Un pívot y una alero de élite en la minúscula cancha de su hogar
Iván Cruz (Bilbao Basket) y Laura Quevedo (Araski) pasan este duro confinamiento con su perra 'Velvet'. Su complicidad por compartir profesión hace el encierro más llevadero.
Hay jugadores de baloncesto confinados por todo el planeta. De superélite, de cantera, de la zona baja de la pirámide… Pero no se registran tantos en los que se hayan quedado encerrados dos de la primera categoría, uno de ACB y una de la Liga Femenina. Ah, y un tercer invitado al ‘baile’, la perra Velvet, un ‘braco de Weimar’ que es la reina de la casa, una verdadera ‘instagramer’, según definición de sus dueños. Hablamos de Iván Cruz, pívot del Bilbao Basket, y Laura Quevedo, una estrella del Araski vitoriano. “Seguimos la misma rutina, comemos los dos muy sano para no perder la forma... Este encierro es más ameno que con alguien con quien no tienes nada en común”, admite Iván con su pareja al quite por si tiene que corregirle algo. Amistosamente, eso sí. “La liga que más sigo es la ACB porque estamos en ella, y el año pasado, cuando militábamos en la LEB, atendía más a la Femenina que a la ACB… que si no hay lío luego”. La risotada con tal comentario se escuchó desde el otro lado de la sala. Procedía de una jugadora con carácter.
Ambos se conocieron en Miami. Por allí pasó Laura tras formarse en las categorías inferiores del Coslada y Canoe. De vuelta, firmó por el Embutidos Pajariel Bembibre y Uni Ferrol, y se cansó de ganar títulos con el Perfumerías Avenida en la campaña 2016-17. Ha tenido muchos destinos y más tarde vistió los colores de Al-Qázeres y Quesos el Pastor Zamarat. Así que buscaba su sitio, un rincón donde sentirse como en casa. Y parece que lo ha encontrado. La enorme unión del vestuario en Vitoria hace que se crezcan cuando la cosa se tuerce. Tuvieron un brillante paso pro la Copa, tras cargarse al Gernika. Hablamos de una internacional y medalla de plata con España en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Hay una jugadora a la que idolatra: "Amaya Valdemoro, tuve la suerte de coincidir en Canoe y me dio muchos consejos. Me animó a trabajar muy duro siempre. Alba Torrens es mi jugadora en activo favorita. Tiene un ingenio infinito". Estos días ha dejado su apartamento en Vitoria para estar con su novio. Aprovecha para progresar en la carrera de Marketing e Investigación de Mercados a distancia, anda por el tercer curso.
Lo que más echa de menos Iván son los largos paseos que se daba antes de desatarse el estado de alarma, juntarse con el equipo en Miribilla cada día, irse al monte o a cenar algún día. Lo más similar que había vivido a este encierro tiene poco que ver, fue en Estados Unidos cuando residía en Miami, con una de esas tormentas que quedan inmortalizadas en mil películas o un huracán que le privó de salir de casa. Dos o tres días, nada parecido a la larga reclusión actual. Sigue las rutinas habituales de sus compañeros. Se levanta no muy tarde, desayuna, se conecta virtualmente con el equipo desde las 11.30 durante una hora y cuarto, “hablamos, nos vemos las caras…” y lo bendice la mayoría de compañeros que están solos en compañía de esta gigantesca incertidumbre. “Se agradece echar unas risas”. Luego come y tiene la fortuna de contar con una terraza en Bilbao “que me permite tomar el sol, que viene genial”. El Bilbao Baket les envió unas bicicletas estáticas “y se lo agradezco”. Su compañero Kulboka está en la órbita del Zalgiris, aunque el Bilbao trataría de pedçirselo al club lituano un año cedido.
Por la tarde al jugador formado en la NCAA le toca sacar a pasear a la perra, bendito salvoconducto para pisar la calle, y entre lectura y películas gasta lo que queda del día. No deja de volar su imaginación pensando en estampas de cuando disfrutaba de la libertad, de esas escapadas por el Pagasarri, un monte emblemático en Bilbao, con sus canes o las visitas a San Juan de Gaztelugatxe y la playa de Barrika. O las panzadas de alubias en La Arboleda, toda una ceremona en las alturas de la margen izquierda del Nervión, "y el chuletón, ya que vamos”, lanza con su gracejo característico.
Cruz mantiene a su familia en Madrid, afortunadamente sin incidencia del coronavirus. Tanto sus abuelos como sus padres están bien. La pareja de baloncestistas es muy solidaria con los que más están colaborando para frenar los efectos de la pandemia. “Siempre hay que salir a aplaudir a las ocho y unirse a la causa. Están poniendo en riesgo sus vidas por ayudar”, expone el pívot de Mumbrú. “Hay que valorar las cosas que normalmente no haces, levantarte cada mañana, hablar y estar con tus seres queridos, a veces lo dejamos de lado con ese ritmo de vida tan acelerado”.
Cuando estalló la crisis sanitaria se le quebraron los planes a Cruz. Tenía pensado estar con su otro perro, 'Benji', un mestizo, pero se lo llevaron sus padres porque los ‘hombres de negro’ iban a jugar en Andorra y en la actualidad reside en Madrid. Ahora se ha tenido que recostar en el sofá y tirar de series. Invierte mucho tiempo en ‘Ozark’, pero ninguna como 'Juego de Tronos' o la película 'Gladiator', la favorita de un jugador al que no le gusta nada la NBA, “prefiero el baloncesto europeo”. Eso sí, confiesa que admira a Bird, al que pudo desmenuzar en los partidos que se tragaba de pequeño por gentileza de su padre, un exbaloncestista.
Un vídeo difundido por el Bilbao Basket con estos detalles alberga también otras curiosidades del pívot madrileño, como que le tiran más los platos de cuchara, sobre todo el cocido de su abuela o su madre, “me vuelven loco”. Y que es un poco chapuzas cocinando, “mi especialidad es la carne picada, hago enchiladas… y la tortilla de patata se me da bien”. Risas generalizadas a dúo. El referente al margen del baloncesto son sus padres y su hermana, y lo mejor que ha vivido últimamente en el deporte que le da de comer es el ascenso y el billete a la Copa, alcanzado en el Palau. “Aquí me siento como en casa, la conexión con la gente es increíble gente, que me llevo genial con todos”. Miribilla, su otra casa, la grande.