FINALES | WARRIORS - CAVS

LeBron, a los ‘haters’: “No trabajo con vosotros, me ascendieron”

“Ya no trabajo en la sección ‘silencia a los críticos, demuéstrales que se equivocan’. Me ascendieron cuando llegue a la treintena y ya no podría importarme menos”.

Oakland
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LeBron, a los ‘haters’: “No trabajo con vosotros, me ascendieron”
LARRY W. SMITH EFE

Con 32 años, el LeBron James de las Finales 2017 es un jugador maduro, sereno y que destila confianza en sí mismo. Un simple análisis superficial expone la transformación que sufrió en los cuatro años que pasó en Miami, de la obsesión todavía por los flashes y el control de cuanto se hacía y decía a su alrededor, a un cambio que desembocó en su regreso a Cleveland, donde la conquista del campeonato hace prácticamente un año le quitó un enorme peso de los hombros.

Tachada esa meta vital de su lista, LeBron entró en un estado en el que, muchos grados de experiencia después, analiza todo con mucha más calma, evita las conclusiones grandilocuentes y prescinde de mucho de lo que se dice de él para centrarse en su legado. Ahí sí que su exigencia sigue siendo máxima: aprieta a los Cavaliers para que le rodeen del mejor equipo posible mientras está todavía en una plenitud (cumplirá 33 en diciembre) que ahora mismo parece eterna; Y reconoce que su legado se ha convertido, ya con más carrera por detrás que por delante, en su último caballo de batalla. En los albores de la temporada aseguró que perseguía la estela de “un fantasma llamado Michael Jordan.

Así que el LeBon que vivía obsesionado con lo que se escribía y decía de él en 2011, cuando jugó y perdió sus primeras Finales con los Mavericks, sencillamente no está en la Bahía de San Francisco seis años después. Después de la dura derrota del primer partido ante los Warriors, y de que tanto él como todos sus compañeros rindieran muy por debajo de lo exigible ante el nivel de su rival, LeBron no ha perdido ni un segundo en qué se ha dicho en los últimos dos días: “Ya no oigo el ruido, no podría importarme menos. Me da absolutamente igual. Las narrativas que se construyen, los artículos que se escriben… todo eso. Ya no me importa. Así que hasta me cuesta hablar de ello con mis compañeros. Es como ‘eh, ni lo escuchéis, yo no voy a perder tiempo con eso’. Hace mucho que todo eso dejó de interesarme”.

En sus séptimas Finales seguidas, el mejor jugador del mundo es inmune a lo que dice la prensa… y desde luego a lo que dicen sus haters en las redes sociales: “Ese ya no es mi departamento. Me mudé cuando tenía veintitantos. Ya no trabajo en la sección ‘silencia a los críticos, demuéstrales que se equivocan’. Me ascendieron cuando llegue a la treintena. Así que al final del camino yo sé lo que he hecho y qué es lo que he construido”.