LIGA ENDESA | GRUPO B | 2ª JORNADA
El San Pablo Burgos tumba al Madrid y hace historia en la ACB
Los de Peñarroya ganan por primera vez a los blancos tras un gran partido. McFadden, en la segunda parte, y el rebote, decisivos. Muy bien Aguilar, Rivero, Bassas... Tavares, muy solo.
La primera gran campanada de esta fase final (excepcional, como dice la promoción) llegó al cuarto día. Menos de 48 horas antes habíamos visto los latigazos ofensivos del Madrid ante el Gran Canaria y pocos hubiéramos pronosticado la gesta del San Pablo Burgos, que pone a los blancos contra las cuerdas, obligados a ganar el lunes al Valencia para clasificarse y no depender de terceros. Pero su juego nos convenció, igual que la fe en sus posibilidades. Por primera vez, el club castellanoleonés, que hace solo tres veranos completaba por fin el ascenso de la ciudad a la ACB, tumba al Real Madrid. Una fecha que ya es historia de la entidad: 20 de junio de 2020.
Una proeza que le da derecho a soñar con alcanzar algo grande en Valencia. Levantó la victoria desde los cimientos con pasos cortos y firmes, con mucha concentración, pelea constante, un gran nivel reboteador (41 a 33 y 12 capturas en ataque), buena circulación tras saber ensanchar el campo, eficacia cerca del aro, defensas de ajustes que descolocaron al rival y una zancada al frente de varios jugadores cuando tocaba, en especial McFadden en la segunda parte, pero también Pablo Aguilar, Jasiel Rivero, Bassas, Benite…
Para el Madrid, el segundo partido tras el parón pareció el primero. En esta cita del sábado se le vieron más las costuras después de tres meses de inactividad. Mérito del San Pablo, claro, que dominó en su debut ante el Zaragoza y dominó a los blancos.
Y mandó pese a la arrancada en tromba de los de Laso, que amagaban con calcar el fulgurante inicio del jueves ante el Granca. Esta vez, sin embargo, no hubo 37 puntos en el primer cuarto porque la concentración y el acierto (2-12) dejaron paso al toma y daca descontrolado en el que el Burgos, que cerró muy bien el rebote bajo su canasta, firmó un parcial de 16-2 en cuatro minutos. Tavares era la piedra angular del juego blanco (Campazzo, poco lúcido, había salido de titular en esta ocasión). Y luego el referente en ataque sería Carroll. Randolph andaba extraviado y la mala selección en el tiro era moneda común.
La entrada de Llull y, más tarde, de Laprovittola no trajeron cambios significativos. En el San Pablo, Joan Peñarroya, su entrenador, hacía una magnífica labor dando brillo a su juego interior pese a la baja en esta fase final de Earl Clark. Bien Apic, y admirables Aguilar y Rivero abriendo la pista. Al descanso, su acierto en tiros de dos era elevadísimo: 12 de 17.
McFadden frente a Llull y Rudy
Lo mejor para el Burgos andaba por llegar en el tercer cuarto. A casi todo lo anterior añadió un estirón de McFadden en individual y cinco triples en ese periodo. La brecha se abrió hasta los diez puntos: 65-55. Quedaban apenas 12 minutos, un cuarto NBA. La cosa se ponía seria para el campeón. Tavares no podía dejar la cancha, exigido en pleno colapso (la entrada posterior de Mickey no resultó operativa), y Laso recurrió a sus clásicos, a Llull (11 tantos en ese tramo), Carroll y Rudy (5 entonces), que se exprimieron. Y metió a Deck otra vez de interior para encarar la meta. En seis minutos, la tortilla había volado y caído del lado contrario: 72-74.
Un respiro de alivio, que siempre trae relajación, y un “no especulamos” a viva voz en el corrillo burgalés que les sirvió para darse otro impulso (79-74). Y aún restaba el definitivo, después de que Campazzo igualara a 81. El Real no volvió a traspasar el aro, pérdidas y rechaces que se le escapaban. El Burgos cargó con todo, era ahora o nunca, y derribó definitivamente la muralla blanca. Victoria histórica, las semifinales no son una utopía. El triunfo de un proyecto recién nacido, apenas tres años de vida en la élite, se celebró con dedicación a su hinchada, la que llena día sí y día también el Coliseum. Así se crece.