Ediciones
Resultados
Síguenos en
Hola

NEW JERSEY NETS

Los Nets de Jason Kidd: el sueño que tumbaron Shaq y Duncan

Nacidos en la ABA (donde ganaron dos títulos), los Nets llegaron a las Finales de la NBA en 2002 y 2003, pero sucumbieron ante la superioridad del Oeste. Jason Kidd, Byronn Scott...

Jason Kidd saluda a Shaquille O'Neal, en el inicio de las Finales de la NBA de 2002.
Andrew D. BernsteinDIARIO AS

Shaquille, Kobe y Tim Duncan se encargaron de todo. Fueron los principales verdugos de los mejores Nets que han pasado por la NBA, unos que dominaron una Conferencia Este tan débil como abierta, en la que los récords de regular season eran muy pobres y cualquiera podía colarse en unas Finales que, desde 1999 hasta 2003, tuvieron siempre a un ganador del Oeste. La alargada sombra de Michael Jordan provocó que, tras su retirada, la crisis de la Conferencia más débil se volvió cada vez mayor, y todavía hoy, más de 20 años después, da la sensación de que hay una superioridad del Oeste que se ha traducido en datos: 15 títulos por solo siete del Este, un escaso 31,8%: uno de los Pistons (2004), tres de Miami (2006, 2012 y 2013), el del big three de Boston en 2008, uno de Cleveland (2016) y el de los Raptors, en 2019. Poca cosa para una Conferencia que tuvo una gran competitividad entre 2006 y 2010 (Cavs, Pistons, Heat, Magic, Celtics), pero que se desmadejó de nuevo con la salida de LeBron rumbo a Florida, The Decision mediante.

Sin embargo, el Este nunca sufrió tanto como inmediatamente después de la salida de Jordan. Ninguna de las cinco Finales posteriores llegaron al séptimo partido: dos acabaron 4-2, otras tantas 4-1 y otra más, la de 2002, con un categórico sweep. Fue precisamente la primera vez que los Nets llegaban a las Finales en la NBA, tras hacerse con el campeonato hasta en dos ocasiones en la ABA, con Julius Erving de estrella y Kevin Loughery de entrenador. Fueron los años dorados de la década de los 70, una que tiene una dimensión mayor de la que se le concede pero en la que la lucha encarnizada entre la ABA y la NBA amenazaba a esta última y los problemas económicos derivados de las audiencias televisivas golpeaban al baloncesto norteamericano. Hasta que David Stern no hizo su aterrizaje como comisionado, no hubo una evolución clara hacia una era más moderna, espectacular y con una trascendencia y un aperturismo mayor. Pero, antes de esa transición, se produjo una fusión entre las dos grandes Ligas que acabó con cuatro equipos de la ABA en la NBA (Indiana Pacers, Denver Nuggets, San Antonio Spurs y los Nets) y Julius Erving fichando por los Sixers por obra y gracia de unos Knicks que prefirieron los 4,8 millones que solicitaron a los Nets por invadir su espacio comercial, en lugar de un jugador generacional que cambió el modo de ver el baloncesto.

Los Knicks cobraron lo suyo pensando que podían volver a unos días de gloria que tenían muy recientes (anillos de 1970 y 1973). Los Nets, que incumplieron las promesas de subida salarial a su estrella, se quedaron sin ella y solo aguantaron un año en Nueva York (22-60) antes de trasladarse a Nueva Jersey. Y la NBA, que absorbió la ABA con Larry O'Brein de comisionado, se quedó con cuatro equipos nuevos (luego hubo más expansiones), los únicos originales de esa otra Liga, y de los cuales solo uno ha salido campeón: los Spurs. Que jugaron, por cierto, las Finales de 2003 contra los Nets, la única que ha enfrentado a dos equipos que nacieron en la ABA y la última que disputó un equipo especial, pero que apenas tuvo trascedencia histórica por el hecho de llegar a dos Finales consecutivas (algo que nadie hacía en el Este desde los Bulls de Jordan, y que repitió Detroit en 2004 y 2005) en una Conferencia absolutamente empobrecida de la que, eso sí, consiguieron salir indemnes por partida doble.

Jason Kidd, el poder del base clásico

Esos Nets estaban, claro, liderados por Jason Kidd. El base fue seleccionado en el segundo puesto del draft por los Mavericks, donde estuvo dos temporadas antes de dar el salto a unos Suns en los que coincidiría con otro base espectacular, Steve Nash, que todavía no había explotado, algo que haría precisamente en Dallas antes de volver a Arizona y cambiar el baloncesto (Con D'Antoni, Stoudemire, Marion y compañía). Pero fue en los Nets donde Kidd explotó definitivamente y tuvo sus opciones, por primera vez, de anillo, uno que no acabaría ganando hasta 2011 con los Mavericks, en un rol totalmente distinto y en un equipo veterano pero lleno de talento, experiencia y sed de venganza, la que acabaron saciando con la victoria en las Finales ante esos Heat que les habían dejado sin un título que rozaron cinco años antes, en 2006.

Kidd lideró la Liga en asistencias en cinco ocasiones, tres de ellas en Phoenix. Excelente pasador, era un jugador inteligente que no poseía la velocidad ni la soltura de alguien como Nash, pero que interpretaba bien los contraataques e involucraba a todos sus compañeros en el juego. Con una gran capacidad para el rebote (6,3 de media en su carrera), es el cuarto jugador con más triples-dobles de la historia (107) y uno de los únicos cuatro que pasa de la centena, un club al que no tardará en unirse, salvo sorpresa mayúscula, LeBron James. Además, Kidd era un excelente defensor, con una gran capacidad para el uno contra uno, facilidad para el robo y buenas manos que permitían cubrir bien las líneas de pase o defender a hombres más altos y corpulentos que él, como el propio LeBron en las ya mencionadas Finales de 2011. Quizá su mayor debilidad, como señaló Phil Jackson antes de la eliminatoria por el título de 2002, era el lanzamiento, en el que era algo irregular: apenas lanzó con un 40% durante su carrera y era, en sus inicios, un mal lanzador de tres, algo que corrigió a medida que pasaban los años casi por obligación. Nunca fue un seguro desde ahí, pero en Dallas, con menos tiempo de bote y de balón en sus manos, promedió casi un 43% en triples en las Finales de 2011, una cifra excelente.

Los Nets se fueron a 52 victorias en la 2001-02, el único equipo que superó la barrera de las 50 en el Este además de los Pistons. Eran un equipo sumamente interesante y lleno de nombres: Jason Kidd, Kerry Kittles, Keith Van Horn, Richard Jeferson y otros de menos calidad pero también conocidos como Jason Collins, Brian Scalabrine o Todd MacCulloch, que repitió Finales tras disputarlas en 2001 con los Sixers de Allen Iverson y Dikembe Mutombo. Este último, por cierto, fichó por los Nets para la 2002-03, pero sus problemas con Byronn Scott no le permitieron tener mucho protagonismo y entró rápidamente en declive, molestias físicas incluidas. Scott, por cierto, era un técnico entonces cuya reputación como jugador era intachable: parte de los Lakers del Showtime y mentor de Kobe Bryant en su último año como profesional (y el primero del escolta), tenía una gran fama entre los jugadores y era un buen tío, abierto y comunicativo, que demostró tener grandes conocimientos tácticos. Fue un gran entrenador en los Nets y luego en los Hornets (los de Chris Paul, Pedja Stojakovic, David West, Tyson Chandler...), aunque su reputación se ha diluido en sus últimos trabajos, primero en los Cavaliers post LeBron y luego en los Lakers, sus Lakers, en los que estuvo dos temporadas de 21 y 17 victorias, que sirvieron para despedir a Kobe con honores... y poco más.

Dos Finales imposibles

Los Nets no eran favoritos para ninguno de los dos campeonatos y eso se vio de sobra, especialmente en el primero de ellos. En las finales del Este, se sobrepusieron a la mayor remontada de la historia de los playoffs en el Garden, en el tercer partido, para ganar los tres siguientes. Pero ante Kobe y Shaq no pudieron hacer nada. El escolta se fue a 26,8+5,8+5,3, con un 51,4% en tiros de campo y un 54,5% (¡¡!!) en triples. Y nadie podía defender a O'Neal, ni MacCulloch ni el joven Jason Collins: 36,3 puntos y 12,3 rebotes de promedio para su tercer MVP de las Finales y el tercer anillo consecutivo de la primera gran dinastía post Jordan. Los Nets estuvieron ahí en tres de los cuatro partidos (sólo perdieron el segundo por más de 6 puntos), pero fallaron en el clutch time y demostraron ser inferiores a los angelinos, que en ningún momento se pusieron nerviosos y saltaron al primer duelo en el Staples sabiendo que su histórica serie ante los Kings, en las finales del Oeste, había supuesto una clara final anticipada. Kidd, por cierto, firmó un triple-doble (cómo no) en su debut en la ronda por el título, y promedió 20,8 puntos, 7,3 rebotes y 9,8 asistencias.

En 2003 se repitió la historia. Los Nets se quedaron esta vez en 49 victorias, una menos que los Pistons, y otra vez demostrando que al Este le faltaba fritura. Con ese récord, de hecho, solo habrían podido estar en la séptima posición del Oeste. Eso sí, se colaron en las Finales, esta vez ante los Spurs, verdugos (por fin) de unos Lakers que no perdían una eliminatoria de playoffs desde 1999 (también ante San Antonio, vaya) y de Phil Jackson, que no hacía lo propio desde 1995. Spurs y Nets, protagonistas de las primeras Finales de la ABA, representaban el tedio y la defensa llevada hasta la quitaesencia, el no ceder nunca, estar permanentemente maniatando rivales, llenar la zona de cuerpos voluminosos y conseguir la victoria en partidos de pocos puntos. De hecho, solo los Pistons, otro equipo definitorio de ese estilo tosco y a la vez trabajado, recibió menos que ellos en regular season: 87,7 de los Bad Boys 2.0, todavía sin Larry Brown ni Rasheed Wallace (llegarían al año siguiente), 90,1 de los Nets, segundos en esta clasificación, y 80,4 de los Spurs, terceros. Ambos además, provocaban un idéntico porcentaje en tiros de campo en sus rivales, 42,7%, el segundo mejor dato de la NBA. Algo que los Nets redondeaban forzando 16,6 pérdidas a los equipos con los que se enfrentaban, tercer mejor dato de la Liga, consiguiendo el mejor rating defensivo, por el tercero de los Spurs. Avisados, desde luego, estábamos, de que no íbamos a ver grandes florituras ni marcadores abultados en esas Finales, que generaron muchas menos expectativas de entrada que las de los años anteriores.

Los Nets pelearon más que en 2002, pero fueron las Finales de Duncan: el ala-pívot promedió 24 puntos, 17 rebotes, 5 asistencias... y 5 tapones en la serie. Ya en el primer encuentro se fue a 32+20+6+7, cifras de videojuego. En el segundo se vio empequeñecido por el brío visitante, que arrancó su primera victoria en unas Finales con 30 puntos de Jason Kidd, ese base multidisciplinar e imaginativo que había figurado en el Segundo Mejor Quinteto con promedios de 18,7+6,3+8,9. Los Spurs recuperaron la ventaja de campo en el tercero, ese en el que Kerr había declarado querer irse a su casa, con un 41% en tiros de campo por un 39,5% de su rival. En el cuarto, con victoria para New Jersey, el panorama fue aún peor, con el resultado más bajo imaginable (77-76), 114 tiros fallados y 27 balones perdidos de manera combinada. Jason Kidd tenía una llave de la cancha de entrenamiento que nunca había utilizado y a la que tuvo que recurrir ante semejante despropósito. No le sirvió para ganar el quinto (con 29+17+4+4 de Duncan), ni el sexto, en el que cayeron (con resistencia, eso sí) ante la versión más sobrehumana del ala-pívot, que se mostró absolutamente imparable: 21 puntos, 20 rebotes, 10 asistencias y 8 tapones, casi un cuádruple-doble que habría sido inédito, segundo anillo para los Spurs, segundo MVP de las Finales y consolidación definitiva en el estado de leyenda.

Durante esas Finales, los Nets no superaron los 90 puntos en ninguno de los seis partidos, en tres de ellos se quedaron por debajo de los 80 y en los cuatro últimos su tope fue de 83. Los Spurs no se quedaron muy lejos, protagonizando el único encuentro, el inaugural, que tuvo a alguno de los dos equipos por encima de la centena y cruzando una vez más la frontera de los 90, un balance paupérrimo que daba muestras de lo que fue una serie tosca y fea, como si ambos conjunto fallaran aposta, incluso como si ninguno de ellos quisiera ganar un anillo que nadie que no fueran los Lakers había ganado desde 1999. Durante esas Finales, por cierto, apareció un genio llamado Steve Kerr para definir lo que el espectador no quería decir en voz alta: "Me han entrado ganas de levantarme del banquillo y largarme a mi casa". Kerr ganó entonces su quinto anillo y puso rumbo a su retirada como jugador para iniciar una historia que ha acabado siendo histórica, ya se sabe, en Golden State.

Fue la última gran opción de los Nets, que sucumbieron ante los Pistons el año siguiente en semifinales, en siete partidos. Kidd lo intentó luego con Vince Carter, pero nada pudo hacer en Nueva Jersey, ciudad en la que se mantuvo la franquicia hasta 2012. El base, por cierto, se fue a 19,7 puntos, 6,2 rebotes y 7,8 asistencias en las Finales de 2003, pero apenas un 36% en tiros. Y tuvo que esperar a su retorno a Dallas para ver por fin la gloria. Una que los Nets quieren volver a encontrarse, por primera vez desde los 70 en la ABA y con un equipo que dista mucho (en fondo y en forma) del que se quedó sin suerte en las Finales de 2002 y 2003. James Harden, Kyrie Irving y Kevin Durant serán los encargados de llevar a una franquicia sin identidad y con una extraña idiosincrasia a un título que nunca ha conseguido (en la NBA, insistimos) para hacer historia... o provocar que un equipo de tanto talento acabe en fracaso, algo que también sería histórico. Las dos cosas pueden pasar. Y lo más curioso, es que ninguna nos sorprendería. Cosas de la NBA.