Hachimura: de vencer al racismo a representar a Japón en Chicago
El alero de los Wizards es el primer japonés en un fin de semana de las estrellas. Y ya un referente en un país natal en el que le costó ser aceptado.
El baloncesto crece en Japón y la NBA, siempre de su mano con su estrategia global, también, justo cuando la relación con China, una mina de oro vital para la actual bonanza de la competición, ha pasado por un momento extremadamente delicado. En verano, Raptors y Rockets jugaron dos amistosos en Tokio y elevaron el total de partidos NBA disputados en Japón a 16. El programa Basketball Without Borders también regresó a un país que se prepara para sus Juegos Olímpicos (en verano) y para acoger en 2023 el Mundial de baloncesto junto a Filipinas e Indonesia. Buenos tiempos para un deporte al que además le ha surgido un nuevo referente, muchas veces el factor X necesario para desatar, definitivamente, la fiebre por el juego. Y ahí está, volviendo a China, el caso de Yao Ming.
Más de 1,1 millones de japoneses conectados al streaming de la cuenta oficial de la NBA en ese país asiático se frotaban los ojos durante el último draft cuando los Wizards eligieron con el número 9 a Rui Hachimura, alero de la Universidad de Gonzaga que acaba de cumplir 22 años y se ha recuperado de una lesión en la ingle que frenó lo que estaba siendo una notable primera temporada NBA: más de 14 puntos y 6 rebotes de media y buenas sensaciones para convencer incluso a quienes pensaban que la franquicia de Washington había apostado demasiado fuerte por un jugador que sí estaba destinado a ser el primer japonés seleccionado en primera ronda de un draft pero al que no muchos veían en el top 10 a pesar de que su equipo, los Bulldogs, fue uno de los mejores de la pasada temporada universitaria. Se quedó a las puertas de la Final Four tras perder la final regional del Oeste ante la defensa infernal de Texas Tech.
El ataque letal del equipo del estado de Washington chocó contra su antídoto, esa revolución de los Red Raiders que luego acarició el título que se llevó finalmente la disciplina de Virginia. El cartel de favorito de su región que finalmente no valió para nada se lo daban a Gonzaga sobre todo dos jugadores: Brandon Clarke, un sensacional defensor al que ahora le va de maravilla en los Grizzlies (fue número 21 del draft), y el más mediático Rui Hachimura, alero que en cuestión de meses disparó sus acciones de cara al draft, donde apenas se le adivinaba cuando dio sus primeros pasos en College. Pero su última temporada (19,7 puntos, 6,5 rebotes) fue algo muy serio: elegido Mejor Jugador del Año en la West Coast Conference ya con 21 años y en la mochila tres temporadas en una NCAA donde en su estreno apenas llegaba a los cuatro minutos de media.
Racismo en Japón
Ahora, Hachimura va a ser el primer representante de Japón en un All Star ya que estará en el Rising Stars, el duelo EE UU vs Resto del Mundo en el que juegan las estrellas de primer y segundo año, y en el que el equipo mundial tendrá el mínimo de europeos (tres) en cualquier edición y una representación global en la que Hachimura pondrá la bandera de Japón, un país del que se siente orgulloso... pero en el que le ha costado mucho ser aceptado. Por eso ahora quiere ser una estrella de la NBA, y en ello está, pero también quiere que su nombre recorra su país natal (nació en Toyama), donde como mestizo conoció los prejuicios a los que se enfrentan los que son como él... o como la tenista Naomi Osaka, ganadora ya de dos torneos de Grand Slam: "Soy japonés pero soy medio japonés y medio negro", dice un jugador de madre japonesa y padre beninés, "y me encantan ver a niños como yo siguiéndome. Hay muchos retos que afrontar en Japón, mucha discriminación".
En Japón, donde casi un 99% de la población es de raza japonesa, los mestizos como Hachimura se enfrentan a serios problemas de racismo. Él mismo recuerda que otros niños le apartaban "por ser negro" y que llegó a pensar que su padre era "el único negro de Japón". Así se lo contó a The Undefeated: "Me miraban como si fuera diferente a todos ellos y me acabé acostumbrando. A mí me encantan ser así", dice un jugador que visitó Benín cuando tenía 7 años y que no quiere perder sus raíces paternas: "Estoy muy orgulloso de ser medio africano y medio japonés".
Ahora está cumpliendo el sueño de la NBA después de sobreponerse a serios problemas de adaptación tras la mudanza de Japón a Gonzaga: "El idioma, la comunicación... fue muy duro. Esto es exactamente lo contrario a Japón. Pensé en volverme a mi casa pero no me rendí, tenía un objetivo que cumplir". Sus compañeros le arroparon y le ayudaron a perfeccionar el inglés a base de mucho rap, mucha Playstation y mucho Netflix. "Ahora habla mejor que yo", decía el base Josh Perkins. Y no solo eso: hay que acostumbrarse a escuchar su nombre porque también juega muy bien al baloncesto. Para alegría de los Wizards y de unos aficionados japoneses que han hecho de él bandera de su renovada pasión por la NBA.