NBA | HAWKS 108 - TIMBERWOLVES 97

Los Wolves se hunden un poco más sin Ricky, Juancho ni Towns

La franquicia dirigida por Ryan Saunders no levanta cabeza. Novena derrota de la temporada para un equipo mermado por las bajas y último en el Oeste.

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Los Wolves se hunden un poco más sin Ricky, Juancho, ni Towns
Kevin C. Cox AFP

Por primera vez en la historia, las iniciales de una persona presidieron la camiseta de una franquicia: "MLK", lucía la equipación de los Hawks. Precioso homenaje a Martin Luther King y oportuna redención para ellos mismos. Cuando las cosas van mal, hay que cambiar, lo que sea: nueva vestimenta y renovado State Farm Arena. El halcón de Atlanta estaba donde suele, pero a modo de vitral policromado, como si de los cristales de una iglesia se tratara. Apropiado. Los dos equipos necesitaban un buen sermón. Los locales llegaban tras perder seis de los últimos siete partidos. Los Wolves, como peor equipo del Oeste: tres victorias y ocho derrotas. Dramático. Ahora ya son nueve.

No parecía el mejor día para frenar la sangría. No estaban ni Ricky ni Juancho, ambos siguiendo los protocolos sanitarios de la competición. Tampoco Karl-Anthony Towns, positivo confirmado y en medio de un martirio desmesurado para cualquiera. Ryan Saunders tuvo que inventar, pero sin Towns es como uno de esos rompecabezas imposibles: más 1000 piezas y ninguna parece encajar. Los Wolves, más heridos que nunca, llegaban tras recibir 80 puntos en la pintura contra Memphis. En términos generales, son el quipo que más puntos recibe en la zona. Y Atlanta puso el dedo en la llaga. Durante varios tramos del partido, John Collins y Clint Capela compartieron pista, dos pívots, como antaño, y se pusieron las botas. El primero terminó con 15 puntos y 7 rebotes; el segundo, con 23 y 15. Más de uno se tirará de los pelos en Houston. Más aún.

D'Angelo Russell (31+7) fue el único que creyó en la marcha hacia una tierra prometida que, ahora mismo, no existe. Anotó, como es habitual en él, pero también contemporizó, como no lo es tanto. El mismo rol adoptó Tare Young, que terminó con 20 puntos y 13 asistencias. No acaba de perfilar el fusil, pero cuando lo saca, lo hace de verdad: seis tantos fueron desde ese renovado logo, que le da cierta aura celestial. La otra cara de la moneda, las pérdidas; hasta seis para él al termino del partido y 26 en total para el equipo. Doce de ellas, en el segundo cuarto. A eso rezó Minnesota.

Ilusiones y batacazos

La segunda mitad arrancó con los mismos protagonistas: triple de Russell y asistencia a toda velocidad para un tren de carga como Okogie. Parcial de siete puntos y empate en el marcador (58-58). Parecía que los Wolves resucitaban... pero no. Nuevamente. Como si fuera una representación de sus últimos años (y no tan últimos). Ilusiones intercaladas con batacazos, y proporcionales. Acto seguido, parcial de 12-2, con Trae Young viéndolo desde el banquillo, sellado con uno de los mates de la temporada: balón por los cielos, a cargo de Heurter, y Collins bajándolo sin piedad. Un déjà vu constante.

Del 78-71 con el que se empezó el último cuarto (algo a lo que agarrarse) se pasó a un 93-78, con triple de Hunter. A tres minutos del final, turno de Beasley, para volver a ajustarlo todo (95-89)... y caer de nuevo. Un intento (horroroso) de triple de D'Angelo Russell a un minuto del final dictaría sentencia (108-97). Cristales rotos en Minnesota. Los Wolves han cometido todos los pecados capitales, los conocen, pero los siguen repitiendo. Otro día de penitencia. Ahora, sobre un vitral de Atlanta, de momento, inmaculado.