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Test grupales, inmunidad... la prueba definitiva para el regreso

La NBA está ayudando al desarrollo de pruebas grupales, que reducirían el número de test necesarios, y colabora también con la clínica Mayo de Rochester.

NEW YORK, NY - MARCH 12: A pedestrian walks past the NBA store on 5th Avenue on March 12, 2020 in New York City. The National Basketball Association said they would suspend all games after player Rudy Gobert of the Utah Jazz reportedly tested positive for the Coronavirus (COVID-19).   Jeenah Moon/Getty Images/AFP
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 PUBLICADA 02/04/20 NA MA27 5COL
Jeenah MoonAFP

La NBA, después de semanas de obvia indefinición y algunos tramos de notable pesimismo, está más cerca que nunca de retomar la temporada 2019-20: el complejo de Walt Disney World en Orlando suena como sede y la hoja de ruta pasa por empezar a jugar a mediados de julio, terminar en torno a la festividad del Labor Day (7 de septiembre), tener draft a mediados de septiembre y arrancar la temporada 2020-21 en Navidad.

La organización de la intendencia progresa adecuadamente, pero mientras todos los demás detalles se pulen entre Liga, franquicias y jugadores (NBPA), crece la importancia del asunto central sobre el que acabará dependiendo la luz verde definitiva al regreso y, sobre todo, la sostenibilidad de este: la seguridad y la capacidad de crear unas condiciones sanitarias óptimas. La NBA parte de la base de que necesitará un enorme suministro de test que tendrían que ser usados casi a diario. También de que se enfrenta a una delicada cuestión de imagen pública si da la sensación de que dispone de test de forma masiva mientras estos siguen escaseando entre la población, especialmente la de riesgo y los trabajadores sanitarios. Un problema real por mucho que los test lleguen por vía privada, como ya comprobó la NBA cuando los realizó a varias franquicias tras el positivo de Rudy Gobert (Utah Jazz) que paró la temporada el 11 de marzo.

La Liga, consciente de todos estos vértices de un problema que es en realidad global, lleva desde marzo trabajando para encontrar soluciones y aportar su granito de arena de cara a la vuelta a la competición, y también para extrapolar esos avances de cara a contribuir en la lucha mundial contra el coronavirus. Adam Silver siempre ha insistido en esta voluntad de una Liga que fue la primera gran competición en cerrar y que también ha manifestado su deseo de ser una de las locomotoras de la recuperación, social y económica.

La Liga ha informado a las franquicias de que trabaja con varios proveedores (BioReference, LabCorp, Quest Diagnostics...) para asegurar un “programa global de test” para todas las franquicias. En su día calculó que necesitaría tener músculo para realizar al menos 15.000 pruebas si se volvía a jugar. Y la necesidad de repetir test puede ser mayor si, como parece, se ha desechado la opción de la sede burbuja y los jugadores van a tener libertad de movimientos. Se buscan fórmulas rápidas pero, sobre todo, eficaces porque se teme la propagación descontrolada si no se atajan los positivos asintomáticos. Si la Liga cuenta con más de 2.000 personas implicadas en el regreso a la competición, puede calcular que unas 100 serían portadoras del virus si sigue unas ratios similares a los de muchas zonas de EE UU. Con un margen de error de un 30% como el que se dio en los primeros test que se hicieron en China, dejaría sin diagnóstico a unos 30 falsos negativos, una verdadera bomba que pondría en jaque el regreso de la temporada. Ese número se reduciría casi del todo si se pudieran repetir los test hasta tres veces, pero eso implica un enorme coste de medios, dinero y, en algunos casos, imagen.

Así que la NBA está ayudando al desarrollo de los test grupales, un sistema que permite unir varias muestras en un solo test y que se empezó a usar en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial para aislar a los soldados con sífilis. Este sistema permite ahorrar tiempo y dosificar los test, que solo se hacen a todos los integrantes del grupo si la muestra general arroja un positivo. Sus resultados con el coronavirus están siendo buenos, como lo han sido en el pasado con el VIH, la gripe y enfermedades de transmisión sexual. La Liga cree que cada 2.000 test pueden reducirse a 300 con este método, que iría completado con escáneres y pruebas radiológicas para detectar síntomas de neumonía y, claro, los ya habituales controles de distancia de seguridad, temperatura, uso de mascarillas...

El otro gran campo en el que la NBA está participando activamente es en el de la investigación de la inmunidad, para los que colabora con la clínica Mayo de Rochester (Minnesota). Kevin O’Connor ha explicado en The Ringer que la Liga participa activamente en el desarrollo de un nuevo sistema de test de anticuerpos a través de una punción digital que permitiría ahorrar tiempo y costes y que se podría hacer en las casas sin necesidad de acudir a clínicas. Unas 400 personas, entre jugadores y trabajadores de las franquicias, han formado parte de los 1.000 voluntarios con los que se ha trabajado para conocer la evolución del virus en las personas que han sido positivas y que deberían, por lo tanto, desarrollar anticuerpos durante al menos algunos meses o años.

Este es otro campo esencial en el que la NBA cree que puede aportar a nivel social mientras da zancadas en su intención de crear un ecosistema seguro, una necesidad toda vez que la inmunidad de grupo parece todavía muy lejana: un estudio de la Universidad de Stanford con la Liga de beisbol (MLB) demostró que solo el 0,7% de los 5.000 trabajadores analizados habían desarrollado resistencia al virus. De ese conocimiento de la evolución de la pandemia, de los protocolos para tratar con eficacia los positivos que surjan y de la disponibilidad masiva de test que sean fiables depende la decisión final de Adam Silver sobre la temporada 2019-20 de la NBA. Una que, toquemos madera, parece ahora mismo muy cerca del sí.