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Kobe y Pau: una pareja que trascendió más allá de las pistas

Compañeros inseparables, juntos conquistaron dos anillos, se enfrentaron en dos finales olímpicas y enamoraron al aficionado español.

Kobe Bryant y Pau Gasol se saludan tras la final de los Juegos Olímpicos del 2012 entre España y Estados Unidos
PEPE ANDRESDIARIO AS

Kobe y Pau. Pau y Kobe. Dos jugadores, compañeros, rivales, amigos e incluso hermanos. Dos profesionales del baloncesto que, desde 2008, desarrollaron una relación que trascendió más allá de las pistas y que fue fructífera tanto en lo profesional como en lo personal. Una asociación que duró siete años, pero que dejó una semilla en el interior de ambos que germinaría y que les mantendría en contacto a pesar de no encontrarse en la misma franquicia. Un encuentro que se tradujo en dos anillos, tres Finales, multitud de highlights, intercambio constante de halagos e incluso dos episodios en forma de finales olímpicas que ya son parte de la historia del baloncesto internacional. 

En el verano del 2007, muchas cosa pasaron en el mundo del baloncesto. Momentos trascendentales que serían claves en el devenir del deporte español en general y en el de Los Ángeles Lakers en particular. Los angelinos venían de jugar los playoffs en las dos últimas temporadas, pero las caídas en primera ronda contra los Suns (4-3 y 4-1 respectivamente) desmadejaron a un equipo que había visto como Phil Jackson volvía al banquillo tras el mini descanso del curso 2004-05, entrenando a una plantilla que estaba, en cuanto a talento y calidad, muy lejos de esos años dorados en los que Shaquille O´Neal dominaba la zona y Los Ángeles coleccionaban anillos.

Kobe se hartó. Al finalizar la temporada 2006-07 y al ver el proycto estancado, fue al despacho de Jerry Buss a pedir el traspaso. Jackson relató en su libro Once anillos que la perspectiva de perder a Bryant le parecía desoladora. "No íbamos a encontrar a una pieza igual en el mercado", aseguraba el Maestro Zen. Ante la insistencia del escolta, la entidad le permitió negociar con varios equipos, algo que la estrella hizo en Barcelona. Allí no solo intentó llegar a un acuerdo con los Chicago Bulls mientras exigía a los Lakers que Jerry West regresara a sus funciones de forma permanente. Tanto ir y venir no favoreció nunguna negociación. O las exigencias de los angelinos para dejar escapar a su jugador franquicia eran elevadas o fue el propio Kobe el que no puso demasiado empeño en salir de Hollywood. Parecía más una rabieta, una demostración de poder con el que exigir fichajes futuros a la institución, un órdago. Pero nadie se imaginaba que fuera a ir a más.

Efectivamente, Bryant no se movió de Los Ángeles y fue pitado en el primer partido de la temporada que los Lakers jugaron en el Staples ante los Rockets, en el que cayeron por 2 puntos con 45 del escolta. Eso sí, lo que pocos sabían es que Kobe habría aprovechado su estancia en Barcelona, ciudad que le recomendó el su ex compañero (que había pasado por la ACB) Shammond Williams, para ir a ver a Pau Gasol. De forma fortuita o no, ambos jugadores se encontraron en el gimnasio de un hotel y entablaron conversación. Meses más tardes, concretamente el 1 de febrerpo del 2008, el catalán era traspasado a los Lakers a cambio de Javaris Crittenton, Kwame Brown y los derechos de su hermano Marc. Una noticia que se celebró con alegría en España, que veía a su referencia baloncestística al lado del que, en ese momento, era el mejor mundo.

Kobe no tardó en subir a la habitación del hotel en el que se acababa de aterrizar Pau Gasol para asegurarle que el objetivo era el anillo. Era lo que el de Sant Boi quería: ganar. En los Grizzlies había visto como su protagonismo se reducía y estaba ansioso de vivir una nueva aventura. Y qué mejor lugar que la franquicia más glamurosa, carismática y (casi) ganadora de la historia de la NBA para hacerlo. La pareja debutó contra los Nets, un choque en el que Pau consiguió 24 puntos, 12 rebotes y 4 asistencias mientras Kobe llegaba perezosamente a los 8 tantos y se dedicaba a repartir juego (8 pases). Daba la sensación de que quería probar a su nuevo compañero. Ver de que pasta estaba hecha. Y le debió gustar lo que vio: "Me gusta, me gusta", exclamaba en español al finalizar el duelo.

La temporada finalizó con una dolorosa derrota en las Finales ante los Celtics, un extraordinario ejercicio aleccionador para ambos baloncestistas. Kobe oiría por última vez las famosas campanas, esas que posteriormente definió como "tortura", que le decían que no podía ganar sin Shaq. El baño de realidad de Pau fue mayor. Carcomido por Garnett durante toda la eliminatoria, el apodo de Gasoft (un juego de palabras entre su apellido y soft, blando) le acompañaría durante el resto de su carrera, aunque la música se silenció notablemente con la redención que el ala-pívot vivió dos años después.

Los anillos y los hermanos

Antes de ese campeonato contra los Celtics, Kobe y Pau se enfrentaron en la final de los Juegos Olímpicos de Pekín y ganaron el anillo del 2009, una liberación excelsa para Kobe. Pau tuvo que esperar un curso más para vivir su propia redención, cuando sus críticos ya ni se acordaron de esa poca fuerza de cintura para abajo, una de sus mayores debilidades que desapareció casi por completo en un séptimo partido en el que se comió a Garnett (al que dejó en 3 rebotes) y se fue a los 19 puntos con 18 rebotes, números estratosféricos que no le permitieron ganar un MVP de las Finales que fue para Bryant de manera justa (29+8+4 en las series) por mucho que la Gasolmanía se empeñe en decir lo contrario.

La radiografía del mito y su fiel escudero continuaron su asociación hasta 2014, pero no volvieron a ver de cerca el anillo. Entre medias hubo reproches, miradas de reojo, culpas cruzadas entre ellos y el resto de la plantilla por el cada vez peor camino que llevaba el equipo y, finalmente, una separación postergada por la petición de Bryant a Pau para que siguiera en Los Ángeles. Entre medias de todo eso, aún nos dio tiempo a disfrutar una final olímpica más, la del 2012, en la que para la retina de los aficionados siempre quedará ese banquillo estadounidense que, al completo, fue a rendir peitesía a un Pau que nunca vio el oro tan cerca. "Es duro ver perder a un hermano", dijo entonces Kobe. Así lo llamaba. Hermano

Esa denominación se mantuvo a lo largo de los años y a pesar de su separación, tras jugar la escasa friolera de 6 partidos en una temporada, la 2013-14, en la que Bryant arrastró lesiones continuas y fue incapaz de que su alianza con el mayor de los Gasol siguiera dando éxitos. En sus enfrentamientos hubo buen rollo, bromas, sonrisas, alegrías y añoranza por esos tiempos en los que los Lakers ganaban anillos jugando un baloncesto colaborativo y basado en un triángulo ofensivo que hoy brilla por su ausencia (al igual que Jackson, su promotor), en la NBA. En más de una ocasión e incluso ya retirado, Bryant se ha encargado de recordar a diestro y siniestro como su ex compañero pasaba tiempo con su familia, como jugaba con sus hijas o como se pasaba " 6 ó 7 horas en casa" viendo partidos o con cualquier otro menester

Una relación que trasciende

Kobe Bryant se ha ido con 41 años de edad. Ha muerto, junto a su hija Gianna y otras siete personas, en un accidente de helicóptero. Pero, aunque ya no esté entre nosotros, será eterno. Egoísta, chupón, mal compañero, mal líder, psicópata y, la traca para el final, jugador sobrevalorado. Se le ha llamado de todo. También en el reverso de la misma moneda, diciendo que era el mejor jugador de siempre o que estaba, incluso (sí, también se dijo), por delante de Jordan. No le ha superado, pero, desde luego, nadie ha estado tan cerca del mito. Por nivel. Por hambre competitivo. Por manera de jugar. por todo.

Kobe tendrá su lugar en la historia y la increíble reacción que ha tenido su muerte, que ha caído como una losa en el mundo del deporte y del baloncesto, así lo demuestra. Los mensajes de apoyo han sido constantes, con la ciudad de Los Ángeles como punta de un iceberg que tiene congelados los sentimientos de cualquier amante de este deporte. También del de Pau, aquel jugador con el que se encontró en un hotel de Barcelona y que luego llegó a los Lakers para convertirse en, citando al propio Kobe, "el mejor compañero que he tenido". Eso sin contar, evidentemente, lo "indispensable" que el escolta lo consideraba en los dos anillos que conquistaron juntos. "Sin él nunca lo habríamos conseguido".

"Más allá de la devastación... mi hermano mayor... no puedo, simplemente no puedo creerlo", rezaba Pau en Twitter. Un mensaje que esconde el dolor que causa perder a alguien tan cercano, con quien has compartido tantas cosas dentro y fuera de la pista, con el que lo has vivido todo y has hecho de todo. Porque la relación de Pau y Kobe no se encuentra solo en los dos anillos o en las tres Finales. En las victorias o en las derrotas. En las asistencias, los puntos anotados, las batallas libradas o los fracasos compartidos. Su relación va más allá. Trasciende en otra dimensión en la que ya no se encuentra el baloncesto. Porque no eran ni jugadores, ni compañeros de equipo. Incluso el término amigos parece quedarse corto. Eran hermanos.