Doble lectura para Los Angeles Lakers tras el partido de esta noche en Atlanta. Por un lado se llevaron la victoria y ya suman 14 seguidas en la carretera, la tercera mejor racha de la historia. La segunda es de los Jazz (15) en la temporada 94-95 y la primera de ellos mismos (16) en la 71-72. Así que tienen a tiro hacer historia. Eso sí, con los enfrentamientos que les vienen por delante no lo van a tener nada fácil: Mañana en Indiana y el jueves en Milwaukee. Pero ese no es el mayor problema para intentar batir el récord. Lo que debería preocuparles, y así lo ha indicado su entrenador, es su juego.

Los Lakers llevan ya unos cuantos días tonteando con la derrota. No pasaría nada por perder algún partido fuera de vez en cuando. De hecho sería lo normal. El tema viene cuando te das cuenta que lo pueden perder por no hacer bien las cosas. Y los Lakers llevan tiempo haciendo algunas cosas regular o mal y esta noche se han visto perfectamente. Ante los Hawks han perdido 22 balones y han fallado 26 triples (se han quedado en un 16,1%). El nivel de preocupación es alto, puesto que el mismísimo Frank Vogel hacía referencia a ello en la rueda de prensa posterior al partido: "No podemos seguir jugando de la misma manera".

Veremos si se aplican el cuento los próximos días. De momento van tirando con dos cosas que no son menores: la defensa y una pareja de estrellas que es, sin discusión alguna, la mejor de la que va de liga. LeBron James (32+13+7 y 3 tapones) y Anthony Davis (27+13) se entienden a las mil maravillas y están jugando cada una una de las mejores temporadas de su carrera. Como ejemplo este dato. En los primeros 15 partidos lejos de Los Ángeles han anotado 403 puntos LeBron y 401 Davis. Nunca dos compañeros habían superado los 400 tantos tan pronto en los partidos lejos de su cancha. Anoche fueron ellos los que mantuvieron una ventaja continua aunque poco tranquilizadora ante unos Hawks que sólo estuvieron más allá de la barrera de los 10 puntos durante unos pocos segundos del tercer cuarto.

Trae Young (30+6+7) hizo un último intento en los minutos finales y dejó a su equipo a tiro de tres. La jugada para empatar la protagonizó Vince Carter, al que los Lakers le dejaron el pasillo libre hasta el aro para que anotase de dos. Pero él, como buen veterano curtido en mil batallas, sabía que esos puntos no servía de nada, así que cuando ya estaba llegando canasta doblo un pase a la esquina para Cameron Reddish. Pilló a todos por sorpresa, incluido a su propio compañero, que lanzó con poca convicción y con mala puntería. Ahí acabaron las esperanzas de un equipo que, lesiones y sanciones aparte, está siendo una de las decepciones de lo que va de curso.