MILWAUKEE BUCKS

De Kareem a Giannis: el hijo pródigo y el legado de los Bucks

Antetokounmpo renueva con los Bucks, pone fin al sainete y certifica su posición como estrella de una franquicia que quiere volver a ganar un anillo que no huele desde 1971.

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Giannis Antetokounmpo, durante un partido de la NBA con Milwaukee Bucks
Michael Reaves Getty Images

Legado. Esa palabra tran intangible, abstracta e inalcanzable es lo que persigue toda gran estrella de la NBA. También Giannis Antetokounmpo, que busca dejar su impronta en la mejor Liga del mundo y ha elegido el camino adecuado para ello. Uno que recorrerá, ya se sabe, con los Bucks, el equipo que le seleccionó en 2013, en el puesto 15 de la primera ronda del draft y al que se ha mantenido unido hasta ahora. Y será allí, en un mercado pequeño pero en una franquicia de grandes nombres, el lugar que el jugador griego ha elegido para hacer historia y crear su propio legado, ese que busca desesperadamente y del que no se siente del todo merecedor a pesar de sumar en sus vitrinas un premio al Jugador Más Mejorado (2017) dos MVP (2019 y 2020) y un premio a Mejor Defensor que juntó con el segundo de ellos, algo que antes solo habían conseguido tres jugadores en la historia: Michael Jordan, Hakeem Olajuwon y David Robinson. Y tan solo los dos primeros lo hicieron en el mismo año. Grandes nombres que no le permiten al alero redimirse de sus éxitos en playoffs y demostrar que es algo más que un portento físico con una fisonomía hasta ahora desconocida, más fuerte que cualquier mamífero y con una capacidad atlética que comparte con pocos profesionales en el mundo del deporte en general y del baloncesto en particular.

Lo que sí sabemos es, después de un sainete que parecía durar hasta el fin de los tiempos, es que Antetokounmpo seguirá en los Bucks. Al menos durante cinco temporadas más y hasta los 30 años, con el mayor contrato de la historia de la NBA y una lucha sin cuartel que la directiva de la franquicia se ha llevado por poder negociador y mucha insistencia. El alero se compromete a cambio de cinco años a razón de 228,5 millones de dólares, 45,6 de media, una cantidad ingente de dinero que le ha terminado de convencer cuando parecía que hasta 2021 nos se descubriría su destino. Por lo tanto, el futuro del actual MVP de la temporada estará ligado a su única franquicia en la NBA al menos hasta 2026, cuando se convertirá agente libre después de cobrar casi 52 millones de dólares, correspondientes a su último año de contrato. Algo extraordinario si tenemos en cuenta eso que dijo hace unos días de "no estoy enfocado en el dinero". La otra cara de la moneda más allá del consabido sueldo, es que Anteto se queda en casa, en ese lugar en el que se ha criado deportivamente y al que pertenece desde hace siete temporadas, rechazando la oportunidad de irse a los Lakers en 2021 o a cualquier otro mercado grande, siempre atractivo para las grandes estrellas de la mejor Liga del mundo.

Era un momento importante. Cuando LeBron James hizo gala de esa The Decision que le convirtió en el hombre más odiado del planeta, llevaba siete años en unos Cavaliers a los que finalmente regresó. Kevin Durant llevaba nueve en los Thunder (el primero todavía como los Sonics) antes de cambiar de aires para disgusto (y rencor) de Westbrook (y de todo Oklahoma) y apuntarse a los Warriors. Si nos vamos un poco más atrás en el tiempo, vemos como Shaquille O'Neal abandonó los Magic, que le draftearon, para ir a parar a los Lakers. Y todos ellos tienen cosas en común: los tres habían liderado a sus equipos a una Finales sin suerte. Y los tres alcanzaron la gloria con el cambio, ganando el Rey dos anillos en Miami (cuatro a día de hoy), Durant dos e Oakland y Shaq, hace ya 20 años, tres en los Lakers. La NBA está repleta de este tipo de casos, y Giannis tenía la oportunidad de hacer lo mismo en una competición que no espera a nadie ni le está esperando a él, estrella de un proyecto que choca una y otra vez en playoffs pero al que ha querido mantenerse unido, bien por la cantidad astronómica de dinero recibida o por crear ese legado que todo el mundo quiere y que Anteto necesita.

Un mercado pequeño y una historia muy grande

Los Bucks no son el mercado más pequeño de la NBA, pero están a años luz de ser el más grande. De hecho, en ese último grupo solo hay unos pocos eleidos que van de Los Angeles a la Gran Manzana, pasando por algún que otro sitio como Miami, Boston, Chicago o Golden State. El resto, luchan con las dificultades de hacerse con agentes libres apetecibles, que siempre eligen cualquier otro destino más apetecible, ya sea por la vida social, la comodidad o las posibilidades de anillo, que, por desgracia, está intrínsecamente relacionado con lo primero. Milwaukee es la ciudad más grande del estado de Wisconsin y llegó a tener, como muchas otras ciudades industriales del norte, una gran cantidad de migrantes procedentes de Alemania, Hungría, Polonia y otros países de Europa central, así como un importante número de afroamericanos provenientes de los estados del sur, lo que le hizo convertirse en una de las poblaciones más numerosas de Estados Unidos. Sin embargo, igual que otras zonas de los Grandes Lagos, la población comenzó a disminuir considerablemente, algo que sigue afectando hoy en día a una ciudad que intenta mejorar su economía, sus barrios y su imagen, dando como resultado la revitalización de sectores como Third Ward, East Side y, más recientemente, Bay View, junto con atraer nuevos negocios a su zona centro.

El poco interés cultural y social de la ciudad no la hace especialmente atractiva para los agentes libres, algo que no era así cuando la franquicia nació, en 1968, cuando se recogía la herencia de la cantidad de migrantes llegados en las décadas anteriores y que formaron una cultura heterogénea y llena de atractivo. Ahí aterrizó un joven llamado Lew Alcindor, nacido en Harlem, Nueva York, en 1947 y que ya arrastraba una cantidad asombrosa de récords universitarios. Su efecto fue inmediato, con la franquicia pasando de 27 a 56 victorias. El fichaje de Oscar Robertson en la 1970-71 catapultó a los Bucks a los 66 triunfos y al anillo, el únido de la historia de un equipo que volvería a disputar las Finales en 1974 (ante los Celtics de Dave Cowens) sin suerte. Fue un equipo mítico, con Larry Costello de entrenador, Big O, o Kareem Abdul-Jabbar, que se convirtió al Islam y adoptó ese nombre en la 1971-72, la temporada inmediatamente posterior al anillo.

El idilio se acabó con la marcha de Jabbar, que era infeliz, en parte, debido a la carencia de gente que compartiese sus creencias culturales y religiosas. Su petición de traspaso, a New York Knicks o Los Angeles Lakers, fue tenida en cuenta por el Director de Operaciones de los Bucks, Wayne Embry, que cumplió mandando al ya mítico pívot junto a Walt Wesley a los Lakers en 1975, por Junior Bridgeman, Dave Meyers, Elmore Smith, y Brian Winters. Años antes, los Harlem Globetrotters le habían ofrecido al joven Alcindor un contrato de un millón de dólares para que se uniese a ellos, pero éste declinó la oferta y se enroló con los Bucks, algo de lo que se acordó Embry a la hora de aceptar la petición de traspaso. De una forma u otra, los Bucks se quedaban cojos hasta la llegada de Don Nelson a los banquillos, pero las referencias no se acabaron para una franquicia que, eso sí, no tuvo un éxito similar hasta la llegada de Giannis. Primero con Sidney Moncrief y el propio Nelson, y tras siete años de ausencia en playoffs, con George Karl de entrenador y Ray Allen, Sam Cassell, Glenn Robinson o Tim Thomas.

Ni Michael Redd, Andrew Bogut o Eersa Ilyasova concretaron proyectos competitivos, y no fue hata la llegada de Giannis cuando los Bucks volvieron a asomar la cabeza. Primero con Jason Kidd (de lo poco que hizo bien) y luego con Mike Budenholzer, el jugador se convirtió en estrella, promedió números de otra era y empezó a convertir a una franquicia en crisis a una contender constante durante las dos últimas temporadas, con récords dominantes en regular season y carencias en playoffs típicas de un proyecto en crecimiento, pero preocupantes cuando Anteto amenazaba con salir al mercado en 2021. Igual que hizo LeBron, Durant, Shaq... y Jabbar, claro, que estuvo en los inicios de los Bucks, cuando todavía estaban en la Conferencia Oeste, y acabó poniendo rumbo a un mercado más grande (al más grande) tras seis temporadas en una franquicia en la que se mantiene como la eterna referencia histórica, con el número 33 colgando del techo del Firserv Forum, la tercera pista en la que ha jugado el equipo tras el Milwaukee Arena (el de Jabbar) y el Bradley Center, que estrenaron en 1988 y del que se despidieron 30 años después.

El futuro en sus manos

Ahora toca pensar en el futuro. Parece que la no llegada de Bogdan Bogdanovic no ha pasado factura a la hora de renovar a Giannis, y sus agentes, Saratsis y Giorgos Panou, han cerrado con éxito un trato que se llevaba semanas fraguando. Tras el no de Bogdan, la franquicia reaccionó haciéndose con los servicios de DJ Augustin, Bobby Portis, Bryn Forbes, Torrey Craig y volviendo a contratar a Pat Connaughton, que tuvo una importancia capital en el convencimiento personal a Giannis junto a Khirs Middleton. Una cena el 10 de diciembre provocó que hubiera nuevas insistencias y muchos cuidados a la estrella, cuya conexión con sus compañeros es tremenda y ha sido capital en la continuidad de Mike Budenholzer, muy cuestionado en playoffs pero que cuenta con el beneplácio de Antetokounmpo. La franquicia contentó a su jugador con la continuidad del técnico, la llegada de Jrue Holiday y el trato personal en las negociaciones, y las dudas trasladadas sobre su continidad o su deseo de firmar en 2021 tras ser agente libre fueron entendidas por el griego. Si su intención iba a ser firmar la extensión dentro de unos meses... ¿por qué no hacerlo ahora? Además, si hubiera anunciado su deseo de ser agente libre Milwaukee se habría planteado un traspaso antes de la fecha límite. Al final, entre tanto culebrón, el cuento tuvo final feliz para el equipo. Y en teoría, también para el alero.

Y tras el sainete, toca pensar en playoffs. Los Bucks son un equipo de temporada regular, que consigue dominar a sus rivales a travñes del físico pero se queda corto en la fase final. ¿Por qué? Muchos de sus rivales directos se encuentran en una Divisón empobrecida y en horas bajas. Concretamente la Central, una que (como todas) ha ido evolucionando y que tuvo altas dosis de competitividad hace algo más de una década, pero que ahora se ha quedado en nada: Cavaliers, Bulls y Pistons comparten División con Milwaukee y se enfrentan hasta en cuatro ocasiones con cada uno de ellos. También están los Pacers, el otro teórico rival fuerte, pero ahí se queda. En total, la pasada campaña, 13-1 de récord contra este tipo de rivales, algo que agranda mucho el balance de un equipo que además sumaba un 37-7 contra rivales de su misma Conferencia y un 19-10 contra los equipos del Oeste. Su estilo, basado en Giannis y sus contantes penetraciones, libera a jugadores exteriores y permite que se lance mucho tanto por fuera como por dentro, siendo el cuarto equipo que más tiros de campo realiza de toda la competición. Además, la cantidad de lanzamientos que Anteto hace en la zona permiten a los Bucks ser los mejores en porcentaje de tiros de dos, y su dominio reboteador (13,6 de Anteto, 6,6 de Middleton y seis jugadores entre 4,2 y 4,8 rebotes de promedio), el mayor de la Liga (los únicos que tienen una media superior a los 50) demuestran el físico de un conjunto que se basa en su fortaleza para apabullar a rivales durante la temporada regular, en la que se va a 118,7 puntos por partido. La consigna es sencilla: defendemos, reboteamos y a correr como el viento, algo que se ve en el pace (ritmo de juego) más alto del último curso con una diferencia de casi dos puntos sobre el segundo, los Rockets.

Anteto es un físico portentoso que sabe penetrar, es fortísimo debajo de la canasta, hace mates espectaculares y corre por toda la pista, siendo además muy frecuentes sus higlights en el lado defensivo, en el que protege la zona y llega a todo y a todos con su extraordinaria envergadura. Sin embargo, muestra graves carencias en estático: no sabe lanzar de tres (30% este año, apenas un 25 el pasado) ni desde el mid range, ese lugar que ha pasado a estar vetado en el juego actual, en el que solo se anota desde la zona y desde el triple (los Rockets y sus cosas). Sin embargo Anteto solo tiene una de esas cualidades (la zona), y su falta de fundamentos para la penetración dificulta mucho su capacidad para crearse sus propios tiros cuando el ataque está parado. Además, no es un gran pasador (5,6 asistencias, pero...) y no habilita a sus compañeros de la manera idónea o, muchas veces, ni los ve. LeBron, un hombre que, salvando las distancias (por ser infinitamente mejor, claro), es capaz de penetrar y encontrar a sus compañeros solos en el triple (Spoelstra le rodeaba de tiradores en Miami) también ve a sus compañeros en el interior (esa IQ de pase) y es uno de los mejores pasadores que ha visto la NBA. Compararlo con Anteto es una quimera, pero la misma penetración de uno o de otro no acaba con la misma asistencia, y las dificultades del griego para pasar de fuera adentro son notorias e impiden encontrar a los miembros de la cuarta plantilla que más tira de tres de la NBA... pero la 17ª en porcentaje de triples.

En playoffs, el monosistema ha hecho aguas igual que el año pasado, y Anteto ha sucumbido ante las dobles ayudas sin saber (o poder) encontrar a sus compañeros y un defensor a la altura de Adebayo que, como Kawhi el año pasado, le ha puesto en problemas. Ante los Heat, estuvo sano durante tres partidos, en los que promedió 22,7 puntos (29,5 en temporada regular), con un 45% en tiros de campo (55%) y un 15% en triples. En 2019 ante Toronto se quedó, en seis partidos, exactamente en el mismo promedio de puntos y menos de un 45% en el lanzamiento, además de sumar más de 4 pérdidas por duelo. Y cuando Anteto no funciona, es imposible. Monopoliza la zona y el balón, impide a otros acercarse a la canasta y ha convertido a Brook Lopez en un triplista de 2,13 que atrapa apenas 4,6 rebotes por partido lanzando 4,8 veces desde el exterior (6,3 el año pasado, más que ningún otro hombre alto). Los Bucks pasaron hace unos meses de los 118,7 puntos de la temporada regular a los 111 de unos playoffs en los que se han despedido siendo undécimos en porcentaje de triples y decimocuartos en tiros libres, otra quimera que no mejora y que les impide cerrar muchos partidos. Además de perder casi 15 balones por partido, el quinto peor equipo en esta clasificación durante la fase final.

Aquí entra la figura de Mike Budenholzer, que es el tipo de entrenador que su estilo representa. Un buen tío, didáctico y formador, buen técnico individual que ha sabido desarrollar el máximo potencial de Anteto y explotar sus virtudes, no ha podido (o sabido) enseñarle a jugar de otro modo y ha caído en los mismo que le pasó en los Hawks. Y, esta vez, sin tener a LeBron delante (4-0 en 2015). Budenholzer es un técnico de un solo plan, y sus problemas de emparejamientos y la falta de soluciones que tiene en ataque han provocado que su caída en los playoffs sea ya casi una tradición. Infinitamente mejor que Kidd para la franquicia (a poco, iba a mejorar las cosas), ha convertido al equipo en una máquina de ganar partidos durante el año, pero no ha podido dar un paso adelante en la empobrecida Conferencia Este ni llevarlo a sus primeras Finales desde 1974. Para el anillo, ya lo hemos dicho, hay que mirar más atrás: 1971. Ese que ganaron con Oscar Robertson y Kareem Abdul-Jabbar en una época tan lejana en la que ni siquiera Kareem se llamaba todavía Kareem. La continuidad del mercado pequeños se vio en los 80 con Sidney Moncrief, Don Nelson y que llegó a disputar cinco semifinales y tres finales del Este en ocho temporadas.

El curso 2020-21 supondrá un examen para los Bucks y para Antetokounmpo. Y mientras que los primeros han alcanzado el objetivo y tienen al griego atado, el segundo ya ha firmado un contrato que tiene vigente y que tendrá que cumplir. Agarrarse a a la figura del hijo pródigo será la estrategia de la franquicia para amarrar el proyecto y conquistar un anillo que en 2021 hará 50 años que no consiguen. Un bonito aniversario para que Giannis escriba su propio legado y el griego se olvide de las críticas del Mundial de China o de sus actuaciones en playoffs ganando el anillo eternamente postergado para un mercado pequeño que tiene como referencia a un jugador que busca tener un legado muy grande. La temporada va a empezar y nadie se fía de un equipo que está llamado a fallar donde falla siempre. Cambiar eso, es el objetivo. Los Bucks ya tienen atado a Giannis Antetokounmpo. Ahora, juntos, tendrán que conseguir todo lo demás. El anillo. El legado. La gloria.