Los Warriors y Oakland se dicen adiós medio siglo después
Esta serie marcará el punto y final de la franquicia en el Oracle Arena. La próxima temporada estrenarán su nuevo pabellón en San Francisco.
Cuando en 2010 Joe Lacob y Peter Guber compraron los Golden State Warriors por 450 millones de dólares el mundo NBA no sabía que nada iba a ser igual. Con Stephen Curry encarando su segundo año en la Liga, en los dos veranos siguientes iban a seleccionar en el draft a Klay Thompson y Draymond Green. Un par de años después cambiarían de entrenador y en 2015, en su primera temporada al frente, Steve Kerr les iba a hacer campeones, algo que no pasaba desde 1975. Después llegarían Kevin Durant y otros dos anillos más. Su dominio es absoluto y su precio se ha multiplicado por siete.
Así que Lacob y Guber, que han hecho su fortuna en Silicon Valley y Hollywood, decidieron que lo mejor para la franquicia era construir un nuevo pabellón en San Francisco, la ciudad con más millonarios por metro cuadrado del mundo. Para ello se han gastado 1.300.000 millones de dólares en levantar el Chase Arena, que será totalmente de su propiedad. La nueva casa de los Warriors se abrirá oficialmente cuando comience la próxima temporada, rompiendo una unión que empezó en 1966: la de los Warriors con el Oracle Arena de Oakland.
Para llegar a esta ciudad que poco o nada se parece a la actual San Francisco sólo hay que cruzar el Puente de la Bahía. Pero al hacerlo te das cuenta de que estás en lugar completamente distinto. Los 16 kilómetros de agua que separan las dos ciudades y, ahora también, los dos pabellones (que casi se miran de frente en sus respectivas orillas) representan los dos extremos de Estados Unidos. San Francisco, la ciudad de la innovación y del futuro, donde el dinero está en todas partes cohabitando con los sin techo (un auténtico problema en esta urbe), y Oakland, lugar humilde de trabajadores, donde la delincuencia se da más de lo deseable pero también se mantiene la esencia de la Bahía.
Una ciudad con una pasión por el deporte envidiable, algo que comparte con todas las localidades de la zona, se va a quedar de repente sin dos de sus tres equipos en las grandes ligas estadounidenses. Aparte de los Warriors, también se marchan los Raiders de la NFL a Las Vegas. Ya se sabe, el dinero llama al dinero. Y aunque el equipo de baloncesto intenta tener una salida lo más amable posible con una sede donde ha vivido la mayoría de sus mejores días la realidad es la que es. Aunque su presidente, Rick Welst, diga que no están "dejando una ciudad, sólo un edificio", lo cierto es que en Oakland la sensación es de abandono. Por mucho que los Warriors hayan confirmado que el 70% de sus abonados seguirán con ellos en el nuevo emplazamiento. Por mucho que vayan a perder casi 1.000 plazas (18.064 por los 19.596 del Oracle) por poner el techo más bajo de lo que suele estar en los nuevos pabellones para intentar imitar la atmósfera que se forma en el actual, uno de los más calientes de la NBA.
Golden State Warriors, un equipo universal
Al final en una mudanza es imposible mantenerlo todo intacto. Quizá sea lo natural, teniendo en cuenta en qué se han convertido estos Warriors. Ahora te puedes encontrar gente con su camiseta en cualquier parte del mundo, sin embargo, nunca han sido los Oakland Warriros, nunca se han denominado así. Como dicen allí desde hace tiempo, ya son más un equipo universal que uno nuestro. Quizá el mejor ejemplo para entenderlo tuvo lugar el pasado 7 de abril, cuando con motivo del último partido de liga regular de los Warriors en el Oracle se celebró un gran homenaje. La fiesta culminó con el izado de una bandera al techo del Oracle en la que puede leerse "Oakland, California, 47 temporadas". Esa bandera a partir de septiembre estará en el Chase Arena, en San Francisco, a 16 kilómetros del lugar que recordará para siempre. 16 kilómetros que de ahora en adelante parecerán más largos que nunca.