"Era como un vampiro": las salvajes rutinas de Michael Jordan durante el rodaje de Space Jam
Antes de la histórica temporada 1995-96, Jordan compaginó la puesta a punto tras su regreso con el rodaje de la inolvidable película.
Después de su primer threepeat, y en el momento álgido de su carrera tras el oro olímpico con el Dream Team y el título de 1993 ante los Suns de Barkley, con sus 41 puntos de media en las Finales, Michael Jordan protagonizó una todavía hoy extraña y compleja primera retirada. Después de más de una temporada completa, el 18 de marzo de 1995 anunció con un escueto pero histórico comunicado ("I'm back") que regresaba a los Bulls. Jugó esa temporada, cayó ante Orlando Magic en playoffs y se preparó durante el verano de 1995 para recuperar el trono. Lo siguiente sería otro threepeat (1996-98) cerrado con la convulsa temporada final (The Last Dance, el eje del documental que se está emitiendo ahora) y abierto con dos cursos de leyenda, uno con el 72-10 que suponía la mejor Regular Season de siempre hasta el 73-9 de los Warriors y otro, a continuación, con 69 triunfos.
Pero en ese verano de 1995, Jordan no solo tenía que recuperar su mejor versión después de un tiempo dedicado a jugar al beisbol sino que también afrontaba el rodaje de Space Jam, la legendaria película que estrenó Warner Bros en 1996. Así que el escolta metido a actor exigió que se construyeran unas instalaciones de entrenamiento óptimas para poder compaginar cine y baloncesto. Y Warner Bros accedió y lo hizo con todo lujo de detalles. El resultado final recibió el nombre de Jordan Dome.
Jordan rodaba de siete de la mañana a siete de la tarde y de lunes a sábado. Solo paraba dos horas para hacer entrenamientos individuales y después, de siete a diez de la noche, jugaba partidos en su Jordan Dome con otras estrellas de la NBA. Un ritmo salvaje de trabajo que le permitió volver a su mejor nivel para la temporada 1995-96 y acabar una película que recaudó más de 230 millones de dólares en todo el mundo.
Reggie Miller era uno de los jugadores reclutados para esas pachangas en las que Jordan, como siempre, marcaba un tono ultra competitivo: "Eran partidos increíbles, de los mejores que podíamos jugar. No había árbitros, así que pitábamos nosotros y era todo bastante duro, primitivo. No sé cómo Michael tenía tanta energía, se pasaba el día rodando y luego jugaba tres horas. A veces acababa y se ponía a hacer pesas sabiendo que tenía que estar otra vez en pie a las seis de la mañana. No sé, era como si fuera un vampiro, en serio".