NBA

Ricky deslumbró tras ser padre y dormir 8 horas en 3 días

En el Madison Square Garden hizo el que puede ser su mejor partido del año. Tres días antes vio nacer a su primer hijo: "Ha sido lo mejor que me ha pasado nunca".

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A dos minutos para acabar el partido y con su equipo con una ventaja en el marcador que rozaba la veintena de puntos, Ricky Rubio dio un pase desde su campo que el pívot de los Suns, Deandre Ayton, iba a encestar directamente con un alley opp. Una jugada que provocó un grito de admiración espontáneo de una grada que dedicó un gran aplauso a la conexión del español con el bahameño. Había sido sin duda una de las acciones más espectaculares del encuentro y así lo reconoció la afición rival. Y, además, supuso la 13ª asistencia del español, con la que cerraba un partido perfecto (añadan 25 puntos, 8 rebotes y 4 robos). Una de las actuaciones más destacadas del base, sino la que más de lo que va de temporada.

La idea, ya con el resultado decidido, era sentarle a falta de 5 minutos. Pero Ricky le pidió a su entrenador, Monty Williams, que le dejara en pista. Quería más. Se trataba de un partido especial. Era el primero que jugaba siendo padre. El pequeño Liam había nacido tres días antes, en la mañana del lunes en Phoenix. A su equipo le pilló en Atlanta, donde empezaba la gira por el Este que acaban esta noche en Boston. El español se debatía entre acompañar a sus compañeros o quedarse en casa para estar presente cuando su mujer Sara, con la que se casó el año pasado y con la que lleva desde que tenían 14 años, diera a luz. Williams no le dejó opción: "He tenido cinco hijos y ni una sola vez me tocó estar de viaje. No puedo ni imaginar el momento en el que tienes que pensar ‘¿Debo ir? ¿Debería quedarme?' Estar en esa situación... Así que simplemente le dije: 'Tienes que quedarte'. No sabes cuándo vas a tener la oportunidad de vivir una cosa así, especialmente siendo la primera vez".

Así que Ricky vio el pasado martes en el hospital cómo los suyos caían en el partido ante los Hawks con un compañero muy especial, el pequeño Liam. Era su tercera noche allí, desde que ingresaron a Sara hasta que el miércoles volvió a casa junto al bebé. Inmediatamente después Ricky cogía un avión camino de Nueva York, donde llegó a medianoche. A la mañana siguiente, ya día de partido, se le vio a primera hora entrenando junto al resto del grupo. Había dormido unas ocho horas en tres días. Pero esa no era su mayor preocupación: "Dejarles en Phoenix y marcharme a la otra punta del país ha sido una de las cosas más duras que he tenido que hacer. Pero esto funciona así y hay que ser profesional", explicaba tras el partido.

A sus compañeros no les extrañó que el base destacará tanto ante los Knicks. Y no sólo porque su temporada esté siendo entre notable y sobresaliente. Saben que ahora tiene otra razón por la que dejarse la piel en la cancha. "Tienes una fuerza diferente cuando juegas por tu hijo, lo haces con otra agresividad", comentaba Ayton. "Se nota que está jugando con un nuevo propósito", explicaba Devin Booker, la estrella de los de Arizona. Y el propio Ricky, el feliz padre primerizo, confirmaba lo que le había cambiado la vida en apenas unos días. "Es lo mejor que me ha pasado nunca. La primera vez que puse al bebé contra mi pecho... No hay palabras para explicarlo. Me muero por volver a casa y achucharle".