustar.
En este sentido, experiencia contraria a la vivida con un 5 veces All NBA como Amar'e Stoudemire, que sólo disputó 36 partidos en la franquicia, 14 de ellos como titular, en una temporada que marcó un antes y un después en su carrera. Tras pasar brevemente por Dallas y Miami, llegó a jugar en el Hapoel Jerusalem, como prefacio de algo aún más inverosímil: compitió con Andrew Gillum en la carrera por ser gobernador de Florida.En medio de todo ello, también participó en el BIG 3, el torneo 3x3 de la NBA, al que también se sumaron varios de sus excompañeros: James White, que lo ganó tras pasar por Italia, Rusia y Croacia; Quentin Richardson, con el mismo éxito, aunque como propietario de un restaurante frustrado; y Kenyon Martin, que, tras abandonar la liga estadounidense con un All Star a sus espaldas, no ha parado de dejar titulares. Entre ellos, que "el 85% de la NBA fuma marihuana, entrenadores incluidos". Al igual que White, Solomon Jones, que pasó por la D-League China, y Chris Copeland, con Turquía y Andorra como destinos, también probaron el periplo internacional. Ronnie Brewer, de forma más abrupta, y Steve Novak, analista en los partidos de los Bucks, su último equipo, dejaron la NBA con menos ruido. No todo pueden ser guiones de película. Eso sí, lo logrado por Tom, Tandle y compañía lo es.