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NBA | MAVERICKS 117 - SPURS 119

Doncic naufraga ante DeRozan

El esloveno empató el partido a 19 segundos para el final, pero DeRozan anotó un increíble tiro ganador. La lucha por los playoffs se aprieta.

DeMar DeRozan anota el tiro ganador ante la mirada de Luka Doncic, durante el partido de la NBA que ha enfrentado a Dallas Mavericks y a San Antonio Spurs.
Kevin JairajUSA TODAY Sports

Cuando DeMar DeRozan anotó el tiro en suspensión a falta de cinco centésimas de segundo para el final, Gregg Popovich ni reaccionó. Es normal; ya de por sí, el entrenador de la NBA tiene una marcada ausencia de aspavientos y muestra de emociones si lo comparamos con su homólogo europeo. Pero además, esto se junta con que el viejo Popovich (cumplió 72 años en enero) está curado de espanto. Lo ha visto todo, lo ha vivido todo y no cree en el destino. Llegó a la NBA en 1988 como entrenador asistente y ascendió a los despachos de los Spurs antes de despedir a Bob Hill y ocupar el mismo el puesto de técnico jefe, allá por la temporada 1996-97. En esos momentos, Michael Jordan solo llevaba cuatro anillos de campeón, Kobe Bryant acababa de aterrizar en la mejor Liga del mundo y el demócrata Bill Clinton era el presidente de los Estados Unidos. Desde entonces, Pop, inamovible, ha visto pasar a una horda de jugadores mientras creaba una dinastía de cinco anillos basada en robos del draft y una estrella atemporal e histórica como lo fue Tim Duncan. Y, con la retirada del ala-pívot y del resto de sus grandes hombres (Tony Parker, Manu Ginóbili...) ha seguido ocupando el banquillo, inamovible. Aunque la lucha de hoy sea muy distinta a la de ayer.

Popovich sabe que no va a ganar más anillos (salvo sorpresa mayúscula) y que, muy probablemente, este sea su segundo año consecutivo sin playoffs tras no faltar a la cita en 22 temporadas, récord del deporte norteamericano (compartido con los Nationals/76ers, entre 1950 y 1971). Pero claro, ya no tiene nada que demostrar. Los Spurs están en la pelea por los playoffs de forma tan inopinada como merecida, tienen una plantilla conformada por jugadores que no rendirían tan bien si estuvieran en cualquier otro lugar, dan problemas a casi todos y están chocando de bruces con la realidad de su propia calidad en una segunda parte de la temporada en la que todos intentan reaccionar. Llegaron a ser quintos de la Conferencia Oeste en enero; ahora, ocupan la novena posición, pero han salvado una bala tras ganar a los Mavericks (rivales directos) y están a un partido de los Grizzlies (octavos) y a 3,5 del equipo de Luka Doncic. Detrás, los Warriors les pisan los talones y los Pelicans no se dan por vencidos, por lo que se tendrán que conformar con el play-in, aunque se pueden quedar fuera del mismo. Y es complicado, en este estado de urgencia que se ha instalado en la parte intermedia de la Conferencia Oeste, imaginarles en playoffs. Pero claro, con ellos nunca se sabe.

El duelo texano fue igualado. Hubo 12 cambios de liderato en el marcador y 10 empates, pero los Spurs cogieron ventaja al final, aunque no pudieron concretarla. Los Mavericks remontaron, envalentonados por un Kristaps Porzingis que fue, esta vez, el líder, con 31 puntos y 15 rebotes. No se quedó lejos Luka Doncic, al que Rick Carlisle (otro genio, por cierto) ordenó ir al poste para evitar las ayudas de los Spurs en el exterior, que le obligaban a lanzar triples de forma constante y sin mucho acierto: 2 de 8 al final, 1 de 5 en toda la segunda mitad. De hecho, el esloveno tuvo posibilidad de lanzar de tres, pero decidió penetrar y anotar una bandeja que ponía el empate en el marcador (117-117) a 19 segundos para el final. Ahí emergió DeRozan: los Spurs intentaron un bloqueo directo para que se quedara frente a Doncic, pero Dorian Finney-Smith corrigió y volvió a defender a la estrella texana, a la que le dio igual: paso atrás y canasta en suspensión con cinco centésimas que los Mavs intentaron aprovechar para un postrero, lejano y desesperado triple de Doncic. Que, obviamente, no entró.

Las cosas se aprietan más en el Oeste. Luka Doncic finalizó con 29 puntos y 7 asistencias, mientras que Tim Hardaway estuvo desaparecido (0 de 5 en tiros) y solo Josh Richardson estuvo a la altura de las dos estrellas de los Mavs. Y en los Spurs, dos jugadores por encima del resto: Dejounte Murray, que hizo de todo (como siempre) en ambos lados de la pista y acabó con 25+5+5 y cuatro robos de balón. Y DeMar DeRozan, claro, que finalizó con 33 puntos (13 de 25 en tiros y solo un intento de triple, para variar), 5 rebotes, 8 asistencias y el tiro ganador. Los Spurs, por cierto, lanzaron 21 triples... la mitad que los Mavericks (42), una muestra de que Gregg Popovich se adapta a los nuevos tiempos sin renunciar al baloncesto de fundamentos, el que más le gusta. El técnico apura sus días en la NBA mientras mira de reojo a la selección de Estados Unidos, en los Juegos Olímpicos. Una aventura que puede ser de las últimas y que, acabe como acabe, no empañará su increíble leyenda. En este punto, Pop no tiene nada que demostrar, nada que perder y casi, nada que ganar. El final se acerca lenta y paulatinamente, sin prisa pero sin pausa. Y llegará, antes o después, como pasa siempre. Poco importa. Al fin y al cabo, Gregg Popovich se irá cuando le toque. Y lo hará con la conciencia tranquila. Eso seguro.