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Ciencia o mística: ¿cuánto influye de verdad el factor cancha en la NBA?

Los playoffs 2020 se están jugando en Florida, sin público y sin viajes. Con eso, se pierde buena parte de la mística de las eliminatorias. Pero, ¿cuánto influye en los resultados?

Ciencia o mística: ¿cuánto influye de verdad el factor cancha en la NBA?
ADAM HUNGERREUTERS

Llegaron los playoffs de la burbuja, un asunto extraño en tiempos extraños, el factor más obvio para señalar lo exótico de esta fórmula de concentración en Disney World. Aunque hubo rumores sobre cambios en el formato, se mantuvieron finalmente la división entre Conferencias y las series a siete partidos desde la primera ronda. Pero se juega todo en el mismo lugar, un campus en el que no hay público y al que se llega sin viajes de más de quince minutos. Eso obviamente, separaba desde la base a estos playoffs 2020 de la esencia de las eliminatorias: el factor cancha, los ambientes hostiles, las gestas o hundimientos en territorio comanche, los viajes con el cuerpo cada vez más crujido a medida que avanzan las series…

En Florida las eliminatorias tienen partido cada dos días, con precisión robótica en los sonidos pregrabados de público y en los efectos habituales de cada equipo en su pabellón. No hay viajes, no hay cambios de altura, no hay diferencias de temperatura (real y humana) entre pabellones. Por ahora, los equipos clasificados son los mejores. En el Este han barrido Raptors a Nets, Celtics y Sixers y Heat a Pacers. Solo estos últimos partían sin teórico factor cancha pero tanto los Pacers como los Sixers llegaban en mucha peor condición que sus rivales. ¿Podrían haber evitado la barrida con partidos en su pabellón? Seguramente. Pero cuesta creer, en todo caso, en otra conclusión final para las eliminatorias. Los Bucks están 3-1 y tampoco tendrán problema con los Magic. Pero es otro caso de obvia superioridad deportiva: los de Wisconsin habrían eliminado a los de Florida (que están jugando, paradójicamente, al lado de su casa, en Orlando) aunque los partidos se hubieran disputado en Júpiter.

En el Oeste los Lakers y los Clippers están a un triunfo de eliminar a Blazers y Mavericks, los Jazz también tienen matchpoint (2-3) contra los Nuggets y Rockets y Thunder están empatados (2-2) en una eliminatoria por ahora preciosa. Si en las dos primeras el factor cancha no parece un asunto clave, sí parecen más interesantes las otras. Los Rockets tienen un pabellón que empuja poco mientras que el de los Thunder es una de las calderas más calientes de toda la NBA. Y más en playoffs. Del mismo modo, Nuggets y Jazz tienen tradicionalmente las ventajas de campo más objetivas por cuestiones de distancias y altitud. Pero como se enfrentaban entre ellos, es difícil saber qué habría salido de ahí sin todos los partidos en una misma sede.

¿Cómo afecta realmente el factor cancha? En primera ronda, el 93% de las series (67 de 72 desde 1984) las gana el mejor clasificado… y el que tiene factor cancha a favor. Si bien, claro, parece una cuestión más de talento que de geografía: el segundo cabeza de serie también gana el 92% de las veces y el tercero se impone en el 75% de los casos. Solo entre cuarto y quinto hay más sorpresas porque es, en definitiva, la serie muchas veces más igualado (o debería ser) de primera ronda. En los séptimos partidos sí parece haber una diferencia obvia: de 135 que ha habido, el 78,5% se ha saldado con victorias del equipo local. En las Finales, es un 15-4.

En general, lo recordaba Howard Beck en un artículo reciente, los equipos tiran un 1% peor y se les señala una falta personal más de media cuando juegan a domicilio. El equipo local suele ganar entre el 58 y el 60% de sus partidos, un dato que sube en torno al 5% si llega con más descanso que el visitante y que, convenientemente, baja también un 5% si es al revés. Generalmente se considera que tener ventaja de campo tiene ventajas obvias por el público (presión a los árbitros, adrenalina de los jugadores, factor psicológico), por el propio escenario (comodidad, sensación más natural del local…) y por los viajes. La altura es un evidente factor que suele impulsar a Nuggets (más de 1,600 metros en Denver, la Mile High) y Jazz (casi 1.300 metros en Salt Lake City).

Según un estudio de SB Nation, la NBA (aunque no influye algo decisivo en otros deportes como el clima) es la Liga profesional estadounidense en la que más se nota el factor cancha: los equipos de casa ganarían un 10,1% más si jugaran siempre en su pista. Eso convierte a un equipo de 41 victorias (un 50%) en uno de 45. En la NFL el dato está en 6,4%, en la MLB en un 5,4% y en la NHL en un 5,2%. Con la mejora constante de las condiciones de los viajes y el alojamiento, y sobre todo con el ajuste del calendario para suavizar la programación de partidos, recudir back to backs (dos partidos en dos noches) y anular las temidas tandas de cuatro encuentros en cinco noches, el factor cancha también ha ido resintiéndose. Mientras, los pabellones se llenan de un público muchas veces menos feroz y más contemplativo y, también en bastantes casos, familiar.

Otro estudio, este de 2012, situaba en torno a 3,5 puntos la ventaja para los equipos de casa en partidos igualados. Los Jazz subían su margen de victoria en 6 cuando jugaban en su pista y bajaban en 4,8 fuera. Una diferencia de casi 11 puntos en una temporada en la que, un caso extraño, los Bulls eran mejores (+8,2 por +8,1) lejos de Chicago. En los años 80, esa ventaja para el equipo local se disparaba por encima de los cuatro puntos. Este estudio que medía el rendimiento de los equipos entre 2006 y 2010, evaluaba las victorias locales en función de varios factores: días de descanso del equipo local y del visitante (y las diferencias entre uno y otro) y altitud en los pabellones. Los márgrnes iban del 82,6% (condiciones de altitudes y dos días o más de descanso de ventaja para el equipo local a 35,7% cuando era el visitante el que tenía ese margen mayor de descanso.

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Hoopshype analizó todos los partidos de todas las franquicias en sus actuales pabellones y, para nada una sorpresa, Nuggets (+31,4%) y Jazz (+28) aparecían como dos de las tres franquicias que más porcentaje de partidos ganaban en su pista con respecto a cuando jugaban a domicilio (la otra era Indiana Pacers, 28,2%). Los mejores equipos locales, en todo caso, coinciden con los grandes equipos históricos. Tampoco es casualidad: los Bulls de Michael Jordan firmaron un 39-2 en fase regular en Chicago en sus dos mejores años (1995-97) cuando hicieron un 72-10 y un 69-13 en ruta hacia los anillos cuarto y quinto de su dinastía. Los Warrios del 73-9 igualaron ese 39-2 como local en esa temporada 2015-16 en la que los Spurs firmaron un 40-1 y perdieron solo con los propios Warriors en uno de los últimos partidos de la regular sean. Se convirtieron así en el segundo equipo con solo una derrota en su pista, algo que habían logrado los históricos Celtics de la temporada 1985-86.

Los tiempos modernos han mejorado las condiciones en las que se viaja y se juega, han profesionalizado hasta el último detalle y han cambiado el perfil y el estilo de unos aficionados que conservan cierto espíritu de College solo en ciertas localizaciones, como Oklahoma City. El nuevo Garden de los Celtics ya no tiene los desperfectos en el parqué que los verdes se sabían de memoria. Ni a Red Auerbach dejando al equipo rival sin agua caliente o necesitado de respiradores de oxígeno porque mágicamente la refrigeración había fallado y se estaba jugando a más de 36 grados. La vida nocturna de L.A. sigue siendo tentadora y las estrellas siguen imponiendo en Hollywood, pero el Staples de los Lakers no es el viejo Forum. San Antonio ya no juega en el gigantesco Alamodome, el espíritu ABA se ha ido perdiendo en la casa de los Pacers y Salt Lake City sigue teniendo la altura y a unos aficionados sin muchas más motivaciones que su equipo de baloncesto, agolpados en unas primeras filas que se echan literalmente encima de la pista. Pero el pabellón de los Jazz ruge menos que en los tiempos de Karl Malone y John Stockton (38-3 en la temporada 1996-97). Los Knicks hace mucho que no ensamblan equipos capaces de alimentar al Madison, una histórica casa de locos cuando su equipo competía de verdad; y en Chicago ya no tiemblan los rivales como cuando arrancaba la introducción de los Bulls con la animación de los toros recorriendo las calles de la ciudad y las notas de “Sirius” de Allan Parsons. Eso sí: Denver, Salt City y Portland seguirán teniendo siempre la altura, las largas distancias, el frío cuando toca. Es obvio que las gradas hirviendo alientan hazañas y que sin ellas se pierde gran parte de la mística de los playoffs. Pero no está tan claro que el desenlace de esta edición de 2020, veremos cuál es, hubiera sido distinto al que arrojarán finalmente las eliminatorias de Florida, que se están jugando (que no es poco) en condiciones de absoluta neutralidad.