Jerry Krause: "Jordan se retiró porque no quería jugar para un equipo en reconstrucción"
Jerry Krause reveló en sus memorias, inacabadas por su fallecimiento en 2017, cómo se vio obligado a poner punto y final a la dinastía de los Bulls en verano de 1998.
Al margen de Michael Jordan y, probablemente, Isiah Thomas, el mayor protagonista de The Last Dance ha sido Jerry Krause. Un hombre desconocido para muchos y muy poco querido para los que sabían de su existencia, que ha estado sometido al continuo escrutinio del aficionado medio, del televidente entusiasmado con ver a un ídolo deportivo como Michael Jordan y generar una animadversión procedente casi del instinto, cuando alguien se ponía en su contra. Curiosamente, la Jordamanía ha visto cómo se caía un pequeño mito al descubrir (o constatar, depende a quién le preguntes) que el comportamiento de esa estrella adimensional que fue elegida Mejor Atleta del Siglo XX es, cuanto menos, cuestionable. Por las formas y por el fondo, His Airness ha generado opiniones contrapuestas por el modo que ha tenido de tratar a sus compañeros, y Krause, sin ser elevado al olimpo de las buenas acciones, no cuenta ya con tanta unanimidad en esa etiqueta que le habían colgado: la del malo de la película.
Krause no fue solo el hombre que se enfrentó a Michael Jordan y Phil Jackson y que tuvo, eso seguro, una parte de responsabilidad en la disolución de los Bulls y en las fricciones existentes entre la plantilla y la directiva, encabezada por él mismo. También seleccionó a Scottie Pippen en el draft y gracias a él los Bulls adquirieron, a lo largo de los años, a Toni Kukoc, Steve Kerr, Luc Longley, Ron Harper o Dennis Rodman. También fue el responsable del criticado (y a la postre clave) traspaso que alejó a Charles Oakley de Chicago rum y bo a los Knicks para traer a Bill Cartwright. De hecho, sus movimientos le hicieron acreedor en 1988 y 1996 del premio a Ejecutivo del Año y ha sido uno de los mejores directivos que ha pasado por la competición a lo largo de su larga historia.
Sin embargo, se le ha responsabilizado de la disolución del proyecto. Y si bien es cierto que tuvo parte de culpa, él mismo explica en sus memorias, inacabadas por su fallecimiento en 2017, cómo se disolvieron finalmente los Bulls. Un extracto de las mismas ha sido publicado en NBC Sports, donde se ha relatado, del puño y letra de Krause, como se llegó al final. Todo fue en verano de 1998, cuando la competición estaba inmersa en un lockout que provocaría que, por primera vez, la temporada no tuviera 82 partidos desde que se empezó a utilizar este formato. En ese momento, Krause y el resto de la directiva tenían que plantearse qué hacer con un grupo de veteranos, entrados en años y con muchas lesiones a sus espaldas y como adaptar ese grupo a una posible reconstrucción, el deseo de la franquicia.
Una de las cosas que Krause niega en sus escritos es la del veto a Phil Jackson. Si bien había fricciones entre ambos, el Maestro Zen había asegurado su deseo de retirarse a su refugio de Montana para desconectar, al menos durante un año. Esto contradice lo que Krause aseguró en público y en privado, que era el último año de Jackson aunque ganara todos los partidos de temporada regular. La imposibilidad de recuperar al técnico ponía muy difícil que siguiera Jordan, pues éste había asegurado que solo jugaría para Jackson. Por lo tanto, ese era el primer factor añadido, al que se juntaban la edad de Rodman y Pippen. El ala-pívot tenía 36 años y era impensable hacer un esfuerzo por él cuando ya había comenzado un declive físico que solo le permitió disputar 35 partidos más en la NBA. El alero venía de dos lesiones importantes de espalda y una regular season en la que apenas había disputado la mitad de los partidos (44), demandando además un contrato muy alto para una estrella que empezaba a perder luz y que acaba de cumplir 33 años.
Según Krause, intentaron que todo fuera sobre ruedas para dar a sus jugadores la mejor despedida posible. Un intercambio con los Rockets permitió a Pippen firmar un contrato de 20 millones de dólares, mucho más de lo que habría conseguido en los Bulls. Rodman se marchó a los Lakers y acabó sus días en los Mavericks sin pena ni gloria. Longley, un pívot machacado de los tobillos, se fue a Phoenix y luego en los Knicks antes de regresar a Australia, su país natal, para retirarse. En ese punto, Krause fue sincero con Jud Buechler y Steve Kerr, dos hombres que estaban a la expectativa, y les dijo que era mejor que firmaran con otro equipo, consiguiendo contratos más altos que si se quedaban en Chicago y quizá, ganando un nuevo anillo, como hizo Kerr en los Spurs un año después. Un plan redondo que permitió dar a sus jugadores, en concreto a Scottie, tener la despedida perfecta.
¿Y qué pasó con Jordan?
No nos hemos olvidado de His Airness. Hay que tener una cosa en cuenta: si bien la temporada había sido titulada como The Last Dance, ya en las finales del Este ante Indiana Pacers, la mayor parte de la plantilla de los Bulls (con Jordan a la cabeza), abogó por seguir un año más si se daban las condiciones, intentando así el asalto a un séptimo anillo. Estas palabras han sido corroboradas por el propio Jordan, que ha negado que quisiera retirarse entonces, pero sus motivos, alegando que fue culpa de la directiva, se contradicen con los de Krause, que relata en este extracto de su libro que se dieron otro tipo de circunstancias.
Tal y como estaba el equipo, sin Pippen, nadie que cogiera rebotes ni que le acompañara en la ofensiva, parecía altamente improbable que Jordan quisiera continuar. Pero por si había alguna duda, el escolta se cortó un dedo con un cortador de puros. Si bien podría haber exigido un gran contrato para seguir, Krause afirmó que Jordan fue honesto y que eso se juntó con la información que ya tenía la franquicia sobre la propia mano. Y con los deseos del propio jugador, que según relata Krause "no quería jugar con un equipo en reconstrucción". La ausencia de Phil Jackson y Pippen constató que así era y el corte en el dedo tuvo la última palabra. Aunque esta es la verdad de Krause, claro. Y, ya se sabe, aquí cada uno tiene la suya.