NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

NBA

¿Qué fue de Ron Artest? El hombre que se pegó con el público y ganó con Kobe y Pau

Siempre metido en líos, Artest fue protagonista de la bochornosa pelea del Palace, aunque alcanzó la redención al ser clave en el anillo de 2010 con los Lakers.

Siempre metido en líos, Ron Artest fue protagonista de la bochornosa pelea del Palace, aunque alcanzó la redención al ser clave en el anillo de 2010 con los Lakers de Kobe y Pau

19 de noviembre de 2004. Palace of Auburn Hills, ciudad de Detroit, estado de Michigan. Los Pacers visitaban la pista de los vigentes campeones, los Pistons, y están a un paso de apuntalar un récord de 7-2 que contrastaría con el que les quedaría a sus rivales al final de un encuentro (4-4) que estaban muy cerca de perder. De hecho, con solo 42 segundos por delante el marcador era favorable a los visitantes por un claro 82-97 que dejaba prácticamente todo visto para sentencia. Pocas cosas que decir le quedaban a los locales, perezosos en el inicio de curso tras ganar su primer anillo desde 1990, con un tal Joe Dumars en los despachos que había llevado la cultura perdida de los Bad Boys de regreso a casa y había congregado a una de las mejores plantillas defensivas de siempre (los Wallace, Prince, Billups, Hamilton...) en torno a un entrenador nómada como Larry Brown para ganar el campeonato de forma tan inopinada como merecida ante los Lakers de Shaq y Kobe, que pasaron a ser los Lakers de Kobe, con Shaq poniendo rumbo a Miami y Phil Jackson al exilio (temporalmente), dando por acabada una era en la NBA. Una que había llenado el vacío dejado por Jordan y que había dado como resultado una auténtica dinastía.

Los Pacers precisamente habían visto como la última oportunidad que jamás tuvieron se veía mermada por esos Lakers en las Finales del 2000. Y la nueva reconstrucción, con un Larry Bird que cambió los banquillos por los despachos, trajo una horda de jugadores que hizo soñar a la ciudad con el anillo por última vez. Unos meses antes de ese encuentro, los Pistons habían eliminado a Indiana en las finales del Este (4-2), por lo que se forjaba una especial rivalidad entre los dos equipos, que habían protagonizado un serie dura e intensa que cayó del lado de los futuros campeones. Los Pacers llegaron hasta ahí con Rick Carlisle en el banquillo, otra curiosidad del destino para un hombre que el año anterior había llevado a los Pistons a la primera de sus seis finales de Conferencia consecutivas. Y en la 2004-05, su segundo año en Indiana, intentaba dar un salto más con los Pacers en la que sería, ya de manera oficial, la última temporada de Reggie Miller como profesional.

Pero el proyecto se vería bochornosamente truncado ese 19 de noviembre. Stephen Jackson, uno de esos jugadores  que Larry Bird había conseguido magistralmente en los despachos justo para esa temporada (proveniente de los Hawks tras ganar el anillo con los Spurs en 2003), anotaba dos tiros libres que ponían los 15 de ventaja para Indiana. En la jugada siguiente, Ben Wallace recibió una dura falta de Ron Artest, un jugador de apenas 25 años que estaba camino de ganarse la nomenclatura de estrella y que había jugado el All Star y ganado el premio a Mejor Defensor en la 2003-04, una recompensa con mérito doble si tenemos en cuenta que estaba reservada para hombres altos, una tradición incomprensible de la que no se sale del todo salvo en contadas excepciones. Wallace (cuatro veces ganador de dicho trofeo) se revolvió presa de la impotencia generada por la superioridad del rival y desató la tormenta. Ninguno de los dos jugadores era famoso por tener un carácter apacible, y el ego de uno por el curso que venía de cuajar era directamente proporcional al del otro, que había conquistado el campeonato con una defensa excepcional sobre Shaquille, incluido un partido de 18 puntos y 22 rebotes en el quinto y definitivo partido de las Finales.

La reacción de Wallace organizó una tangana que, aparentemente, terminó con ambos jugadores tranquilizados y Artest tumbado en la mesa de anotación. El gesto de este último fue interpretado como una provocación por parte de la afición local, que le increpó de manera visible. La situación se mantuvo así unos segundos hasta que un seguidor de los Pistons llamado John Green, le tiró un vaso lleno de refresco al alero, que nada más notar su impacto trasladó la pelea a las gradas, iniciando una de las escenas más bochornosas de la historia de la NBA. Artest saltó hacia la grada para ir a por el hombre que le había lanzado el vaso. Al irse hacia el público ya empezó a causar estragos: le causó a un locutor la fractura de cinco vértebras y una lesión en la cabeza. David Wallace, hermano de Ben Wallace, intentó golpear a Artest. Stephen Jackson también accedió a la zona del público, pero no para separar a su compañero de equipo, sino para dar puñetazos a otros espectadores, lo que provocó que jugadores de ambos equipos se fueran a poner paz mientras muchos seguidores trataban de escapar de los altercados y otros se sumaban a una tangana que ya había sobrepasado lo imaginable.

La cosa no acabó ahí, y los jugadores de los Pacers volvieron a pista perseguidos por varios seguidores de los Pistons. Artest noqueó a uno y Stephen Jackson tiró al suelo al otro, que fue rematado por Jermanie O'Neal. El propio Artest salió escoltado por un asistente del equipo y por Reggie Miller, vestido de traje por lesión. Los seguidores locales lanzaron vasos y palomitas a los jugadores de Indiana cuando encaraban el túnel de vestuarios y O'Neal se encaró con ellos mientras que el base del equipo, Jamaal Tinsley, salía del vestuario para ayudarle. El técnico de los Pistons, Larry Brown, tuvo que improvisar un discurso para calmar los ánimos. Ni que decir tiene que el partido finalizó en ese momento, sin los más de 40 segundos que restaban y con la victoria para los Pacers. Aunque, obviamente, nadie habló del resultado del partido después de aquello.

Intentando reivindicarse

Al día siguiente, el 20 de noviembre, la NBA sancionó indefinidamente a Ron Artest, Stephen Jackson, Jermaine O'Neal y Ben Wallace. Un día más tarde, hicieron públicas las consecuencias reales: en total, 137 partidos para los jugadores de los Pacers y 9 para los de Detroit. Artest, que acabó a puñetazo limpio con el público, recibió la sanción más larga de la historia de la competición, que incluyó la totalidad de la temporada y una multa de casi cinco millones de dólares. En total, al alero le cayeron 86 partidos, los 73 que quedaban de regular season y los 13 que su equipo disputó en playoffs. En los que fueron eliminados, por cierto, por los Pistons en seis encuentros, el último de ellos en Indiana y con una ovación tremenda a Reggie Miller, que se retiró ese mismo día dejando un legado imborrable en un mercado pequeño pero que entiende y conoce el baloncesto, por mucho que desde la marcha de su añorado ídolo no hayan vuelto a ver el campeonato tan de cerca y ahora estén sumidos en una pequeña crisis de resultados que les hace caer en primera ronda una y otra vez.

A Artest le costó mucho superar aquel episodio (si es que lo ha hecho), y la fama de problemático que ya tenía se multiplicó y le acompañó siempre. Muchas veces, se imponía en unos juicios que hablaban de su cabeza y no de su capacidad baloncestística, en crecimiento hasta ese momento y con buenas temporadas antes y después de dicho episodio. De hecho, antes de la pelea estaba en 24,6 puntos (récord de su carrera), 6,4 rebotes y 3,1 asistencias, y lanzando con un 49,6% en tiros de campo, un 41,2% en triples y un 92,2% en tiros libres. La sanción frenó en seco una temporada que prometía mucho y de la que estaba siendo uno de los jugadores más destacados junto a Steve Nash (que acabó como MVP) o Shaquille O'Neal (segundo en dicha votación). Los Pacers se quedaron en 44 victorias tras llegar a las 61 el año anterior, y esa plantilla que prometía un campeonato se acabó deshaciendo con Larry Bird cortando por lo sano y mandando a Artest a los Kings al año siguiente, cuando llevaba disputados 16 encuentros. Allí se encontró con Rick Adelman, que intentó modular su carácter y lo utilizó junto a Mike Bibby, último reducto de las finales del Oeste del 2002 contra los Lakers en la etapa más gloriosa de la franquicia desde que se mudó a Sacramento, para llegar a los últimos playoffs alcanzados por un equipo que mantiene hoy la racha activa más larga de la historia sin pisar la fase final.

Ron Artest, en su etapa como jugador de Indiana Pacers
Ampliar
Ron Artest, en su etapa como jugador de Indiana PacersJonathan DanielGetty Images

Artest promedió 18,8 y 20,5 puntos por partido en las dos siguientes campañas antes de que Adelman impulsara la que acabó siendo su llegada a los Rockets. En Texas promedió 17,1 puntos y 5,2 rebotes con un 39,9% en triples y lideró en playoffs a un equipo que llegaba sin Tracy McGrady ni Dikembe Mutombo, además de perder a Yao Ming por el camino. Eso no impidió que forzaran el séptimo partido ante los Lakers en semifinales, ronda en la que Artest tuco encontronazos continuos con Kobe Bryant, sobre todo en un segundo encuentro en el que recibió un codazo del escolta en la lucha por un rebote pero fue a él al que le señalaron la falta, siendo expulsado tanto ahí como en el siguiente encuentro, esta vez por una dura infracción sobre Pau. Artest anotó 21, 25 y 25 puntos en los tres primeros partidos, pero se hundió en los cuatro últimos (9,5 con un 27,9% en tiros de campo y un 15,4% en triples), además de perder los dos primeros autobuses que iban al Staples para el séptimo, trasladándose en el tercero junto a la directiva del equipo... en chándal. Los angelinos, que ganaron 65 victorias durante la regular season, pasaron de ronda camino a un anillo que acabaron conquistando.

Curiosamente, había sido el mismo Artest el que acudió acudido al Boston Garden un año atrás, cuando todavía militaba en los Kings, para ver el sexto partido de las Finales entre Celtics y Lakers. La victoria de los locales supuso el fin a una sequía de 22 años y un golpe muy duro para la moral de Phil Jackson y Kobe Bryant, se tardaron un buen rato en salir del vestuario. Ahí fue donde les visitó Artest, casi un curso antes de los ya consabidos encontronazos con Kobe, se acercó a ambos y les dijo que en un futuro le gustaría formar parte de los Lakers. Sin que nadie supiera, claro, el papel que iba a desempeñar después y que daría un nuevo significado a su carrera y a la de Kobe, que tuvo anillos para cada dedo de una mano después de que el alero se cruzara en su camino.

Regreso a la infancia y éxito en LA

Los deseos del alero se cumplieron en el verano de 2009. Tras un verano algo raro, las negociaciones entre el representante de Trevor Ariza y los Lakers por una renovación llegaron a un punto muerto. Ariza había sido uno de los integrantes de la plantilla que había consegudo el anillo el año anterior. Sus aptitudes defensivas, acompañadas de su gran envergadura, unido a su gran tiro de tres, le habían permitido cuadrar perfectamente en el triángulo ofensivo y había acabado siendo esencial para la consecución del campeonato. Como su continuidad no estaba clara, Mitch Kupchak habló con Artest, cuyo contrato con los Rockets estaba a punto de expirar. Antes de que se firmara el acuerdo, Artest anunció en Twitter que se marchaba a los Lakers y Ariza, desconcertado, fichó como agente libre por Houston y fue inmediatamente traspasado a los Hornets de Chris Paul. El ex de los Lakers milita hoy en los Blazers y es uno de los pocos jugadores de aquella época que sigue en activo.

Rick Adelman tuvo una gran influencia en la carrera de Ron Artest, a quién entreno en Kings y Rockets
Ampliar
Rick Adelman tuvo una gran influencia en la carrera de Ron Artest, a quién entreno en Kings y RocketsLisa BlumenfeldGetty Images

La llegada de Artest al máximo favorito al anillo causó revuelo. Allí se reunió con Lamar Odom, amigo de la infancia y con el que jugó como amateur en el Brooklyn Queens Express, equipo que un verano destacó por acabar con un récord de 67-1 y en el que ambos compartieron vestuario con otra futura estrella de la NBA, Elton Brand. Para Artest, reencontrarse con Odom fue como revivir su infancia, una que pasó en el duro ambiente de las viviendas públicas de Queensbridge (Nueva York). Para no olvidar sus raíces, el jugador se tatuó una Q en la pierna derecha y una B en la izquierda y en varias entrevistas ha reconocido que oía disparos mientras jugaba en las pistas de la calle Doce. En cierta ocasión fue testigo de la muerte de un joven durante un partido, cuando uno de los jugadores arrancó la pata de la mesa de anotadores y se la clavó tras una pelea. "Sigue perteneciendo al gueto. Eso no cambiará. Jamás cambiaré mi cultura", aseguró a Houston Chronicle durante su etapa en los Rockets.

El baloncesto fue la salvación de un chico cuya infancia marcó fuertemente un carácter abrupto y una personalidad que siempre se encontraba a la defensiva. Artest estaba constantemente alerta, y muchas veces se sentía amenazado en situaciones normales. Tras triunfar en el instituto y en la Universidad de St. John's, fue elegido en el decimosexto puesto del draft por los Bulls y compartió equipo con Brand, escogido en el primero por el mismo equipo. A pesar de figurar en el segundo quinteto de rookies (Brand fue Novato del Año) y de promediar 12, 11,9 en sus dos primeras temporadas, el legado de Jordan estaba muy reciente y pronto puso rumbo a los Pacers, en los que explotó como jugador hasta la famosa pelea del Palace. Su reencuentro con Odom en un equipo competitivo que optaba al anillo fue una bendición para él, a pesar de que le costó adaptarse a la psicología de Phil Jackson. En una ocasión, el Maestro Zen le aconsejó que lanzara siempre con el mismo estilo en suspensión en vez de variarlo de manera constante, lo que le provocaba una gran irregularidad. "¿Por qué siempre te metes conmigo?", le espetó entonces Artest a un Jackson que no entendía que era lo que pasaba. Brian Shaw, asistente de Jackson, dio con la clave, y le comentó al técnico que el tono de su voz (en susurros) y su lenguaje corporal (acercarse demasiado) eran interpretados como una amenaza con Artest, con el que aprendió a cuidar sus gestios y a tener mucha retroalimentación positiva.

Ron Artest, junto a Pau Gasol, Kobe Bryant y Phil Jackson durante un Media Day con los Lakers
Ampliar
Ron Artest, junto a Pau Gasol, Kobe Bryant y Phil Jackson durante un Media Day con los LakersIcon Sports WireCorbis/Icon Sportswire via Getty

Los Lakers tuvieron que ajustar ligeramente su contraataque con Artest, más lento que Ariza, y necesitaron tiempo para incluirle en el triángulo ofensivo. Sin embargo, el jugador acabó siendo clave para la consecución de un nuevo campeonato. Con 2,01 y 118 kilos de peso por aquel entonces, hizo gala de su defensa cerrada y de su dureza (el año anterior había sido considerado el jugador más duro de la NBA por los General Managers) para molestar a aleros rápidos y talentosos como Kevin Duran, que promedió 30,1 puntos por partido en temporada regular con un 47,6% en tiros de campo y un 35,% en triples, pero fue frenado en seco en primera ronda por Artest, que solo le permitió anotar 25 tantos por noche con un 35% y un 28,6% respectivamente. Además, el alero reestructuró un ataque en el que estaba acostumbrado a postear a defensores más débiles y a cargar al rebote ofensivo y aprendió a que le fluyera la ofensiva, y sentenció a los Suns en el sexto encuentro de las finales del Oeste con 25 puntos y 4 de 7 en triples. Y 33,7+7,2+8,3 de un Kobe sobrehumano, claro.

Su momento llegó en las Finales; concretamente, en el séptimo partido ante los Celtics, en el que emergió como elemento diferenciador tras las malas series de tiro de Kobe (6 de 24) o Pau (6 de 18) atenazados por unos nervios solo comparables a lo cercano que veían un anillo que querían pero que todavía no habían conseguido. Lo hicieron gracias a un triple de Ron a un minuto del final que les dejaba seis arriba, ventaja que consiguieron rentabilizar hasta el 83-79 final. La imagen del alero (20+5, con 5 robos en ese duelo) lanzando dos besos al aire es historia viva del Staples, y sus saltos al final del choque tras abrazar a Kobe no hicieron más que enternecer su figura y concederle una redención eternamente postergada. En ese momento, Artest no era el hombre que había pegado al público en el Palace. Era el que había ganado un anillo con los Lakers tras un encuentro feo para el aficionado pero precioso en fondo y significado. Jackson dijo años después que "la belleza de ese partido estaba en su descarnada identidad. Fue como ver dos pesos pesados veteranos que habían luchado con todas sus armas regresaban al cuadrilátero por última vez y que se esforzaban hasta que sonaba la última campanada".

De la persona al personaje

Artes siempre será un hombre de difícil análisis. Su dura infancia o la presencia de un asesinato contrastan con su dura personalidad en pista, casi agresiva y, como ya hemos relatado, hasta violenta. En la 2011-12 propinó un codazo sin venir a cuento a James Harden, al que dejó noqueado tras, tras realizar un mate. Los jugadores de los Thunder tuvieron que sujetar a Serge Ibaka para que no fuera a por él, que fue evidentemente expulsado. Antes, en la primera ronda de los playoffs 2010, se tiñó el pelo de dorado, emulando en parte a un Dennis Rodman con el que Phil Jackson le comparaba en ocasiones. También reconoció, años después, que bebía antes de algunos partidos. Y el 16 de septiembre de 2011 se cambió el nombre a Metta World Peace. "Lo hice para inspirar y reunir a jóvenes de todo el mundo", dijo entonces, asegurando también que eligió Metta como su primer nombre porque es una palabra tradicional budista que significa bondad amorosa y amistad hacia todos.

Sus excentricidades y mareos con el nombre no acaban ahí, y en 2014, cuando estaba a punto de irse a la Liga China (donde jugó unos meses), se llamó durante un tiempo The Pandas Friend (sí, el amigo de los pandas). Ahora se hace llamar Metta Ford-Artest. "Me he puesto el apellido de mi esposa [Maya Ford] y lo he añadido al mío", explicó. Eso sí, recuperó su nombre original para su camiseta en 2018, cuando jugó unos partidos al 3x3 en la Big3. El cofundador de la Liga, Ice Cube, se lo pidió como favor personal para retroceder ligeramente en el tiempo. La agresividad que mostraba y sus inexplicables comportamientos eran mayores que un talento de tamaño considerable, uno que le llevó a un paso de la élite pero que sucumbió a una pelea que marcó su carrera y que le frenó cuando más alto era su techo y cuando algunos analistas le situaban como uno de los jugadores a seguir en un año en el que el dominio de los Lakers de Shaq y Kobe había acabado y la oportunidad de emerger entre el bullicio era meridiana.

Ron Artest y Lamar Odom pasaron juntos parte de su infancia y se reencontraron en los Lakers
Ampliar
Ron Artest y Lamar Odom pasaron juntos parte de su infancia y se reencontraron en los LakersLisa BlumenfeldGetty Images

Tampoco todo en la vida de Artest fueron extravagancias y problemas. A veces, su fama le granjeó técnicas de más, mientras que en otra ocasión la policía registró su domicilio buscando armas... y se trataba de la filmación de una película. Muchos recuerdan al alero por sus últimos años, ya como veterano o presenciando en directo la despedida de Kobe Bryant tras su retorno a los Lakers en 2015 (tras más altercados en el Pallacanestro Cantù italiano) y con los que se retiró en 2017. También se recuerda su carácter bondadoso, siempre lejos de los alardes y de la buena prensa. En cierta ocasión y en un viaje a China, conoció a un niño que no podía pagarse sus libros de texto ni, por supuesto, unas zapatillas firmadas por él. Ni corto ni perezoso, Artest se quitó el reloj de 45.000 dólares que llevaba y lo subastó a fin de sufragar la educación del muchacho. En otra ocasión, quiso renunciar a la totalidad de su salario para que los Kings no traspasaran a su amigo Bonzi Wells. Y sus declaraciones nunca han estado de más, como a Mark Ziegler, de San Diego Union-Tribune, tras sus primeros periplos en Los Angeles: "No sé qué significa zen, pero me gustaría ser un hombre zen. Espero que me permita flotar. Siempre he soñado con flotar". Se nota que acababa de conocer al tío Phil, claro.

Además, el rebautizado World Peace ha hecho cosas fuera del baloncesto y es el fundador del Artest Media Group. Establecidos en 2010, los clientes de la compañía de gestión de marca incluyen él mismo y los artistas musicales Vinita, Deacon, Sade Artest, Rugby y Emmaline Cleary. Los productores de música Wip, Q y Lucky también están asociados con el grupo. Y, dentro del deporte que le dio a conocer, ha metido ligeramente la cabeza en los banquillos, siendo el encargado del desarrollo de los jugadores en el filial de los Lakers en la G-League durante la 2017-18. En los dos últimos años, se anunció su participación en la primera edicióin de Celebrity Big Brother (lo que es Gran Hermano Vip en España) y en 2019 se hizo público que Showtime lanzaría un documental llamado Quiet Storm: The Ron Artest Story en el qe contará toda la historia de lo sucedido aquella noche de 2004 que le acompañará para siempre. Además, el jugador sigue siendo muy activo en Twitter, participa en podcasts y concede entrevistas en las que repasa su amistad con Kobe o ese anillo de 2010, además de seguir apoyando a los Lakers públicamente.

Artest es, por lo tanto, un hombre que va de la persona al personaje. Consiguió huir de ese pasado que nunca se irá del todo con sus comportamientos solidarios o sus obras caritativas (obtuvo el Premio Mejor Ciudadano J. Walter Kennedy) y como jugador será recordado por los problemas continuos que ocasionaba, pero también por su tenacidad defensiva y su compromiso, demostrado con unas frases que nunca han dejado a nadie indiferente y siempre han sido inherentes a su persona: "Lo que sea que Adelman necesite que haga, ya sea que salga de la banca, sexto, séptimo hombre, comienzo, ni siquiera me importa. Lo que sea que él necesite que haga, estoy 100% seguro de que va a funcionar ahí fuera", dijo sobre su entrenador en Kings y Rockets y un personaje que le marcó profundamente. Eso sí, para frases históricas, la que dejó cuando alcanzó la redención ganando el anillo con Kobe y Pau: "No me imaginaba que ganar este trofeo me haría sentir tan bien. Ahora parece que soy alguien". Alguien, desde luego, es. Y por muchos nombres que tenga, para nosotros siempre será Ron Artest. Un personaje único.