¿Qué fue de Milicic? De pufo de la NBA a experto en cerezas
Elegido con el 2 en el draft de LeBron James, el serbio pasó sin pena ni gloria por la NBA. De carácter violento (incluso probó con el kickboxing), ha encontrado la paz en sus terrenos.
Muchos serán los que recuerden a Darko Milicic por sus polémicas declaraciones tras el Eurobasket de 2007. Serbia acababa de caer eliminada y el pívot, en zona mixta, contó lo que le haría a las madres e hijas de los árbitros. Nada bueno. Otro capítulo oscuro en la historia de uno de los mayores pufos en la historia del draft. Solo el nombre de LeBron James sonó antes que el suyo en la elección de 2003. Carmelo Anthony, Chris Bosh, Dwyane Wade... resultaron elegidos después de un pívot que nunca mostró ningún interés por el baloncesto. Comenzó a jugar medio obligado. "Me enseñó mi padre porque la gente del pueblo decía que yo era alto y que por qué no lo intentaba", contaba hace unos años en una entrevista.
El deporte, por lo tanto, fue para él una oportunidad de salir de Serbia, de la inseguridad financiera, de un país que superaba una guerra... pero Milicic tampoco encajó en la NBA. Se embolsó más de 52 millones de dólares en diez temporadas entre Pistons, Grizzlies, Magic, Wolves y Celtics. Pero no tenía ningún interés en nada. "Cuando llegué dije que Kevin Garnett era el jugador en el que más me fijaba porque se suponía que era a quien me tenía que parecer, que era lo que la gente esperaba que dijera", contaba en un artículo de ESPN . Aterrizó en la mejor liga del mundo con 18 años y un ego desproporcionado. "Me creía que era el enviado de Dios. Me metía en peleas, me emborrachaba antes de los entrenamientos...".
Su adaptación fue tan mala que incluso tuvieron que enseñarle a ducharse. "En vez de hacerlo en el vestuario, Darko se duchaba siempre en casa tras los entrenamientos y los partidos", recuerda Chauncey Billups, con el que coincidió en los Pistons entre 2002 y 2008. "No se daba cuenta de que en EE UU nos duchamos todos juntos. Así que tuve que enseñarle que al acabar un entrenamiento o un partido, debía ponerse la toalla a la cintura y entrar en la ducha". Billpus tuvo mucha paciencia con el expívot serbio, al que también enseñó a conducir. Un mal recuerdo para él. "Daba muchísimo miedo al volante. Aunque yo le dijera que frenara en las curvas, él siempre aceleraba".
Su pésima carrera en la NBA (6 puntos y 2,9 rebotes) está, eso sí, llena de anécdotas. Cuentan que una vez el general manager de los Pistons le invitó a cenar en un elegante restaurante chino, pero a Milicic no le gustó nada que no tuvieran pan y se puso histérico. "Mira quién está ahí, Mariah Carey", le dijo la mujer del general manager para intentar apaciguarlo. "Me importa una mierda Mariah Carey. ¡Sólo quiero que me den un poco de pan para comer!".
De temperamento más bien violento, Milicic pagaba toda su frustración con un saco de boxeo o las paredes de su casa. En su etapa en Memphis, por ejemplo, su mujer llegó a decir que vivían dentro de un queso por los agujeros que hizo con un martillo. Incluso, tumbó a un caballo de un puñetazo, porque había tirado a su hijo al montarlo.
El pívot serbio, que en 2014 probó también con el kickboxing, decidió volver a las canchas el año pasado con un fin solidario. Ha jugado algún partido en el equipo de la segunda división serbia I came to play, un proyecto en el que participan exjugadores para impulsar la ciudad de Novi Sad con el apoyo de la Embajada de Estados Unidos.
Las cerezas y unos terrenos valorados en 8 millones de dólares
Milicic, nacionalista serbio (lleva tatuadas las caras de cuatro de los líderes chetniks de la II Guerra Mundial), parece haber reconducido una vida en el que se le ha visto borracho y metiéndose en líos demasiadas veces. Y todo, porque ha encontrado su verdadera pasión en la vida: las cerezas. El serbio cuenta en su país natal con unos terrenos de 125 acres (valorados en 8 millones de dólares) que dedica al cultivo de este fruto y de manzanas, que luego exporta a otros países.
El gusanillo le entró porque tenía varios amigos que trabajaban como granjeros. Así que Milicic viajó a Italia para conocerlo todo sobre las cerezas: el suelo ideal, el patrón de crecimiento, la altura que deben tener los cerezos... Ahora es un hombre feliz, con algunos kilos de más (ha engordado 40 kilos, ahora pesa casi 160) y con sus constantes paseos por sus terrenos. "Siempre hay problemas, pero prefiero hacer esto que construir rascacielos".