NBA | HORNETS 93 - MAVERICKS 104

Exhibición total de Luka Doncic (34+13+9+4) en la casa de Jordan

Carlisle se rinde a su estrella ("puede ser uno de los mejores de siempre"). El esloveno bate su récord de tapones en la noche en la que regresó a las pistas Kristaps Porzingis.

0

Todo es felicidad en Dallas Mavericks, mucho mérito cuando es una de las franquicias que con más crudeza está sufriendo los problemas derivados de la pandemia y las ya por desgracias rutinarias bajas por “NBA health and safety protocols”. Después de días parados y de tener a media rotación fuera del grupo (John Richardson, Finney Dorian Finney-Smith, Maxi Kleber, Dwigth Powell, Jalen Brunson), los Mavs pudieron viajar a Carolina y atropellaron a unos Hornets, la franquicia de Michael Jordan, que sumaban cuatro victorias seguidas. La misma racha que tienen los texanos, que han pasado de un pobre 2-4 a un 6-4. Para su rival de esta noche (93-104 que suena más apretado de lo que fue) es un 6-6 que sigue pareciendo absolutamente meritorio.

La gran noticia fue el regreso de Kristaps Porzingis, claro. El unicornio letón, de cuyas rodillas depende hasta dónde puede elevarse el techo de estos Mavericks, metió un triple al minuto y pico de partido e hizo, con síntomas todavía de estar un poco oxidado, lo que siempre hace: intimidar, anotar por encima de defensores mucho más pequeños (4/9 en triples, 16 puntos, 4 rebotes y 2 tapones en 21 minutos) y abrir la pista para facilitar vías de penetración a Doncic. El esloveno, que ya está definitivamente a su mejor nivel, lo agradeció a su manera: 34 puntos, 13 rebotes, 9 asistencias… y 4 tapones, el techo de su carrera NBA, claro. 14/25 en tiros, 5/9 en triples, la actividad defensiva que muchos le reclamaban para esta temporada, minutos tremendos en el tercer cuarto (16 puntos, 8 rebotes) cuando los Hornets trataban de remontar y un control total del juego, con puntería por fuera y una efectividad demoledora yendo hacia el aro. Después del partido, Rick Carlisle (800 victorias como entrenador, el 16º que lo logra en la NBA) volvió a rendirse a su gran estrella: “Sus números han sido impresionantes… y ha jugado todavía mejor. Tiene la opción de ser uno de los mejores de siempre. Por su talento y sus estadísticas, claro, pero también por el liderazgo y la forma en la que se comporta en la pista”.

Más allá de una pareja de estrellas que vuelve a compartir pista (insisto: la mejor noticia) los Mavericks demostraron que son uno de los bloques más profundos de la NBA. Plagados de bajas, aportaron no solo los titulares (bien Hardaway, trabajador Cauley-Stein) sino también los reservas: Marjanovic, Burke, Johnson, el rookie John Green… un impecable trabajo colectivo para frenar a unos Hornets que estuvieron muy, muy por debajo de su nivel de los últimos partidos. Un pésimo inicio (16-32 el primer cuarto) y desventajas de hasta 22 puntos en un primer tiempo en el que los Mavericks forzaban pérdidas y apenas las sumaban, anotaban por fuera a buen ritmo y encontraban posiciones cómodas en una zona en la que, sin Zeller, Biyombo hace de eslabón débil. El descanso fue balsámico y el tercer cuarto prometedor, con la ventaja reducida a 9 puntos antes de que Doncic retomara el mando de las operaciones y apagara la rebelión y, mala noticia, de que Gordon Hayward se fuera con una lesión de cadera. LaMelo Ball tuvo uno de esos días en los que pareció muy rookie: 4 puntos y 5 asistencias con un 0/4 en triples. Rozier anotó 18 sin repartir asistencias y Washington y Hayward 16 por cabeza, pero los Hornets se dieron de bruces con la realidad tras unos días a un nivel sobresaliente. Su temporada sigue siendo muy buena… lo de los Mavericks puede acabar siendo excelente.