Pesadilla en los Lakers: se lesiona LeBron y los Hawks vuelan alto
Octava victoria seguida para Atlanta ante unos Lakers en estado de alarma: en el segundo cuarto, LeBron se retiró por una lesión en su tobillo derecho.
Tratándose de LeBron, cuando El Rey tose, el pueblo se resfría. Aún más en un reino huérfano de príncipe, Anthony Davis, que no se espera que vuelva pronto a sus aposentos. Será reevaluado a finales de mes y, a partir de ahí, se decidirá. Sin sus dos estrellas. Así deberán afrontar, salvo milagro, sus próximos encuentros Los Ángeles Lakers, que sucumbieron ante unos Hawks con las alas desplegadas y apuntando a lo más alto del Este. Aunque el resultado quedó relegado a un segundo plano a 10:50 minutos de finalizar el segundo cuarto, cuando Solomon Hill cayó con todo su peso sobre el tobillo derecho de LeBron James. Gestos de mucho dolor y un banquillo en pie, rezando para que no ocurriera lo peor. Se confirmó. En un Staples Center a reventar, se hubiera generado un silencio sepulcral.
Hoy, también, pero siendo aún más frío. LeBron intentó volver, y lo hizo. Tuvo tiempo para acometer su última heroicidad: un triple desde la equina que le permitió sumar diez puntos y, así, sus 1,036 partidos consecutivos alcanzando los dos dígitos en anotación. Cosas de bestias, de aquellos que hacen dudar de lo terrenal. Tras los tres tantos, la última esperanza, fin de la historia. El frío del pabellón se trasladó a su tobillo y abandonó la pista. Por su propio pie, eso sí, pero soltando de un puñetazo una rabia que trae malos augurios. Por ahora, no hay confirmación oficial del periodo de baja. Tras haberse sometido a radiografía y resonancia, y según Adrian Wojnarowski (ESPN), de momento, será indefinido. Tiempo, sea el que sea, que los angelinos deberán sobrevivir sin sus jugadores franquicia, ahora que encadenaban cuatro triunfos seguidos sin uno de ellos. Pesadilla.
Algo se iba a romper hoy y los añicos han sido de púrpura y oro. Por partida doble. Nate McMillan trajo la buena nueva a Atlanta o, más bien, Lloyd Pierce se llevó con él los pecados de una franquicia que prometía mucho y que se estaba quedando en nada. Seguramente, sin ser el pecador. Si se marchó o le invitaron a marchar es harina de otro costal, pero, sin él, los halcones han empezado a volar a la altura que se esperaba. O mayor. Ocho victorias seguidas, la segunda mejor racha en activo de la liga, que se traducen en un marzo impoluto y ningún borrón en el historial de Pierce. Todo ello, con un juego bien definido y que, aunque entre comillas por todo lo que condiciona una ausencia como la de LeBron, se ha mantenido ante los vigentes campeones: defensa farragosa, agresiva, que ha provocado 16 pérdidas locales y confianza plena en el talento ofensivo. La anotación de Trae Young, que hoy ha ejercido como base puro más que de encestador compulsivo (14+11), y un tiro desde la larga distancia que Danilo Gallinari (4 de 6), Bogdan Bogdanovic (2 de 6, pero en momentos cruciales) y Solomon Hill (3 de 7) utilizaron para dinamitar a unos Lakers resilientes, que lucharon hasta el último segundo, con la rabia de Harrell y la frescura de los secundarios, pero que fueron insuficientes sin su líder. La cabeza estaba en él. Y en su tobillo.
Honor en nombre del rey
El encuentro se mantuvo parejo hasta que LeBron cedió definitivamente: 53 a 52 al descanso. Hasta la lesión, se preveía otro de esos partidos en el que los Lakers, y en especial el propio James, van calibrando al rival hasta que deciden acelerar definitivamente. El frenazo fue de mano. El golpe emocional tras la salida de LeBron, que con sus 10 puntos era el máximo anotador angelino, condujo a un tercer parcial de 12-22. Un drama. John Collins echaba sal en la herida, sin piedad: 27 puntos y 16 rebotes para él al término del duelo. Y Rajon Rondo, en su vuelta a la casa que hace apenas unos meses le hizo alcanzar la gloria, caldeaba el ambiente: balón sostenido a escasos centímetros de la cara de Dennis Schröder, con un amago de casi golpeo. Técnica para el base de Atlanta y despertador para los chicos de Los Ángeles, que ya tenían dos cosas que defender, más allá del resultado: el honor de LeBron y el de su base.
Se puso de manifiesto. Montrezl Harrell, que terminó con 23 puntos y 11 rebotes, se quitó todos los arneses y sacó su lado más agresivo, metafórica y literalmente hablando. Machaques, tiros desde la media distancia, bloqueos, etc. Versión imperial que se acompañó, canasta a canasta, de un mensaje para Rondo. Y con toda esa rabia se siguió hasta el final. Markieff Morris, invisible en la primera mitad, empezó a aportar con sus tiros (12+6), Schröder con sus penetraciones fugaces (16+7+4) y Horton-Tucker con momentos de lucidez (9+5+4), aunque escasos para la causa. Los Collins, Young, Capela (8+16), Gallinari (18+4) y compañía ya son un ejército. Y muy peligroso. Invictos en marzo, pero sudando. Porque la segunda unidad púrpura y oro respondió. En nombre de LeBron.